sábado, 4 de enero de 2014
una aventura
El Espectador
Diana Castro Benetti
3 de enero de2014
Meditar tiene su truco, y aunque las técnicas sean variadas, vengan de donde vengan, lo esencial puede estar siempre en otro lado.
Si es simple es una delicia y si no, puede ser tontería. Hay técnicas de meditación para bajar el estrés y el colesterol o para aumentar la sensación de éxito personal. También las hay que revitalizan las células o que iluminan al más oscuro. Meditar no tiene por qué ser una contorsión exótica ni tampoco erótica. No es únicamente para sabios ni para locos sectarios del peace and love. Puede ser una forma de espantar la soledad o de atraer a los mosquitos. No hay reglas verdaderas ni únicas. A veces, las viejas memorias son un tema por resolver; otras, los besos nunca dados o los errores más nefastos son la insoportable cantaleta mental. Sentarse con la espalda recta puede inducir malestares y desarrollar alergias. Es todo un dolor de cabeza encontrar un minuto y una quijotada poner en blanco la mente.
En realidad, meditar es tener unos minutos, casi segundos, para expandir la atención en la actividad o en la quietud cotidianas. Es abrir un espacio en la agenda y dejar que la creatividad y el aprecio sean parte del día. Meditar puede ser una caminata, una cena con amigos o el profundo silencio matutino. Es escuchar el viento, los pájaros o comprender el pensamiento inútil. Es ver una estrella fugaz.
No hay que cerrar los ojos como tampoco hay que abrirlos; no hay que ser budista ni monje zen ni tampoco vender las pertenencias. Tampoco es la locura ni mucho menos la garantía de la sabiduría. Sin posturas, sin requisitos, sin exageraciones o falsas luces, es fundamental tener un espacio para sí. Meditar es la manera más sencilla de retornar a lo que somos sin tapujos ni mentiras. Es conectarse con la fuerza de un cosmos que se mueve, brinca, se expande, ama y se deja apreciar sin pedir nada a cambio. Es sólo la apreciación del instante. Es una respiración sutil y parar.
Meditar es la más grande aventura personal o colectiva. Única y maravillosa. Meditar es la alegría de celebrar la vida. Meditar es el viaje más largo, el más interesante y el menos aburrido. Es una experiencia y nunca una teoría. Un viaje en el que la paz puede llegar de improviso o la felicidad atacar de costado. Paisajes diversos, de bajo costo y colorido variado, meditar es como entregarse a la belleza del infinito y volver para el deleite de un pan caliente. Meditar es ver todas las posibilidades de la flor de loto y sus mil pétalos. Es investigación.
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