domingo, 5 de julio de 2015

Cafés cocteleros


El Espectador
Hugo Sabogal
4 de julio de 2015

En charlas con varios de los protagonistas del Día del Café, celebrado en Colombia el sábado 27 de junio –y sobre el cual comenté la semana pasada–, han surgido interesantes historias sobre formas menos convencionales de tomarse la bebida. 

Olvidémonos del café como acompañante del desayuno o complemento del almuerzo o la cena. O como cálido y delicioso cómplice para animar lazos familiares y de amistad. Lo entretenido es también poderlo disfrutar como ingrediente dentro de una amplia gama de preparaciones con bebidas espirituosas o, incluso, gasificadas.

Para los españoles el tema no es nuevo, pues el famoso carajillo –mezcla de café caliente con aguardiente de orujo, brandy o ron– ha acompañado a muchos trabajadores ibéricos a despertarse y llenarse de energía antes de empezar la jornada laboral.

Y los irlandeses lo han llevado a nuevas alturas mezclándolo con whisky para obtener el célebre Irish Coffee, introducido en los años cuarenta tras la suspensión de un vuelo en el aeropuerto de Foynes. Bastó un sorbo para bajar la tensión de los viajeros. Hoy se sirven, a diario, miles de Irish Coffees en bares y restaurantes de todo el mundo.

Y si vamos un poco más atrás, nos encontramos con que, desde finales del siglo XVIII, los suecos mezclaban café con vodka.

Unir café y licor es un asunto de afinidad natural. Esto se debe a que los efectos estimulantes de la cafeína contrarrestan los efectos depresivos del alcohol, dejándonos en un estado de alerta, pero totalmente desinhibidos.

Entre nosotros, echarle aguardiente de caña o ron a una taza de café no es extraña. Sin embargo, se ha tratado de una costumbre familiar más que de una estrategia comercial.

Recientemente, tras una alianza entre Luis Fernando Vélez, productor de café de origen, y el grupo de restaurantes DLK, importador de varias ginebras, se ha desarrollado un coctel que sirve como aperitivo o bajativo, y que se ha denominado Café-Martini.

Llegar al punto de combinar café y ginebra no es cosa de adolescentes. Hubo que sentarse a analizar todos los componentes del destilado y compararlos con los elementos organolépticos del café.

El primer análisis llevó a concluir que la ginebra Citadelle de origen francés compartía con el café elementos vitales, y más cuando se trataba de un café de la marca Amor Perfecto, con granos de Nariño, región que, precisamente, le permitió a Vélez conseguir en junio una de las dos medallas de oro y otra de plata que obtuvo en el Concurso de Cafés Tostados en Origen, auspiciado por la Agencia Francesa para la Valoración de Productos Agrícolas.

Inspirados en los Espresso-Martinis de otras latitudes –que agregan azúcar y otros edulcorantes para reducir el amargor del café–, Vélez y DLK desarrollaron una versión de Amor Perfecto con Citadelle, que dejaba a cada bebida manifestar sus atributos aromáticos y gustativos naturales, sin más intervenciones. En particular, el café de Nariño aportó su dulzor natural, algo muy común en la mayoría de cafés suaves colombianos.

Y lo más interesante fue que, una vez batida la mezcla, apareció una crema de buen cuerpo como la del espresso para darle mayor vistosidad a la copa.

La mezcla obra como un buen aperitivo, porque refresca y reanima al mismo tiempo.

“Lo interesante del ejercicio es mostrar que el espectro del café va más allá de lo que hasta ahora hemos estado acostumbrados, y esto abre una serie de oportunidades hacia el futuro”, dice Vélez.

Y uno de esos caminos acaba de anunciarse con motivo del verano en el hemisferio norte. Es el Coffee-Tonic, ya presente en Colombia, Vélez ha preparado una versión con Amor Perfecto.

Grupo DLK. De manera que ahí tienen los comensales dos oportunidades para aumentar su experiencia cafetera en estos días, en los que la bebida nacional amplía su radio de acción hacia más y mejores consumidores.


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