Director de misión cafetera propone privatizar la actividad. Dice que Federación afecta al gremio.
El Tiempo
Yamit Amat
16 de mayo de 2015
Juan José Echavarría cree que el cambio de gerente en la Federación debería aprovecharse para hacer reformas grandes. |
Echavarría, excodirector de la Junta del Banco
de la República, empleó dos años junto a ocho comisionados más, y con
expertos investigadores, para estudiar el funcionamiento del mercado del
café.
“No más papá Estado para el mundo cafetero”, pide Echavarría.
“La Federación es un exportador ineficiente
que utiliza su poder oligopólico para fijar un precio bajo de compra de
café”, dice Echavarría, en un descarnado análisis de la situación
cafetera del país.
La siguiente es la primera entrevista que
Echavarría concede desde cuando fue nombrado jefe de la misión.
Valerosamente, admite que la Federación, como está estructurada hoy, le
hace daño al gremio.
“Colombia perdió su participación en el
mercado mundial cafetero, pues pasamos de exportar el 18 por ciento de
ese mercado, a comienzos de los 90, a solo 8 por ciento hoy. Para
recuperar nuestra antigua participación, deberíamos exportar 25 millones
de sacos, en lugar de los 12 millones que hoy vendemos en el exterior”.
En su opinión, ¿qué pasó?
Colombia perdió participación porque la
productividad cafetera se estancó 20 años, cayó con la crisis de
2008-2009. Esa productividad creció dramáticamente en Vietnam y Brasil, y
en menor medida en Perú, Honduras, Nicaragua, India e Indonesia, entre
otros. Cuando terminó el Pacto Mundial Cafetero, en 1989, todos los
países, excepto Colombia, desmantelaron las poderosas instituciones
cafeteras existentes. Aquí conservamos una entidad que codiseña la
política cafetera; mantuvimos un monopolio que compra cerca del 35 por
ciento de la producción nacional, que regula y exporta al mismo tiempo, y
que compite inequitativamente con el resto de productores y
exportadores. Mantuvimos un mercado sobrerregulado en comparación con
otros países.
¿Cuál es la salida a la actual crisis cafetera?
El presidente Santos integró la misión
cafetera, que yo presidí, para realizar un estudio serio sobre el café.
Comisión muy heterogénea, con visiones muy diversas sobre la caficultura
del país. La secretaría técnica produjo ese documento, y ocho de sus
nueve miembros lo aprobaron por estar de acuerdo “en lo fundamental”.
¿La misión proponía el marchitamiento de la Federación?
Lo que propuso en el área institucional fue
separar las funciones de la Federación entre la actividad comercial y
las demás. Si el gremio quiere exportar café, que lo haga, pero paga
impuestos y no recibe subsidios del sector público para ello. La otra
parte de la actividad gremial debería concentrarse en elevar la
productividad, mejorar el servicio de extensión y promover la imagen de los cafés colombianos en el exterior. Uno de los comisionados habló incluso de convertir a la Federación en el Proexport de los cafeteros.
¿El actual sistema cafetero de Colombia funciona mal?
Parte de ese sistema funciona mal, aun cuando
también debe destacarse la fortaleza de algunos de los comités
regionales o de Cenicafé, el centro de investigación. Pero el arreglo
institucional que hoy tenemos es el mismo de 1989, creado para un mundo
diferente, un mundo con pactos cafeteros, un mundo que desapareció hace
25 años. No es el que hoy necesita el país. No me gustan los monopolios
públicos ni los privados. Además, el modelo que tenemos es bastante
perverso, y castiga a los productores pequeños y pobres. Beneficia a la
Federación y en algunas oportunidades a los exportadores privados.
¿Los grandes beneficiados del esquema son los exportadores y no los productores?
Exactamente. La Federación es un exportador
ineficiente que utiliza su poder oligopólico para fijar un precio bajo
en el mercado local. No pierde dinero, pero quien paga es el pequeño
productor. Lo peor es que el exportador privado va en coche y paga ese
mismo precio bajo. Eduardo Lora calcula que la contribución cafetera de
seis centavos de dólar por libra lleva a que el productor pobre pague
por las ineficiencias de la Federación.
¿Cuánto le vale al Estado mantener la Federación?
Para cubrir el déficit del Fondo Nacional del
Café, habría que duplicar o triplicar la contribución cafetera. Ello no
se hace, y al Gobierno le toca cubrir el resto. El Gobierno pone más
dinero que el gremio en mantener la actual “institucionalidad”.
Entonces, ¿qué hacer con lo que usted llama la “institucionalidad”?
Primero, si el gremio quiere exportar, que lo
haga, como cualquier exportador privado, pagando impuestos, sin
subsidios del Estado; segundo, la Federación-Fondo Nacional no puede ser
juez y parte: no puede exportar y regular al mismo tiempo. Tercero, el
mercado de café está hoy sobrerregulado cuando se compara con cualquier
otro país del mundo. En Brasil, todo exportador puede vender en el
exterior todo tipo de café, sin pedir permiso al Gobierno, sin pedir
permiso a nadie. Proponemos separar cobijas: que el Estado decida la
política cafetera y los cafeteros operen como cualquier otro gremio.
¿Y la Federación?
Si el gremio cafetero quiere mantenerla en su
estado actual, que lo haga, pero con su dinero y no con nuestros
impuestos. La Federación es una institución muy costosa, y la mayoría de
los cafeteros son muy pobres.
En este momento, los cafeteros están hablando del restablecimiento del Programa de Protección al Ingreso Cafetero, PIC.
Como el que hubo, de ninguna forma. Hay un
trabajo muy serio de Roberto Steiner que muestra que el 10 por ciento de
los cafeteros (ricos) recibieron el 60 por ciento del PIC. Ello
significa que los cafeteros pobres poco recibieron. Hay propuestas
adicionales. En Brasil, por ejemplo, todo agricultor ‘paga’ el 3 por
ciento de su venta agrícola, y ese dinero va a su cuenta pensional.
¿La coyuntura del retiro del doctor
Luis Genaro Muñoz de la gerencia de la Federación debería ser usada para
aplicar reformas que propuso la comisión?
Obviamente. Una federación que haga su trabajo
en productividad, en servicio, y otra que exporte: dos mundos
separados. Hay que concentrar todos los esfuerzos del mundo
institucional cafetero en el tema de productividad y costos. Hay que
eliminar la sobrerregulación en café. Hay que moverse en nichos
especiales. Para exportar café no se requiere un semi-monopolio estatal.
Hay que abrirnos más al mundo moderno del café. Hay que recuperar
nuestra participación en los mercados mundiales (25 millones de sacos),
pero produciendo café en forma rentable. Solo así será posible eliminar
pobreza en las zonas cafeteras.
El saliente gerente de la Federación dijo que el informe de la misión cafetera que usted presidió no tenía nada nuevo…
Eso dijo al comienzo, y luego se puso furioso
con lo que dijo la misión. Insultos, gritos y un manejo indebido de
documentos que estaba prohibido citar.
¿Por qué fue tan peyorativo contra usted Luis Genaro Muñoz?
Parece que no le gustaron mucho las ideas de
la secretaría técnica, apoyadas por la comisión. No nos gusta el cambio
aun cuando sea necesario. Los tiempos del pacto cafetero nunca volverán.
¿Por qué no se ha adoptado ninguna de las propuestas de la comisión?
Recién entregamos el informe, y lo que
presidente Santos quiere es una discusión amplia sobre café. Además, el
impacto que tengan nuestras propuestas se verá en el 2016, cuando se
firme el nuevo Contrato Cafetero. De todas formas, muchas de las
reformas consideradas son dolorosas y difíciles. El gremio cafetero debe
ser un gremio normal, sin prebendas ni subsidios.
¿Deberían retirarse los ministros del Comité Nacional de Cafeteros?
Claro. El Gobierno es un mal socio para los
cafeteros, y aún más en las reformas de largo plazo que requiere el
sector, relacionadas, por ejemplo, con cambios en productividad y con
reducciones de costos. Los gobiernos piensan en períodos de cuatro años.
El gremio cafetero debe independizarse, encargarse de su destino,
nombrar su gerente y descentralizarse. En este momento, el Estado aporta
un montón de dinero a la institucional cafetera, y no sabemos bien cuál
es su destino final. El sector cafetero representa 3 por ciento del
producto interno bruto (PIB) y el 5 por ciento de las exportaciones del
país, y no existe razón para que cuatro ministros tomen las decisiones
conjuntamente con el gremio. Pero, aún si representase el 70 por ciento
de las exportaciones, ¿a quién se le ocurre pensar que debe existir una
federación de petróleo a la cual asistan cuatro ministros?
¿Parece usted partidario de privatizar totalmente al sector cafetero?
Sí, claro, como cualquier gremio, como se hace
hoy en la mayoría de los países cafeteros, y en todos los países
cafeteros exitosos. En Brasil, hoy, los productores recuerdan como
pesadilla cuando los ministros mandaban en el mundo cafetero.
¿Y eso es lo que pasa hoy en Colombia?
Sí, señor. Los cafeteros deben manejar su
café. El Estado diseña la política económica, y ellos producen, compiten
y exportan en un mundo muy dinámico, donde el café ya no es un bien
primario normal. El Estado se debe encargar de la pobreza en las zonas
cafeteras, de las carreteras y de las escuelas. Y los cafeteros, que se
dediquen a aumentar la productividad, para competir en el mundo, y a
utilizar la contribución cafetera para fortalecer a Cenicafé, al
Servicio de Extensión y a promover los cafés de Colombia en el exterior.
¿El año entrante se vence el Contrato
Cafetero, que cada diez años Gobierno y cafeteros renuevan. ¿Qué se debe
hacer en su opinión?
El Contrato Cafetero es un pacto entre el
Gobierno y los cafeteros a través del cual se fijan las reglas de juego
del Fondo Nacional del Café, la institucionalidad cafetera y la
contribución cafetera que se da a la Federación. El nuevo contrato tiene
que tomar en cuenta el nuevo mundo. Ese contrato, si se firma, debe
tomar muy en cuenta las recomendaciones de la comisión.
¿Acabar con la regulación de mercado cafetero?
Sí. Fijar reglas de juego claras y evitar
claras incompatibilidades: quien exporta no puede regular. Se trata
además de un mercado sobrerregulado. Y nos ha ido mal con respecto a un
grupo relativamente amplio de países exitosos.
¿Usted cree que la Federación debe ser el gran comprador interno del café?
A mí no me gustan los monopolios públicos. Me
parece un esquema muy inconveniente. Ni siquiera existen hoy en Vietnam,
un país socialista.
¿Usted no quiere que la Federación compre?
Solo en aquellos lugares en que hay pocos
compradores. Solo allí debe existir la llamada garantía de compra. ¿Por
qué tener garantía de compra en Cartago o Pitalito, cuando allí existe
un mercado muy dinámico de compradores y vendedores? ¿Y cuánto cuesta el
andamiaje institucional para mantener más de 500 puntos de compra en el
país? Le repito: la contribución cafetera de 6 centavos de dólar por
libra no alcanza sino para financiar la mitad de lo que vale la
Federación.
¿La Federación Nacional de Cafeteros debería ser una entidad privada?
Claro, y que el gremio cafetero tome en sus
manos el manejo de su mundo cafetero. Como dije, los gobiernos son malos
socios para la productividad.
Es decir, ¿privatizar la industria del café?
Sí. Ahora bien, puesto que existen recursos
parafiscales, el Ministro de Agricultura o su delegado podría participar
en algunas de las discusiones del gremio relacionadas con el uso de
esos aportes estatales. ¿Usted se imagina al Ministro de Hacienda
presidiendo la Andi? No más papá Estado.
¿Para usted qué es lo más importante hoy para los cafeteros?
Que el café sea rentable.Está en juego la vida
digna de 500.000 familias cafeteras, muchas de ellas muy pobres. Quien
logre que esta situación cambie, mediante la producción rentable de
café, debe considerarse un héroe nacional.
Es decir, paradójicamente, la Federación de Cafeteros le hace daño al cafetero.
Sí. Un daño enorme. Para entenderlo basta ver
lo que hacen los países exitosos: todo lo contrario de Colombia. Se
malgastan muchos recursos con ese esquema y se condena a la pobreza a
500.000 familias cafeteras.
YAMID AMAT
Especial para EL TIEMPO
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