jueves, 31 de diciembre de 2015

nuestro 2015





miércoles, 16 de diciembre de 2015

Cuando éramos parias (Madrid, España)



Qué buena noticia es el fin de las visas: desde ahora dejaremos de pedir perdón por los demás


El País
 
1 de diciembre de 2015

Cuando éramos parias, nos levantábamos a las cuatro de la madrugada para que nos humillaran desde las siete en el consulado de España. Hace unos años quise gritarle “pues quédese con su país” a la funcionaria caradura que revisaba mi carpeta llena de “papeles para la visa” con las puras ganas de negarme la entrada a Madrid. “Pero si esto le sobra, señor, si es que ustedes no aprenden…”, fue lo único que me dijo la muy burócrata, golpeando su microfonito arrogante con mis extractos bancarios, sin mirarme a los ojos. Si no le respondí en nombre de una nación deshonrada, si no se me escapó un “pero si los dos somos herederos de una cultura que lo ensombrece todo, que lo enreda todo…”, fue porque creía que Colombia tenía que reírse de su estereotipo –y lo creo–, pero también porque tenía por delante un viaje de trabajo.

Ya había hecho yo desde las cinco aquella fila desoladora. Ya les había oído a los vendedores de puestos, que en ese entonces cobraban 50.000 pesos por un mejor lugar en la línea, mil y un relatos de terror sobre colombianos inocentes a los que les negaban la visa porque sí –“por feos”, “por no tener palancas”– como cerrándoles la puerta de Alcalá en las narices. Ya había visto el nerviosismo devastador, de visa negada, de la señora pereirana que sólo quería viajar a España para ver a su nieto “antes de que nos pase algo a alguno de los dos”. Ya había soportado la condescendencia del bogotanísimo portero con acento madrileño que parecía un criollo arriando indios. Ya había aguantado la respiración en un par de salas de espera de juzgado.

Pero preferí tragarme lo que pensaba, como un James Rodríguez ante un Rafa Benítez, para ahorrarme un poco de bilis: cuando éramos bichos, escarabajos que se daban en esta tierra minada, y harta de coca, era lo práctico callarse los desdenes, las afrentas.

Yo no he tenido que ver con hampones, pero esa vez, igual que siempre –por resignado, por colombiano–, me asombró que me dieran la visa. El viaje sí fue lo esperado: los vigilantes del aeropuerto de Bogotá en el papel de “las autoridades” que cuidan, de la malencarada gente de acá, a este pobre mundo; las miradas de reojo, de Migración a Inmigración, a un pasaporte vinotinto que se volvió escarlata: “cómprele funda”, decían; las preguntas tajantes, desde lo alto, en las cabinas del aeropuerto de Madrid. Fue, claro, cuando éramos parias: cuando no se había dado la noticia del fin de las visas, cuando a Europa no le daba vergüenza maltratar a los ciudadanos de un país que servía a sus negocios, cuando ser colombiano era esa mala fama: “déjenlo”, gritó mi atracador, en un peligroso barrio parisino, cuando le respondí que era de Colombia.

Mi abuela Aurora, que nació en Fuentes de Nava, en Palencia, en 1905, pero se fue quedando aquí desde los veintisiete años, se pasó la interminable Segunda Guerra Mundial poniendo las huellas en una oficinita gris de Cartagena –vigilada por funcionarios abusivos que insistían en que sólo estaban haciendo su trabajo– semana tras semana. En ese entonces los parias eran, aquí, los españoles. Y ella pensó en volverse colombiana para que la dejaran en paz. No lo hizo porque el final de la guerra fue primero. Y entonces entendió que no había que sentirse avergonzado ni orgulloso de haber nacido en ninguna parte, pero que tampoco había por qué resignarse a los estigmas.

Qué buena noticia es el fin de las visas: desde ahora no haremos más que un par de filas gratis; reconoceremos, como quien nada debe y nada teme, que Colombia ha dado los esclavistas y los gánsteres y los corruptos que también ha dado el mundo; dejaremos atrás esa manía de pedir perdón por los demás, por “los colombianos”, tan nuestra cuando éramos parias.


sábado, 5 de diciembre de 2015

Un café más fuerte con cacao y chile


El País
Isabelle Schaefer
Oaxaca (México)
4 de diciembre de 2015 

Caficultores mexicanos combaten a un enemigo letal del grano con prácticas amigables con la biodiversidad.

No talar árboles y usar abono orgánico. Pueden parecer medidas obvias para cuidar la biodiversidad en el planeta, pero para un grupo de caficultores en México les está ayudando a combatir con éxito uno de sus enemigos más letales: la roya.

Esta enfermedad, causada por un hongo, ha afectado durante décadas a los productores de café en América Latina. Ahora estos caficultores de Oaxaca, en el sur de México, le hacen la guerra con prácticas amigables con la biodiversidad tales como evitar la tala indiscriminada o usar fertilizantes orgánicos. Además, integran una variedad de plantas en el cafetal, como es el caso del cacao o el chile.

Los 226 productores que participan en esta iniciativa fueron capacitados en una técnica que les permite manipular sus plantas para que el hongo no les afecte.

La idea final del proyecto es que para los pequeños caficultores sea rentable cuidar el medioambiente en espacios de alta biodiversidad de México, como en Oaxaca, Chiapas, Campeche, Tabasco o Quintana Roo. La iniciativa la lleva a cabo la Comisión Nacional de la Biodiversidad (Conabio) con el apoyo del Banco Mundial.

Además del café, también se apoya a los pequeños productores rurales en otras áreas como la apicultura, el ecoturismo, el cacao, las actividades forestales, la fauna silvestre y los llamados sistemas silvopastoriles (cría de ganado bajo la sombra de los árboles).

* Isabelle Schaefer es productora online del Banco Mundial.


jueves, 3 de diciembre de 2015

“Tenemos que centrarnos en recuperar la rentabilidad del negocio cafetero”, presidente gremial



 Dinero.com
12 de diciembre de 2015

El presidente de la Federación Nacional de Cafeteros (FNC), Roberto Vélez Vallejo, afirmó que uno de sus principales retos es recuperar la rentabilidad del negocio cafetero ya que las condiciones actuales amenazan su viabilidad.



La escasez de la mano de obra, el aumento de los costos de producción, la volatilidad de los precios del grano y las complejas condiciones climáticas que ha afrontado el país en los últimos meses, son algunos de los desafíos para los caficultores.

Así lo explicó la máxima autoridad de la FNC durante la instalación del Congreso Nacional de Cafeteros en Bogotá, un evento que reúne desde hoy y hasta el próximo viernes a los distintos representantes de ese tradicional oficio campesino. 

“La actividad está al filo de la navaja, rodeada de incertidumbres”, argumentó Vélez, al explicar las consecuencias que ha tenido la crisis económica mundial en la caficultura del país.

Para superar estas barreras será necesario focalizar los esfuerzos en materia de investigación científica, asistencia técnica y posicionamiento del grano nacional a nivel internacional, explicó Veléz, quien además considera que la unión del gremio será una de las claves para “enfrentar los desafíos actuales”. 

El presidente del Congreso cafetero, Luis Alfonso Castañeda, coincidió en que una de las tareas más importantes es “recuperar la rentabilidad de la empresa cafetera”, pues es “el requisito fundamental para garantizar la permanencia y sostenibilidad” de la actividad. 

Castañeda insistió en que es necesario “modernizar los instrumentos de política y apoyo” a los caficultores, dado que este es un sector que “se caracteriza por su altísima exposición a toda suerte de riesgos”. 

En este sentido, abogó por “la implementación de herramientas como los seguros, coberturas y otros mecanismos de estabilización del precio”, lo cual permitiría que los cultivadores reciban los ingresos de su negocio a tiempo.

Durante la instalación del Congreso, al que no asistió el presidente Juan Manuel Santos por asuntos diplomáticos, el ministro de Hacienda Mauricio Cárdenas señaló que este ha sido “un año de enriquecimiento institucional” para la FNC.

El alto funcionario, quien celebró la eliminación de la visa Shengen al inicio de su intervención, calificó la elección de Roberto Vélez y los demás representantes del gremio cafetero como “ordenada, legítima y democrática”.

Cárdenas reconoció que hasta hace unos años “las perspectivas no eran nada buenas” para los cafeteros, ya que en el 2009 la producción alcanzó los 7,8 millones de sacos y el valor de la cosecha fue de solo $3,4 billones. 

En ese período la edad promedio del parque cafetero se calculó en 11 años y se estableció que el 70% de la producción era susceptible a la roya, un tipo de hongo que afecta la salud de las plantaciones. 

A pesar de que las cicatrices de esos años difíciles no han sido borradas, el sector ha adelantado una serie de medidas para superar dicha crisis, según lo explicó el ministro de Hacienda, Mauricio Cárdenas. 

Entre ellas destaca la renovación de más de 500.000 hectáreas de cultivos de café, así como la recuperación de la producción de este grano (este año se cerrará con unos 13,4 millones de sacos y exportaciones cercanas a los US$3.000 millones).