El Espectador
José Manuel Restrepo
13 de junio de 2015
Tal como lo demuestran las cifras, en los últimos 20 años Colombia ha perdido de forma continua participación en el mercado mundial del café, al pasar del 18% en 1995 al 8% en 2014.
Enhorabuena la Misión Cafetera desnudó problemas y razones
asociados con lo anterior, como el aumento en los costos de producción,
la rigidez en el modelo institucional (que se mantuvo intacto aun
después de abandonar el Pacto Cafetero mundial), ineficiencias en el
modelo institucional (llámese Federación-Gobierno a través del Fondo
Nacional del Café), la excesiva dependencia del gremio de los recursos
del Estado y el conflicto de intereses y la poca transparencia en la
institucionalidad cafetera en la que se confunden roles de competidor y
regulador del mercado interno del café.
El
crecimiento del país y la formalización laboral sin duda han elevado el
costo de la mano de obra en Colombia, que es el principal costo de
producción de los cafeteros. Sin embargo, ayudas directas como el
Programa de Protección al Ingreso Cafetero (PIC), vigente en 2013 y
2014, no induce mejoras en la competitividad, al no estar atado a
incentivos para que los productores realicen algún tipo de práctica que
eleve la productividad, y por lo tanto no mejoran la situación a la que
se enfrentan los caficultores. Por el contrario, causan mayores
distorsiones al sector, ya que la mayoría de los recursos dispuestos por
el Gobierno terminan en las arcas de caficultores que no necesitan ese
tipo de apoyos.
En lugar de seguir “botando
subsidios”, lo que el Gobierno debe hacer para apoyar el sector es
impulsar la competitividad. Si va a haber subsidios, es mejor
concentrarlos en actividades como investigación y desarrollo. Esta
generación de nuevo conocimiento aplicado es la clave para generar un
mayor valor agregado que les permita a los caficultores mejorar su nivel
de ingresos, pues dado nuestro tipo mayoritario de caficultura (de
ladera) y las actuales regulaciones, muchos de los esfuerzos por reducir
costos serán en vano.
Para lograr un ambiente
competitivo se requiere además una separación clara entre el gremio y el
Estado. Este último debe proveer mejores condiciones al caficultor en
educación, salud, vías, entre otras, que tradicionalmente habían asumido
los cafeteros en sus regiones. El Gobierno debe retirarse del Comité
Nacional de Cafeteros, pues la política gremial no le concierne y al
final de cuentas termina comprometido con las decisiones que allí se
toman. Y por otra parte, las instituciones cafeteras deben concentrarse
exclusivamente en aumentar la competitividad e incrementar la cobertura
(hoy un 50% de caficultores han recibido muy poco apoyo de la
Federación, según estudios recientes).
Además, la
institucionalidad cafetera debe ser más liviana y menos dependiente de
los recursos del Estado. En la actualidad hay muchos gastos asociados
con comercialización que indirectamente terminan pagando los
productores. Una sugerencia es que en el próximo contrato de
administración del Fondo Nacional del Café debe darse un gran ajuste en
la cuota de administración, ya que su valor es cercano del 50% de la
contribución cafetera y en su cálculo se incluye la actividad comercial
realizada por la Federación como entidad privada. Con el agravante que
según estudios recientes buena parte del destino de los recursos son
para actividades que poco tienen que ver con el café.
Otro
punto fundamental es la privatización del negocio de comercialización
del café. Este es un negocio rentable, pero no se da en igualdad de
condiciones entre la Federación y el resto de los exportadores privados.
Además, el hecho de que la Federación sea juez y parte en la regulación
de exportaciones no permite que haya un entorno competitivo adecuado
para el desarrollo de esa actividad. Adicionalmente, el negocio de
exportación de café es incierto y riesgoso, y no debe ser el sustento
del Fondo Nacional. Conveniente sería trasladar dichos recursos a la
Federación con reglas de juego privadas y que conserven valor.
Buena
parte de estos cambios debiesen darse ahora que se viene sangre nueva a
la dirección de la Federación y que el país reclama eficiente
inversión, gastos públicos y roles precisos para que nuestros modelos
productivos sean realmente competitivos.
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