jueves, 21 de mayo de 2015

Cambios cafeteros


Editorial 
El Espectador
20 de mayo de 2014

EL RETIRO DE LUIS GENARO MUÑOZ de la gerencia de la Federación Nacional de Cafeteros ha causado numerosas reacciones. Muchos de sus contradictores gremiales han respirado con alivio, en tanto que buena parte de la dirigencia cafetera ha lamentado su decisión

Observadores y analistas, entre ellos el director de la misión del café, Juan José Echavarría, han visto en la salida de Muñoz una oportunidad para exponer sus tesis provocadoras, que en esencia buscan cortar cualquier nexo del Estado con la Federación. Seguramente en las próximas semanas, cuando surjan más nombres para reemplazar al gerente en medio del debate asociado con las elecciones regionales y con un incierto precio internacional del grano, tendremos más perspectivas y posiciones sobre el debate cafetero.
 
Para entrar en ese debate, sin embargo, conviene revisar lo que deja el gerente que se retira, que no es poco. En estos seis años en que estuvo a cargo del gremio cafetero enfrentó una revaluación persistente, un ataque de roya sin precedentes y una ola invernal que tuvo un significativo impacto en la cosecha. En medio de esas condiciones complejas logró una reconversión cafetera sin precedentes en la historia de Colombia. Renovar más de 3.300 millones de árboles, la mayoría resistentes a la roya, no es tarea fácil, y ningún otro sector lo ha logrado. El cambio en las cifras de productividad y de cosecha es, sin duda, su principal ejecutoria, y las cifras no mienten.
 
Empero, se nos antoja que el más significativo de los logros institucionales de Luis Genaro Muñoz fue la profundización de la democracia cafetera. Propios y extraños, contradictores o no, deben reconocer que el mayor activo de la Federación y sus comités de cafeteros es su legitimidad, reflejada en una participación electoral para elegir sus cuadros directivos que supera el 67%. Muñoz habrá de ser recordado como uno de los gerentes quizás más cuestionados por sus representados, pero a su vez como el que más trabajó para que el gremio fortaleciera su democracia y sus elecciones.
 
En el debate sobre el futuro de la Federación, entonces, conviene tener una conversación más profunda sobre las instituciones cafeteras, que reconozca sus avances, sus retos, su necesidad de reformarse, claro, pero también sus limitaciones. Un debate que defina las expectativas y su capacidad de acción en el mundo de lo real. Como durante muchos años la Federación reemplazó al Estado en las zonas cafeteras, aún hoy muchos, sobre todo en las regiones, piensan que es quien determina el precio del café y quien, además, todo lo debe hacer y todo lo tiene que resolver.
 
Aunque hoy no tiene los recursos para seguir haciéndolo, ni en un mundo ideal es conveniente que nadie reemplace al Estado, la Federación y sus comités de cafeteros constituyen una institucionalidad excepcional en la Colombia rural que sería lamentable desconocer de tajo porque no exista tal cual en otros lugares del mundo, que es la idea que viene haciendo camino. Un país con las inequidades que vivimos, donde el Estado ha sido un ausente permanente en el campo, difícilmente va a alcanzar el desarrollo rural deseado con una simple receta de libre mercado y privatización. La limitada capacidad de actuar que han demostrado el actual y los anteriores gobiernos en las zonas rurales —fuente y alimento del conflicto armado— hace necesario valorar la institucionalidad cafetera de una forma más profunda. Es importante que el proceso de selección del nuevo gerente no se tome a la ligera y contribuya a fortalecer la institución. Colombia no puede darse el lujo de sacrificar una institución que tiene arraigo y capacidad de gestión en el campo, cuando eso es lo que más falta hace allí.


 

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