miércoles, 31 de julio de 2013

La plaga que atemoriza a los cafetaleros llega a México


El hongo de la roya naranja ya ha asolado las cosechas de Centroamérica y empieza a afectar a las mexicanas, especialmente en Chiapas

El País
Mari Luz Peinado
28 de julio de 2013

Una planta de café afectada por el hongo de la roya. / EFE
Hace 125 años que la familia de Thomas Edelmann comenzó a producir café en las fincas que ahora él administra. En la zona alta de Tapachula, en el Estado mexicano de Chiapas - muy cerca de la frontera con Guatemala-, tres parcelas que suman aproximadamente 800 hectáreas conforman la Finca Hamburgo. Sus propietarios se enfrentan a una epidemia que ya ha arrasado los cultivos de café de Centroamérica. El hongo de la roya naranja (Hemileia vastatrix) empieza a afectar de manera preocupante a las plantaciones de México, el tercer productor de café de América Latina, tras Colombia y Brasil.

En agosto del año pasado aparecieron en esta finca las manchas amarillas en las hojas de las plantas que evidencian la presencia de la roya. Fue uno de los primeros lugares en los que se detectó la plaga de este hongo de rápida propagación. “Este brote atípico y muy agresivo ha venido migrando desde el sur del continente a través del viento y de la gente que trabajamos en las fincas. El año pasado nos pilló desprevenidos y tuvimos que tirar la mitad de las plantas del cafetal. El contagio es cuestión de horas”, explica Thomas Edelsonn, el productor de esta finca enclavada en la Sierra Madre.

Tradicionalmente, la altitud ha sido un factor que ayudaba a evitar la propagación de la roya, pero el aumento de las temperaturas por el cambio climático y los cambios en los periodos de lluvias han hecho que la situación sea más propicia para este hongo, que se da con más facilidad con el calor y la humedad. La potencia de este brote hace que afecte por igual a las fincas muy cuidadas y con plantas jóvenes que a los terrenos más descuidados. A las grandes explotaciones y a los pequeños productores.

El año pasado, la epidemia hizo que la cosecha de Edelsonn disminuyera un 30% -“perdí un millón de dólares”, explica su administrador -, y los cafetaleros mexicanos están asustados por lo que pueda pasar este año: la nueva temporada de recolecta comienza en poco más de un mes en algunos lugares y coincide con la época en la que, debido a las condiciones climatológicas, la roya se expande más. Hasta el momento, se calcula que unas 60.000 hectáreas en todo el país ya están afectadas por la plaga, que también alcanza los Estados de Veracruz y Puebla.

“Pero Chiapas es la que vive la situación más preocupante porque allí se concentra el 80% de los terrenos afectados. Además, este Estado es el principal productor de café del país, con cerca del 40% del total”, explica Gabriel Barreda, coordinador ejecutivo de AMECAFE, la Asociación Mexicana de la Cadena Productiva del Café.

Los problemas económicos que puede conllevar la plaga son la cara más visible del problema. La roya ha hecho perder más de 270 millones de dólares en Guatemala, el país más afectado de Centroamérica, según la Organización Internacional del Café. También ha provocado pérdidas de hasta el 40% de la cosecha en Costa Rica, Panamá, Nicaragua, República Dominicana, El Salvador, Honduras, Jamaica y Perú. En México, AMECAFE calcula que, de momento, la cosecha ha caído un 10% pero advierte: “El impacto más fuerte de la producción es el que se dará el ciclo que viene, en la cosecha 2012-2013”.

La aparición de las manchitas amarillas pone en marcha una cadena de acontecimientos con gran calado social: los pequeños productores -cuyos ingresos dependen muchas veces en más de un 80% del café - ven cómo se desvanece su principal fuente de ganancias; los grandes productores contratan menos personal para la campaña y el Estado deja de recibir divisas derivadas de la exportación.

“Hay que tener muy presente la visión social de esta epidemia. Si no se intenta contener y poner remedio a la plaga, los pequeños productores se ven abocados principalmente a la emigración”, explica el senador del PRD por Chiapas Zoé Robledo. El político izquierdista está reclamando al Gobierno federal mexicano junto a los productores que ponga en marcha una alerta fitosanitaria que permita - además de las medidas de prevención y tratamiento - que los productores puedan acceder a ayudas de organismos internacionales, de cooperación o a créditos en condiciones especiales, sobre todo para las pequeñas plantaciones.

En menos de un mes comenzará la recolecta de café chiapaneco. A la Finca Hamburgo llegarán tan solo la mitad del millar de trabajadores que Thomas Edelsonn contrataba otros años para la campaña. Sabe que, como máximo, este año conseguirán recoger la mitad de los aproximadamente 8.000 sacos de café - el 80% para exportar al extranjero - que obtienen en cada cosecha. Eso si la roya naranja no ataca al 50% de las plantas que se salvaron de la anterior campaña.



martes, 30 de julio de 2013

Esta abeja guarda un misterio


· En 2006 saltó la alarma: colonias enteras de abejas de la miel se desvanecen sin dejar rastro


· Sin ellas, muchos de nuestros alimentos desaparecerían, y con ellos, nuestra forma de vida


· Los expertos estudian cuáles son las causas que ponen su existencia en peligro

 

ElPaís
Por Luis Miguel Ariza

29 de julio de2013

Heidi & Hans-Jürgen Koch

Dave Hackenberg lleva ganándose la vida como apicultor desde 1962, cuando decidió dedicarse a la cría de las abejas de la miel. Su negocio consiste en transportar sus colmenas a lo largo y ancho de Estados Unidos a bordo de grandes camiones. Con su gorra calada, su nariz afilada y el rostro marcado por una vida dedicada al campo, Hackenberg recorre todos los años miles de kilómetros de costa a costa con sus panales para polinizar las plantaciones de manzanos de Pensilvania –donde tiene su casa de verano– o los extensos cultivos de almendras de California, a principios de la primavera. En otoño de 2006, Hackenberg se desplazó a Florida, donde tiene su casa de invierno, para que sus abejas se ocuparan de fertilizar los amplios cultivos de calabazas. Sus colonias eran un hervidero cuando las dejó, pero al regresar allí un mes después se encontró con la mayor sorpresa de su vida. Más de la mitad de sus 3.000 panales aparecían desiertos, con tan solo la abeja reina y unas cuantas obreras guardianas. Los alrededores tampoco mostraban cadáveres de abejas. Los insectos se habían desvanecido. “Fue como si caminara por un pueblo fantasma”, indicó Hackenberg a la revista Scientific American.

Hackenberg comunicó el suceso a sus colegas, lo que le costó no pocas críticas. Enseguida lo tacharon de apicultor descuidado. Pero poco después, los casos de desapariciones misteriosas de abejas se propagaron entre otros muchos colegas. Estos insectos tienen un fuerte sentido colectivo, dentro de una sociedad exclusivamente femenina que gira alrededor de la abeja reina, la madre de toda la comunidad. Hay guardianas que defienden el panal, otras que se especializan en cuidar los huevos y las crías, y otras que se encargan de traer el alimento –néctar y polen– a la colmena, fabricando miel. El abandono de una colmena resulta un comportamiento inconcebible: un suicidio colectivo. Los apicultores, aterrados, no encontraron restos de insectos, ni señales o pistas que pudieran explicar la tragedia. Las abejas se habían desvanecido inexplicablemente.

En la primavera de 2007, los investigadores descubrieron que una cuarta parte de los apicultores estadounidenses habían sufrido pérdidas catastróficas. Pero el desastre se propagó a otros países: Brasil, Canadá, Australia, y también en Europa, en Francia y España. En la televisión saltaban extrañas noticias como la desaparición de 10 millones de abejas en Taiwán. Desde aquel otoño de 2007 se vienen repitiendo las desapariciones masivas. Hackenberg pasó de apicultor descuidado a pionero, el primero en dar la voz de alarma: millones de abejas desaparecen cada año. Algo está ocurriendo. “Sí, es un fenómeno global”, afirma Carlo Polidori a El País Semanal.
 
Como experto en comportamiento de himenópteros e investigador del Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Polidori es muy consciente del problema. En Europa, las pérdidas de colmenas se suceden anualmente a un ritmo de un 20%, observa con preocupación. “En este año se han perdido en Inglaterra el doble de colmenas que el año anterior”.



Heidi & Hans-Jürgen Koch

En España, las noticias anteriores al hallazgo de Hackenberg son incluso peores. “Antes de 1994 había una desaparición anual de entre el 5% y el 7%”, explica Suso Asorey, secretario de la Asociación de Apicultores Gallegos (AGA), mediante correo electrónico. “A partir de esta fecha estamos entre el 35% y 40% (de pérdidas)”. Asorey destaca que en algunas regiones las pérdidas de colmenas llegan hasta el 90%. En Galicia, la situación roza el drama. Han desaparecido 450.000 colonias en los últimos 18 años. Las pérdidas económicas se contabilizan en más de 51 millones de euros, asegura Asorey. Pero el valor polinizador “se eleva a más de mil millones de euros”.

Existen alrededor de 20.000 especies de abejas, pero las abejas de la miel (Apis mellifera) son extraordinarias ya que polinizan una amplia variedad de flores. Cada individuo es un prodigio de la ingeniería biológica: está equipado con sensores de temperatura, de dióxido de carbono y de oxígeno, y su cuerpo está diseñado para cargarse de electricidad estática. Cuando las abejas recolectan el alimento en las flores, los granos de polen que quedan adheridos a ellas permiten que el polen de una flor viaje hasta otra, la cual se fertiliza. El resultado es una semilla y un fruto. La magnitud del fenómeno resulta increíble cuando examinamos la labor colectiva. En un panal medio puede haber unas 60.000 abejas, de las que 40.000 salen en busca de alimento. Cada obrera realiza hasta 30 salidas diarias, y en cada viaje puede llegar a polinizar un total de 50 flores. En una sola jornada de trabajo, una colmena puede lograr la fertilización de millones de flores. Los cálculos de AGA sugieren que una sola colmena es capaz de encargarse de fertilizar las flores en una zona de 700 hectáreas, es decir, la superficie equivalente a unos 350 campos de fútbol.

La importancia económica de las abejas de la miel es colosal. En la Red circula una citación atribuida a Einstein que sugiere que si las abejas desaparecieran hoy de la Tierra, el hombre solo podría sobrevivir cuatro años. Sea o no cierta esta cita, hay una parte de verdad en ella que evoca un futuro apocalíptico. De acuerdo con Hackenberg, las abejas de la miel intervienen en uno de cada tres bocados que nos llevamos a la boca. Los cultivos básicos como el arroz, el trigo o la cebada son polinizados por el viento. Pero en un mundo sin abejas, una gran parte de las frutas y verduras comunes de los supermercados desaparecerían de las estanterías. Sus precios resultarían tan astronómicos que un kilo de manzanas podría costar casi como el caviar.

Y si no, echen un vistazo a la siguiente lista que proporciona AGA. En España, la polinización de las abejas permite que tengamos almendras, melocotones, cerezas, ciruelas, manzanas y peras; también hacen posible la alfalfa y el trébol; frutas como melones, pepinos, calabazas, calabacines y berenjenas, las fresas, frambuesas, las zarzamoras y el tomate. A las abejas le debemos los espárragos, el aceite de colza o de girasol, fibras textiles como el lino o el algodón. La vid depende parcialmente de la labor de las abejas –y con ella, la producción de vino y mosto.



Heidi & Hans-Jürgen Koch
En la película Cuando El destino nos alcance –rodada en 1972–, un envejecido Edward G. Robinson le cuenta a Charlton Heston cómo era el mundo que él conoció antes de que la contaminación lo destruyera. Son dos hombres sudorosos y sucios, hacinados en un pequeño apartamento, delante de una mesa, que apenas tienen que comer. Los guionistas podrían haber encontrado razones para este escenario posapocalíptico en la progresiva desaparición de las abejas, precisamente por culpa de la contaminación. En un mundo sin abejas serían impensables las almendras, los cítricos, los aguacates, los berros…
El filme –que no hace mención alguna a las abejas– encaja como un guante en un mundo desprovisto de ellas. “Más del 80% de las plantas con flores son polinizadas por animales”, remarca Carlo Polidori. “Y más del 30% de las plantas de cultivo y frutas dependen de la polinización por parte de las abejas”.

Y si bien hay especies de abejas silvestres y abejorros que hacen un trabajo muy importante –pudiendo ser en algunos cultivos hasta más efectivo que el realizado por las abejas de la miel–, el carácter todoterreno de estos animales colectivos les convierte en la especie de insecto que más importancia económica tiene para el hombre.

Hay otro título singular, El incidente (2008), realizado por M. Night Shyamalan poco más de un año después del hallazgo de Hackenberg. En este filme, Mark Wahlberg se hace eco del descubrimiento de David Hackenberg (sin mencionar el nombre) ante sus alumnos. “No sé si conocéis este artículo de The New York Times. Al parecer, las abejas están desapareciendo por todo el país. Decenas de millones”. Wahlberg les pregunta en ese momento a los estudiantes si tienen alguna idea de los motivos que habría detrás de este fenómeno. En esa clase, los alumnos citan el calentamiento global, el aumento de temperatura como factor de desorientación de los insectos; la contaminación como una causa genérica; una infección por un virus, aunque poco probable, ya que el fenómeno se está reproduciendo en 24 Estados; hasta que uno responde: “Nunca lo llegaremos a comprender”.

En cierto modo, la incógnita que rodea a este misterio guarda bastante fidelidad con la ficción cinematográfica. Meses después de lo ocurrido con las colmenas de Hackenberg, los investigadores catalogaron el fenómeno como “colapso desordenado de la colonia” (CCD, siglas en inglés de colony collapse disorder). Cinco años después, los interrogantes persisten. Los investigadores han indagado como si fueran forenses científicos en busca de cadáveres que examinar; han realizado autopsias en los animales en busca de parásitos, virus y rastros de insecticidas; han examinado la capacidad reproductora de las abejas madre, y han realizado un sinfín de estudios de toxicidad buscando restos de pesticidas en los granos de polen.

Hasta el momento, no han encontrado a un solo culpable, pero sí muchas pistas, y todas inquietantes. Los inmensos campos de monocultivos que sostienen la agricultura mundial son un festín continuo para legiones enteras de insectos devoradores. La única manera de mantenerlos a raya es rociándolos con nuevas fórmulas de plaguicidas e insecticidas cada vez más letales. Y estas sustancias tóxicas podrían alterar el comportamiento y el sistema nervioso de las abejas. En concreto, un tipo de pesticidas sintéticos –llamados neonicotinoides– atacan los centros del sistema nervioso de los insectos. Cuando las abejas obreras salen para recoger el néctar, entran en contacto con estas sustancias, que alteran su sistema nervioso. Los animales, desorientados, no encuentran el camino de vuelta hacia la colmena –situado a kilómetros de distancia– y mueren lejos. Esto podría explicar el hecho de que los investigadores suelen encontrar los paneles casi vacíos sin cuerpos a su alrededor.

Para Asorey, secretario de la AGA, “la puesta en el mercado de estos pesticidas neurotóxicos y sistémicos coincide con las pérdidas registradas de hasta un 40%”. Si la legión de obreras que parten para recolectar polen no regresa, la colmena no dispone de suficientes individuos y está condenada irremisiblemente a morir.

Los pesticidas podrían tener otro efecto devastador. Debilitan a las abejas y las hace más susceptibles al contagio de patógenos y virus, asegura Polidori. Un tipo de ácaro, el Varroa destructor, “es capaz de destrozar una colonia entera”. Estos ácaros se pegan al cuerpo de las obreras y transmiten un virus letal que deforma el abdomen y las alas de los animales. Con defensas débiles, estos insectos sucumben también ante un parásito unicelular llamado Nosema, que produce esporas que los infectan. Una de las características de la enfermedad radica en un cambio de comportamiento. Las abejas jóvenes que cuidan de las crías de la colmena y que resultan afectadas por el parásito dejan su labor como enfermeras y se convierten en guardianas de la colmena, o en abejas obreras que salen para alimentarse. Al cambiar el ciclo, las crías se quedan desguarnecidas y mueren. La comunidad empieza a derrumbarse desde dentro.



Los apicultores en todo el mundo se enfrentan a un nuevo reto. En Estados Unidos, la cría de abejas se ha transformado en un negocio en el que centenares de miles de colmenas son transportadas a lo largo y ancho del país. Uno de los acontecimientos del año es la polinización de los cultivos de almendros en California. Los apicultores llegan con sus grandes camiones, rocían de antibióticos los panales para mantenerlos libres de enfermedades y alimentan a las abejas con sirope de glucosa. Ante la pérdida de animales, se han llegado a importar abejas desde Australia para mantener la industria de la almendra californiana. Los insectos llegaban a bordo de aviones Boeing 747.

El doctor Eric Mussen, del departamento de entomología de la Universidad de California en Davis (Estados Unidos), es a la vez un académico y un experto apicultor, el puente ideal entre la ciencia entomológica y el mundo real, en el que los apicultores han domesticado y criado a las abejas desde hace siglos. “Cada país es diferente, pero los apicultores están teniendo dificultades para mantener el número de las abejas de sus colonias”, admite Mussen al otro lado del teléfono.

En Estados Unidos, asegura, la mayoría de los apicultores está alejándose de la agricultura comercial masiva. El mensaje de sus colegas orgánicos ha calado, al menos en lo que respecta al manejo de los animales. No hace mucho se acarreaban los panales en vagones junto con caballos, o en camiones mal acondicionados. Pero ahora las colmenas viajan en tráileres preparados con suspensión neumática. Según Mussen, estos largos desplazamientos no suponen un gran problema para los animales, ya que en apenas un par de días se adaptan al lugar y al cambio de horario.

Las importaciones de abejas de otros países también se han suspendido en Estados Unidos por el temor a que con ellas lleguen nuevas enfermedades. Mussen nos advierte de que el porcentaje de pérdidas en la actualidad –entre el 15% y el 20%– es una media estadística, aunque en el caso de algunos apicultores se eleva al 50% e incluso al 80%.

El problema esencial para las abejas, explica Mussen, es conseguir una buena nutrición. Las obreras deben salir para recolectar alimento, polen y néctar de buena calidad. De ellas depende una colmena de miles de individuos a los que tienen que alimentar de manera incansable. Los monocultivos ganan cada vez más terreno, ya que sostienen una agricultura masiva necesaria para alimentar a millones y millones de personas. Para las abejas, este efecto es devastador. Es como si, para los seres humanos, los campos cultivables en todo el planeta se fueran convirtiendo en desiertos de arena.

Una colmena al lado de una gran plantación de maíz está casi condenada a muerte, por ejemplo. Los insectos no encuentran alimento y además se impregnan de insecticidas. La malnutrición afecta a sus defensas y a los sistemas para desintoxicarse. Se hacen más débiles frente a agresores como el ácaro Varroa, detalla Mussen. Para evitarlo, los apicultores suelen rociar las colmenas con sustancias antiparasitarias para mantener lo más baja posible la población de ácaros. Pero muchas veces es como añadir gasolina al fuego. “Con ello aportan otra sustancia química a la cual tiene que enfrentarse el sistema de desintoxicación de la abeja”, que de por sí ya está debilitado. Y los ácaros también contagian los virus, tanto a las larvas como a los individuos adultos.

Los perjuicios que sufren las colonias tienen orígenes distintos –ácaros, los virus que portan, la falta de alimento y las enfermedades importadas de otras abejas–, pero cuando se combinan es como si la comunidad sufriera un ataque multidimensional cuyo efecto se va multiplicando a medida que las defensas de las abejas disminuyen. Los obstáculos se superponen. Este es el punto clave, nos dice Mussen. En una situación de equilibrio, las defensas naturales de las abejas mantienen a raya a los ácaros y a las enfermedades. Pero ahora hay graves agujeros en esas barreras defensivas. La presencia de parásitos en las colmenas es cada vez mayor. Hay una incógnita sobre quién ganará finalmente la batalla, si las abejas o sus enemigos, y todo dependerá de si las defensas se derrumban o no. Por ahora, parece que los parásitos llevan ventaja.

Los pesticidas neonicotinoides son solo una parte del problema, asegura este experto. Ya que en los análisis realizados a los granos de polen se ha observado que “están contaminados por todo tipo de pesticidas y residuos”. La Unión Europea se dispone a restringir el uso de estos pesticidas sintéticos, pero eso significaría colocar en los cultivos otros pesticidas orgánicos igualmente dañinos. Para Carlo Polidori, las abejas nos están mandando un mensaje que recuerda nuestra estupidez. “Sabemos que estos insectos son indispensables para la subsistencia del género humano, pero durante décadas nos hemos dedicado a rociar los campos con plaguicidas. Las abejas nos recuerdan que siempre llegamos tarde”.

¿Qué opciones pueden ofrecer las investigaciones? Quizá podríamos recurrir a otros polinizadores distintos de las abejas de la miel. Existen especies de abejas silvestres que ahora no están domesticadas por el hombre, pero que podrían cultivarse en el futuro para hacer un magnífico trabajo de fertilización. Polidori cita experimentos en los que abejas del género Osmia resultan prometedoras para polinizar almendros y manzanos en España.

A pesar de la gravedad de la situación, Eric Mussen mantiene una visión optimista sobre estos maravillosos insectos. “Las abejas llevan existiendo desde los tiempos de los dinosaurios y las glaciaciones, han sobrevivido a todo eso, así que creo que también van a sobrevivir a los humanos”. Si los apicultores no pueden finalmente mantener los números de abejas en sus colmenas para sostener la polinización comercial, el mundo cambiará. Pero lo haría de forma gradual, con una escasez desigual en la producción de frutas y verduras dependiendo del lugar y de la presencia o no de otros insectos polinizadores. Y, sin duda, con el tiempo las frutas y verduras se convertirían en un manjar al alcance de los más ricos. “Será un proceso lento. No pasaremos de inmediato de la luz a la oscuridad”.

lunes, 29 de julio de 2013

Jorge Robledo dirigió carta a Santos sobre minería


Explotación minera

El Espectador
29 de julio de 2013

En la misiva pide, entre otras, que se respete la voluntad del municipio de Piedras para que no se haga minería en ese municipio.


El senador del Polo Democrático Alternativo Jorge Robledo envió este lunes una carta al presidente de la República, Juan Manuel Santos, en la que, con un tono más mesurado al que se presentó entre ambas partes durante las últimas semanas, expresa su desacuerdo con la política de explotación minera del país.

Robledo señala en la misiva que “es evidente que mientras el gobierno es duro, intransigente, con los pequeños mineros colombianos, a los que estigmatiza, no les atiende sus reclamos y reprime, es blando, flexible, con la gran minería extranjera”.

Así mismo, asegura que el ministro de Minas ha salido a “descalificar la consulta de los habitantes de Piedras, que en 98 por ciento rechaza la muy desproporcionada pretensión de la Anglo Gold Ashanti de transportar a lo largo de setenta kilómetros –de Cajamarca a Piedras– miles de millones de toneladas de rocas”.

En ese sentido, Robledo le manifiesta al presidente Santos “cordialmente, cambiar la política oficial frente a los dos tipos de minería existentes en el país”.

Robledo pide que “se atiendan las justas peticiones de los pequeños mineros aún en paro luego de trece días y cese la campaña de infundios de la Casa de Nariño”. 

De igual forma, solicita que el gobierno anuncie públicamente que "respetará la voluntad democrática de los habitantes de Piedras –expresada por estos David contra Goliat, el alcalde municipal y el gobernador del Tolima– y que, en consecuencia, usted (Santos) empleará su poder político para que dicha voluntad se convierta en realidad, así se perturbe la codicia insaciable de Anglo Gold Ashanti”.


domingo, 28 de julio de 2013

Gobierno firma Contrato Plan por 6.1 billones de pesos para Santander


Prensa Presidencia de la República y Alcaldía de Bucaramanga
28 de julio de 2013 



El Presidente Juan Manuel Santos presentó este sábado a la comunidad de Santander el Contrato Plan, que beneficiará a los 87 municipios de este departamento con inversiones por 6.1 billones de pesos en los próximos cinco años.

 “Un Contrato Plan es sencillamente –y lo copiamos de un procedimiento que tienen los franceses– se trata simplemente de poner en un contrato, como lo dice su nombre: contra plan, las grandes obras. Priorizar para obligar al Gobierno Nacional, a los gobiernos departamentales y a los municipios que participen en ese contrato plan para que las obras efectivamente se pueda hacer”, dijo el Mandatario.

Foto: Presidencia de la República


Explicó que con esta herramienta se evitan los errores del pasado con otros contratos.

Al firmar estos contratos planes ya tenemos una hoja de ruta y ya tenemos cómo exigir. Y eso le corresponde a los ciudadanos exigir el cumplimiento de esos contratos planes”, dijo y añadió que “si viene un nuevo alcalde, un nuevo gobernador o un nuevo presidente, no podrá –como suele suceder– hacer borrón y cuenta nueva para que los proyectos que vienen de atrás queden a medio hacer”.

Señaló que el Contrato Plan “es en cierta forma una garantía de cumplimiento”. El Jefe de Estado explicó que luego de la firma del Contrato Plan, lo que sigue es “acelerar su ejecución”. “Tiene sus tiempos. Son cinco años. Tiene sus prioridades, pero está enmarcado dentro de los que se llama un plan. Por eso es un contrato plan. Y es un contrato plan para unas obras –que repito- van a ser de inmenso beneficio para Santander”, sostuvo.

Obras del Contrato Plan

Foto: Ing. Francisco Javier Dulcey / Prensa y Comunicaciones Gobernación de Santander


Del total de los recursos, la Nación aportará el 85,3 por ciento, mientras que las entidades territoriales participarán con el 9,4 por ciento. Además, este contrato cuenta con una participación de 5,3 por ciento de capital privado.

Son muchos los proyectos que se adelantarán con los 6,1 billones de pesos para el desarrollo de Santander destacó el Mandatario.

Por sectores, las intervenciones en infraestructura de conectividad tienen un costo estimado de 5.5 billones de pesos, que será financiado en un 90 por ciento. Los principales proyectos son:
• Mejoramiento, rehabilitación y pavimentación de la red primaria por 4.5 billones de pesos que incluye el corredor Bogotá-Bucaramanga-Cúcuta, Bucaramanga-Barrancabermeja-Yondó, Los Curos-Málaga, Transversal del Carare y la Troncal Central del Norte.

• Mejoramiento, rehabilitación y pavimentación de la Red Secundaria por 991.000 millones de pesos de los cuales la Nación financia el 46 por ciento, las entidades el 28 por ciento y el sector privado el 26 por ciento.

Se intervendrán alrededor de 925 kilómetros en ocho proyectos, entre los que se encuentran: vía San Gil-Charalá-Duitama, el corredor estratégico Girón-Zapatoca-Troncal del Magdalena Medio, el corredor del Folclor y el Bocadillo, el acceso del área metropolitana de Bucaramanga a la Ruta del Sol y el anillo vial Piedecuesta-Girón.

Foto: Archivo / alcaldia de Bucaramanga


• Otros proyectos son: Estación de Metrolínea y mejoramiento de pista de vuelo aeropuerto de San Gil, por 54.000 millones de pesos.

En desarrollo social, el Contrato Plan para Santander prevé inversiones por 392.000 millones de pesos, financiadas en un 37 por ciento por la Nación, 47 por ciento por el territorio y 16 por ciento por entidades como Ecopetrol, en proyectos de agua potable para Barrancabermeja y los beneficiarios de vivienda rural.

• Algunas de las intervenciones en este sector son: construcción Hospital de Floridablanca, fortalecimiento red de prestación de servicios hospitalarios, plan maestro de alcantarillado para Charalá, construcción del acueducto regional del Chicamocha y construcción de vivienda nueva rural.

Por su parte, los sectores agropecuario y turístico se beneficiarán con recursos por 161.000 millones de pesos del componente de desarrollo económico del

• Sector agropecuario: Estudios de factibilidad planta procesadora de cacao en el departamento por 1.958 millones de pesos, financiados en un 100% por la Nación.

Tomada de imageshack.us/


• Sector Turismo: Parque Acualago; construcción parque interactivo de aprendizaje de Barrancabermeja; construcción Teatro Santander Fase III y V en Bucaramanga, construcción Megaludoteca de Bucaramanga, recuperación del espacio público Alameda de las nieves en Girón y parque temático Piedecuesta, entre otros.

Este es el séptimo Contrato Plan que suscribió el Director del Departamento Nacional de Planeación, Mauricio Santa María, en representación del Gobierno Nacional. En esta ocasión con el Gobernador de Santander, Richard Aguilar y los alcaldes de Bucaramanga, Luis Bohórquez; de Santa Bárbara, José Sandoval; de Barrancabermeja, Elkin Bueno; de Carmen de Chucurí, Alfonso Díaz; de Vetas, David González; de Santa Helena del Opón, Jesús Camacho; de San Andrés, Luz Consuelo Ortiz y del Valle de San José, José Hernández.

Consulta minera en Piedras (Tolima)



El Espectador
Alfredo Molano Jimeno
27 de julio de 2013

La historia de tensión entre habitantes del municipio tolimense y la AngloGold Ashanti.


El municipio de Piedras, Tolima, será hoy el escenario de un inusual proceso de participación ciudadana: sus habitantes decidirán si quieren o no que en su territorio se adelanten proyectos de minería a gran escala. Se trata de una consulta popular que, por primera vez desde que se estableció este mecanismo de participación en la Constitución de 1991, abordará el tema de la explotación de recursos no renovables. En Colombia se han realizado 16 consultas populares, pero en ninguna se ha preguntado sobre la actividad minero-energética.

Los piedrunos responderán sí o no a la siguiente pregunta: “¿Está de acuerdo, como habitante del municipio de Piedras, Tolima, con que se realicen en nuestra jurisdicción actividades de exploración, explotación, tratamiento, transformación, transporte, lavado de materiales, provenientes de las actividades de explotación minera aurífera a gran escala, almacenamiento y empleo de materiales nocivos para la salud y el medio ambiente, de manera específica el cianuro y/o cualquier otra sustancia o material peligroso asociado a dichas actividades, y que se utilicen las aguas superficiales y subterráneas de nuestro municipio para dichos desarrollos o en cualquier otro de naturaleza similar que pueda afectar y/o limitar el abastecimiento de agua potable para el consumo humano, la vocación productiva tradicional y agrícola de nuestro municipio?”.

El ejercicio democrático se realizará luego de que el Tribunal Administrativo del Tolima avalara, en un fallo de finales de junio, la convocatoria al proceso de consulta popular. Según la Registraduría Nacional del Estado Civil un total de 5.105 ciudadanos están habilitados para participar, de los cuales 2.852 podrán hacerlo en la cabecera municipal de Piedras, 1.569 en el corregimiento de Doima, 80 en Guataquicito y 604 en el corregimiento de San Miguel. Cada una de las ocho mesas establecidas por la Registraduría espera recibir un total de 800 ciudadanos.

Pero más allá de la consulta en sí, el trasfondo del asunto esta relacionado con el proyecto de explotación aurífera de La Colosa, en Cajamarca (Tolima), cuya concesión fue entregada a la multinacional surafricana AngloGold Ashanti y que se estipula puede llegar a ser la mina de oro más grande de Latinoamérica, con cerca de 24 millones de onzas del preciado metal. El proyecto minero ha tenido fuertes detractores que advierten que al tratarse de minería a cielo abierto y que se llevará a cabo en una montaña con una altura entre 2.800 y 3.200 metros sobre el nivel del mar, podría haber una fuerte afectación de las fuentes hídricas que nacen en este páramo.

En respuesta a esta preocupación, tal y como lo explicó Sandra Ocampo, gerente de comunicaciones de la AngloGold Ashanti, la compañía “decide reducir la huella ambiental en la montaña y está analizando la posibilidad de poner la infraestructura en otra zona. Doima es una de las 55 regiones que hemos pensado que pueden servir para ubicar un depósito de relave, que es donde se procesa el lodo que queda del proceso del oro”. Desde que se inició el proceso de evaluación de esta posibilidad, se ha presentado una fuerte tensión entre la empresa minera y la comunidad.

Hace un tiempo la AngloGold empezó a realizar los estudios de ingeniería para ver la viabilidad del proyecto en Piedras y desde el principio encontró un ambiente desfavorable. Tan así fue, que el 11 de marzo de este año Cortolima, mediante la resolución 0433, impuso medidas preventivas de suspensión a las actividades no mineras, argumentando que no tenían los permisos correspondientes.

Ocampo sostiene que “los estudios de ingeniería, que incluyen suelos (geotécnicos) y de aguas subterráneas (hidrogeológicos), no requieren permisos. Comprenden actividades de perforación para obtener muestras de suelo y roca, así como el análisis del recurso hídrico, no con fines de aprovechamiento posterior, sino para determinar la estabilidad del suelo y el subsuelo y definir la viabilidad técnica y ambiental de la zona para establecer una planta de procesamiento y un depósito de material. La empresa surtió los trámites requeridos para desarrollar sus actividades. Desde junio de 2012 comenzó una relación con las autoridades de Piedras para informarles sobre el tema, y solicitó y obtuvo las autorizaciones de los dueños de los predios”.

Para la AngloGold, el rechazo ha provenido de desinformación sobre las actividades de la empresa. Para los impulsores del no a las actividades mineras, este proyecto es peligroso ambiental y socialmente. Así lo expresa el sociólogo Héctor Torres, quien afirma que “los habitantes de esa región no van a comer oro. Necesitan agua. Van a quedar sedientos y luego hambrientos cuando ya no puedan cultivar arroz y los productos de pancoger a causa de la gran minería”.

Félix Bonilla, agricultor arrocero de Doima y promotor de la campaña del no, explica que “la Anglogold ha decidido hacer el proceso complementario a la explotación de oro en el municipio de Piedras, ubicado a 50 kilómetros de Ibagué. Van a lavar la tierra con procesos químicos, entre esos la utilización de cianuro. Una sustancia altamente peligrosa, más en una región con tantas fuentes hídricas y dedicada a la agricultura. Hace un año nos dimos cuenta de que esa empresa estaba llegando a la vereda e hicimos un paro. Ahora queremos que los pobladores decidamos sobre nuestro futuro”.

El alcalde de Piedras, Arquímedes Ávila Rondón, también instó a los habitantes de esta región para que salgan a las urnas y expresen su voluntad. “A mitad del año pasado empezó la gente a manifestar la inquietud por un posible daño ambiental por cuenta de las obras que se proyectaban. La comunidad empezó a reunirse y buscar la mejor manera de manifestar su miedo. No estoy en contra de la Anglo Gold, pero estoy a favor de preservar nuestro medio ambiente. Yo he atendido a la empresa con mucho respeto. Ellos han socializado el proyecto de utilizar una parte de la región para poder adelantar la separación del oro en un sitio llamado La Perdiz, pero eso está suspendido”, explicó Ávila.

Pero incluso la misma pregunta de la consulta ha sido motivo de enfrentamiento. Para la vocera de la empresa minera, “la pregunta es tendenciosa y no está apegada a la verdad, porque nosotros no practicamos ese tipo de minería y estamos comprometidos con el medio y la actividad agrícola de la zona”. Los defensores de la iniciativa sostienen, por su lado, que la pregunta recoge las advertencias ambientales y científicas para que la gente entienda la trascendencia de la decisión que va a tomar.

Al final, los piedrunos saldrán a las urnas y expresarán su voluntad. La ley establece que para que la consulta prospere debe alcanzar el 50% de la votación más un voto y deberá participar no menos de la tercera parte del censo electoral del municipio, que en este caso es de 1.702 sufragantes. Luego vendrá otro debate, que desde ya se anuncia será fuerte, y es si una consulta popular alcanza para evitar que el Gobierno Nacional defina áreas para la explotación de recursos no renovables.

viernes, 26 de julio de 2013

Un subsidio en cinco minutos


El Espectador
Héctor Sandoval Duarte
25 de julio de 2013

El Gobierno anunció un mecanismo para que al productor cafetero se le pague el auxilio estatal en el momento de vender el grano.

 


El 17 de julio pasado, el Gobierno y la Federación Nacional de Cafeteros (FNC) se reunieron de nuevo con los representantes del Movimiento por la Dignidad Cafetera para pasar revista a los acuerdos logrados el 8 de marzo en Pereira (Risaralda) tras el paro cafetero y también para intentar desviar el curso de una nueva huelga nacional agropecuaria que se está alistando para el próximo 19 de agosto.

En ese momento, el vicepresidente Angelino Garzón insistió en que a los productores de café se les prometió el pago de los subsidios estatales en el momento en que se comercialice el grano. Sin embargo, ese día el Gobierno respondió a las críticas de Dignidad Cafetera proponiendo un plan de choque que tiene por objeto entregar los subsidios a los pequeños productores que aún no se han visto beneficiados.

Ahora, la fórmula acordada entre el Gobierno y la Federación de Cafeteros consiste en que a los productores se les podrá pagar directamente el apoyo por cada carga de café que vendan. Esta decisión se tomó luego de que la Superintendencia de Industria y Comercio (SIC) considerara viable la implementación de este mecanismo como complemento al actual sistema de pago de auxilios, el cual tarda en promedio cinco días en hacer los desembolsos.

Francisco Estupiñán Heredia, ministro de Agricultura y Desarrollo Rural, explicó que con el nuevo mecanismo “no sólo se dará el valor de la carga de inmediato, sino el incentivo al cafetero. Este sistema tiene que reunir requisitos de carácter tecnológico y unos controles, ya que acá están de por medio los recursos públicos”.

“Para garantizar el flujo de los recursos y la liquidez necesaria en centenares de puntos de compra de café en todo el país, se implementará una solución tecnológica que verifique inmediatamente si el vendedor es efectivamente productor cafetero”, informó el gremio caficultor en un comunicado.

El objetivo es que el mecanismo esté en vigencia en la segunda semana de agosto y dé la posibilidad al productor de obtener su pago en cinco minutos. El primer paso para ello es vender el grano a una cooperativa. Luego, el comprador llama a un sistema que provee la FNC y obtiene la autorización de dar el dinero del apoyo, mediante un código. En seguida se hace el desembolso al productor y, finalmente, a quien compra el grano le llega un mensaje de texto a su celular con un resumen de la transacción (allí se incluyen los datos del caficultor, con el valor del subsidio).

Luis Guillermo Gaviria, representante de Dignidad Cafetera, cree que con esta decisión “el Gobierno se está ahorrando muchos problemas” y considera que pagar el subsidio en el momento de la venta sí es una buena solución. Agregó que “algo que no se habla es de los topes del caficultor. Tenemos una reunión el 2 de agosto para aclarar todas estas dudas. Si nos cumplen los acuerdos del 8 de marzo, los cafeteros no tendrían argumentos para ir a un paro. Eso es un desgaste”.


jueves, 25 de julio de 2013

Pobre Catatumbo


Semana
Álvaro Sierra
24 de marzo de 2012

Abandonada desde siempre por el Estado, entre la guerra, la coca y el invierno, una de las regiones más duras y hermosas de Colombia empieza a vivir el capítulo más difícil de su turbulenta historia.

 Visto desde arriba, El Tarra luce como tantos otros pueblos de Colombia: un reguero de casas apaciblemente asentado frente al río, en un estrecho valle ensombrecido por las nubes. En el tramo final de la carretera que llega de Ocaña, las acrobacias de los viejos Renault que hacen el trayecto y se deslizan con insólita destreza por el fangal de varios kilómetros que desciende abruptamente hacia el poblado, concentran toda la atención del viajero que llega a un lugar reputado como uno de los sitios más peligrosos del país. Justo antes de las primeras casas, el conductor entrega 5.000 pesos a una joven que levanta la guadua que cierra el paso. Doscientos metros más adelante, una base militar flanqueada por garitas con sacos de arena pintados de verde y centinelas en arreos de combate domina el casco urbano. El centro y el parque, llenos de gente y de motos, se vacían no bien cae la tarde, como todo el pueblo. La gente se acuesta temprano –unos en sus casas y, por estos días, otros, fuera de ellas, en albergues improvisados– rogando que amanezca pronto y, al menos esa noche, no pase nada en El Tarra, un polvorín que, como todo el Catatumbo, encierra las claves del futuro de la guerra y la paz en Colombia.

“Dos pelaos de civil, con pistolas, me pararon, me obligaron a atravesar el bus y a salir corriendo”, cuenta al día siguiente Jairo, chofer de uno de los buses que todavía se arriesgan por estas carreteras. Desde la madrugada, su vehículo, pintado con letreros en aerosol negro que dicen “carro bomba” y “Farc.EP”, bloquea la pantanosa vía de bajada hacia El Tarra, a unos dos kilómetros del pueblo. Tomará cerca de una semana que peritos en explosivos lleguen de Cúcuta o Bogotá a verificar si se trata de un falso carro bomba o uno de verdad. En el día, los viajeros se limitan a desmontar del vehículo en el que llegan, pasan junto al bus y caminan hasta el pueblo, cargando hijos y corotos. Pronto los mototaxis acuden a prestar servicio a los viajeros. “Los prudentes apagan el celular para pasar al lado del bus; los demás, pasamos y listo”, cuenta uno. “Es la segunda vez que me pasa”, concluye Jairo, resignado.

Viajar al Catatumbo es ir a otra Colombia. Escenas como la de este bus que paraliza una carretera una semana, cilindros que la guerrilla lanza contra instalaciones militares y acaban aterrizando en casas vecinas y bombas que matan por igual uniformados y civiles son las noticias que los medios nacionales publican con macabra regularidad desde comienzos del año sobre El Tarra y los demás pueblos de la región. Para el resto de Colombia, el Catatumbo es el país de la guerra. Y lo es, también, para el gobierno, que está enviando miles de soldados de la recién creada Fuerza de Tarea Conjunta Vulcano para combatir a las Farc y el Eln en uno de sus santuarios y a grupos de fuerzas especiales para buscar, entre otros, a Timochenko e Iván Márquez, los dos jefes de esa guerrilla que se cree se mueven entre esa región y Venezuela, y a Megateo, que lidera una facción narcotizada del antiguo EPL.

Pero el Catatumbo no es un teatro de guerra, o al menos no es solo eso, para sus habitantes. A ellos, más que los tiros y las bombas, les preocupan otras cosas. Y por eso también, viajar al Catatumbo es ir a otra Colombia. Una donde, en medio de la guerra, la vida ordinaria continúa y se oyen otros clamores.

Otros clamores

“Hay factores que perjudican a la gente más que el orden público; hay problemas más importantes a los que los atentados les hacen una cortina de humo”, dice Yeison Claro, secretario de gobierno de El Tarra. Y esta no es solo la visión de un funcionario. A lo largo de la semana en la que este corresponsal recorrió el Catatumbo, en cada pueblo toda la gente con la que habló insistió en los mismos tres problemas básicos, que llevan décadas sin solución: la salud, la educación y la carretera.

El puesto de salud de El Tarra tiene las paredes desconchadas por el agua de las goteras. La radio no sirve. La ambulancia lleva cuatro meses en reparación y los enfermos de urgencias deben pagar bus o expreso hasta Tibú u Ocaña. Un anciano con edema pulmonar que enviaron a Tibú murió en el camino. “Llegó a las siete, salió en el bus de 11 y a la 1 estaba muerto”, cuentan, apesadumbrados, los médicos. El dispensario de drogas está vacío y no hay oxígeno. El electro sacó la mano y no hay reanimador cardiovascular. A la camilla de partos, forrada en un plástico rojo barato pegado con esparadrapo, le faltan los estribos ginecológicos: “a las mujeres se les resbalan los pies y no pueden pujar”, dice el doctor José Rangel. A él y a su colega Armando Sánchez, les deben varios meses de salario. “Nadie quiere venir a El Tarra –dice este último–. Un colega vino a reemplazarme en diciembre y después de la primera balacera se fue”.

El puesto de salud de La Gabarra luce mucho mejor. El ejército lo pintó y donó una silla de odontología. Pero la máquina de rayos X lleva un año sin instalar. El centro tiene dos ambulancias: según informaron, una está desarmada, en un taller en Cúcuta, hace cuatro meses, y la otra, luego de pasar otro tanto en reparación, llegó sin luces, sirena ni doble tracción. Sin esta última es impensable recorrer los 70 kilómetros hasta Tibú, que en invierno pueden tomar 10 o 12 horas por el indescriptible estado de la vía. Sin ambulancia que haga la ruta no hay reposición de drogas y los pacientes graves deben enviarse por río hasta Venezuela, donde les permiten trasladarlos por carretera hasta la frontera, cerca a Cúcuta. La ambulancia de Las Mercedes estuvo varada 28 días a un lado del camino antes de que la llevaran al taller. “Aquí hay dos tensiones: el orden público, y que llegue un paciente grave, sin ambulancia, al que toque decir: ‘búsquese la funeraria”, dijo uno de los médicos con los que habló este corresponsal.

El año escolar raramente empieza a tiempo en el Catatumbo. La rectora del colegio de El Tarra debió irse, amenazada. “Hay seis profesores para 400 estudiantes, así que el estudiante llega a clase a la hora en que hay profesor, estilo universidad”, dice una de las educadoras, quejándose de que, como muchos colegas salen huyendo por los tiros, sus reemplazos solo llegan meses después de iniciado el año lectivo. En febrero, las clases aún no arrancaban en forma en La Gabarra. En Las Mercedes, Ronaldo Mendoza, rector del colegio, cuenta que le faltan nueve profesores, que salieron apenas empezaron los ataques de las Farc contra la estación de policía. “Apenas sonaron unos tiros y se fueron”, se lamenta, explicando que trata ahora de que el gobierno departamental contrate profesores maestros oriundos del pueblo, que no se irían tan fácilmente.

Y la carretera… El mantra de los habitantes del Catatumbo es la carretera. Aquí las distancias no se miden en kilómetros sino en horas. La vía más importante de Norte de Santander, entre Cúcuta y Ocaña, es una cinta de asfalto que parece que alguien hubiera cañoneado, interrumpida por troneras que doblan el tiempo del recorrido, y salpicada de derrumbes en medio de precipicios de vértigo. De Sardinata a Las Mercedes hay apenas 47 kilómetros… de charcos, pantanos y boquetes en los que invierten hasta seis horas de saltos y traqueteos las camionetas cuatro por cuatro especialmente suplementadas que prestan el servicio público. La alcaldía de El Tarra llevaba la basura a Tibú, pero el río acabó hace meses con el puente a la entrada del pueblo y ya no hay paso. Ahora, le cuesta una pequeña fortuna mensual pagar el camión que la transporta a Ocaña por la única otra vía de acceso. 



Esta carretera, pese a los fangales, se mantiene abierta por un milagro de organización social: las juntas de acción comunal decidieron instalar peajes voluntarios a lo largo del camino y cobrar desde 5.000 pesos a vehículos pequeños hasta 15.000 a camiones, para invertir lo recolectado en el mantenimiento de la carretera. La guadua que una joven levanta a la entrada de El Tarra es parte de este sistema que, desde su inicio en junio hasta enero de este año, recolectó 430 millones de pesos. SEMANA asistió a una reunión de cerca de 30 personas donde se rindieron cuentas del peaje. “Si no se hubiera hecho esto, no tendríamos carretera”, dijo uno de los líderes. Por todo el Catatumbo, cada vereda responde, con trabajo comunitario, por la manutención de un tramo de las vías más pequeñas. En esto, como en todo, lo que debería hacer el Estado por la gente, lo hace la gente por sí misma.

Y ahora, la guerra

Sin embargo, más allá de estos clamores, es innegable que la guerra es una realidad avasalladora en el Catatumbo. No solo porque lleva décadas sino porque está a punto de entrar en una nueva fase. Y el resultado es incierto.

“Yo venía de Ocaña en la moto cuando un muchachito me pidió llevarlo –cuenta un habitante de El Tarra–. Tendría 10 o 12 años. ‘¿Para dónde vas?’, le pregunté. ‘Voy a comprar un novillo’, contestó. ‘Tengo un millón doscientos’. Aterrado, le pregunté de dónde tenía ese dinero un niño de su edad. ‘Tengo mata’ –me dijo sin parpadear– ¿usté no?’”.

El Catatumbo lleva treinta años con “la mata”, como llaman a la coca. Y le han tocado todas las violencias. Las primeras guerrillas, el Epl y el Eln, llegaron a fines de los setenta y comienzos de los ochenta. Años después vinieron las Farc. Y la economía cocalera se instaló para quedarse. Cuando los paramilitares inauguraron con dos masacres el lustro de terror que duraría hasta su desmovilización en 2004, y obligaron a las Farc y el Eln a replegarse, La Gabarra era, después de La Hormiga (Putumayo), uno de los grandes centros de producción de cocaína en Colombia y en sus calles atiborradas de cocaleros que tiraban el dinero a manos llenas se mataban hasta 300 reses un domingo.

El último informe de la Comisión Nacional de Reparación calcula que, entre 1997 y 2009, hubo en la región 25 grandes masacres con 203 muertos, 72.000 desplazados (la población de sus seis municipios ronda hoy las 109.000 personas) y 430 víctimas de minas antipersonales. Norte de Santander es el departamento con más desapariciones forzosas en Colombia y Catatumbo encabeza, de lejos, la lista. Los ‘paras’ llegaron a tener una cárcel, un lóbrego calabozo de cemento y rejas oxidadas, donde encerraban a quienes se disponían a torturar y matar, que hoy sigue en pie en la vereda El 60, mudo testimonio de una de las épocas más horrendas del Catatumbo. Y no solo ellos protagonizaron horrores. A las Farc se les atribuyó, entre muchos otros, la matanza de 34 raspachines en una vereda de La Gabarra, en 2004.

Hoy el Catatumbo es quizá el único lugar de Colombia donde las Farc lograron copar los espacios dejados por los paramilitares. “Ven todo, saben todo”, dice un habitante. Según cuentan en voz baja, cobran en La Gabarra ‘impuesto’ a todos los negocios, que muchos viajan a pagar a un corregimiento vecino en el que las casas están ‘censadas’, como dicen por estos lares, con letreros pintados conmemorativos de Marulanda y Jojoy. La frontera les pertenece. Controlan el transporte por los ríos, por los que viajan gasolina, cemento y otros insumos para el procesamiento de la coca. A lo largo del río Catatumbo se ven ocasionales ‘cocinas’ en las que la hoja es transformada en pasta. Cargadas de grandes timbos azules de gasolina, recuas de mulas –los “carrotanques del Catatumbo”, las llaman– se encaminan hacia las zonas rurales bajo su control, ahora alrededor de los poblados de San Pablo y El Aserrío, en el municipio de El Tarra, adonde se ha desplazado el cultivo en los últimos años.

Los guerrilleros se aparecen en las carreteras cuando quieren y han decretado ‘paros armados’ que se cumplen a rajatabla. Administran justicia y resuelven pleitos entre los campesinos. ‘Tocó ir río abajo’ dice la gente cuando la citan, y acude sin falta. Han llegado a censar la población de algunas zonas, para solo dejar entrar a los que figuran en sus registros. Se habla –cosas que este corresponsal no pudo verificar por sí mismo– de ‘cristalizaderos’ (laboratorios para fabricar cocaína) en la frontera, de complicidades con la Guardia venezolana. En un pueblito cercano a La Gabarra las Farc colgaron en diciembre en un cartel de Feliz Navidad. “Uno ve que la guerrilla va para atrás en muchos sitios, pero aquí no; la guerrilla va para adelante aquí”, dice un conocedor de la región.

Después de años sin autoridad, durante el gobierno de Álvaro Uribe se instalaron estaciones de policía en los pueblos. En El Tarra, contra las normas del derecho internacional, parte de la base militar está dentro del casco urbano. Las Farc las han declarado objetivo militar y, además de sembrar el pánico poniendo al paso de las patrullas de soldados y policías bombas que a menudo cobran víctimas civiles, han ordenado evacuar las viviendas en cien metros a la redonda. En las noches, llueven los cilindros y los disparos contra los puestos oficiales, que responden hasta con morteros. El resultado más notorio de este fuego cruzado son muchas viviendas destruidas y una de las formas de desplazamiento más insólitas de Colombia: el desplazamiento para dormir. La gente que vive cerca a retenes e instalaciones policiales y militares, abandona su casa no bien cae la tarde y se dirige a las de familiares o a refugios improvisados. Los días que este corresponsal pasó en El Tarra, poco después de que varias viviendas y la Alcaldía se vieran afectadas por explosiones, un centenar de personas pasaba la noche en la Casa de la Cultura, y la alcaldía los registraba como desplazados.

Estado en uniforme

Ahora, el Estado, que lleva medio siglo de espaldas al Catatumbo, ha anunciado que, por fin, va a llegar. Para empezar, lo está haciendo en uniforme. La Fuerza de Tarea Conjunta Vulcano, que comanda el general Marco Lino Tamayo, sumará, junto a la Brigada XXX, cerca de 7.000 hombres, que planean lanzar una ofensiva en la retaguardia estratégica de las Farc, el Eln y Megateo. La respuesta no se ha hecho esperar y, por eso, el conflicto armado arrecia desde fines de año por todo el Catatumbo.

El general Tamayo es conciente de que los militares no la tienen nada fácil, y su meta es, en uno o dos años, “generar condiciones de seguridad que permitan al Estado ingresar con todo el tren social”. Esa es la otra componente: el Plan de Consolidación, que combinará, según se anuncia, la coordinación de la inversión social y de desarrollo con la erradicación de la coca. Según Álvaro Balcázar, director de la recién creada Unidad de Consolidación Territorial, el Catatumbo será objeto de la mayor inversión entre todas las zonas de consolidación, cerca de 2,3 billones de pesos hasta 2014. La erradicación de los cultivos, manual y con aspersión aérea, está a punto de empezar.

El reto del gobierno es colosal. Si bien los atentados recientes de las Farc han generado indignación entre la gente pues la mayoría de las víctimas son personas y bienes civiles, como dijo un funcionario departamental, “hay una resistencia muy fuerte en las comunidades a la fuerza pública”. Décadas de abandono y olvido del Estado solo le dejaron al Catatumbo la coca como única economía y la guerrilla como autoridad casi exclusiva. Venir ahora a intervenir manu militari tendencias que llevan al menos treinta años, en una región que ha protagonizado docenas de paros cívicos y cocaleros y que tiene una tradición de organización comunitaria que ni la barbarie paramilitar logró acabar, será inmensamente difícil.

El invierno ha sido, quizá, la más patente muestra de las debilidades del gobierno. Aunque llegaron mercados y ayudas, de las casas de La Gabarra siguen sacando en carretillas todavía el barro seco que quedó de la inundación que, en noviembre, anegó medio pueblo. El puente caído en El Tarra, las carreteras intransitables, las casas derruidas por las crecidas siguen ahí, meses después, como recordando al gobierno su inmensa deuda con el Catatumbo. Y ya empieza a llover de nuevo.

Además del desafío de ganarse los corazones y las mentes de la población, como dice un veterano conocedor de la región aquí están en juego “cuatro realidades bastante peligrosas, cuatro huevitos: el del narcotráfico, el de las tierras, el extractivo y el de una frontera politizada”. Por eso, esta región de montañas vertiginosas rebosantes de agua y niebla y de planicies ardientes de petróleo, carbón y palma, es un laboratorio de la paz y la guerra en Colombia. De lo que haga o deje de hacer el gobierno, de las promesas que cumpla o no y de la conducta de los militares frente a la población civil depende no solo lo que pase en el Catatumbo sino, quizá, en el conflicto en Colombia.

Lo más difícil será superar la desconfianza de la gente. El Catatumbo ha oído ya muchas promesas. Como dice don Bernardino Carrero: “este enero hizo 27 años que llegué a La Gabarra, y la carretera estaba llena de enterraderos y pantanos. Veintisiete años después sigue siendo la misma carretera”. ¿Será otra antes de que acabe el gobierno Santos?