martes, 18 de octubre de 2011

silencio y soledad muestran la presencia de Dios



“El fuerte deseo de entrar en unión de vida con Dios abandonando todo lo demás, todo lo que impide esta comunión, dejándose aferrar por el inmenso amor de Dios para vivir sólo de este amor”, mediante la soledad y el silencio, es el núcleo de la espiritualidad de la comunidad cartujana, fundada por San Bruno.

El Papa explicó que el progreso técnico ha hecho la vida del hombre más cómoda, pero también “más agitada, a veces convulsa”. El desarrollo de los medios de comunicación hace que hoy se corra el riesgo de que lo virtual domine sobre lo real: “Cada vez más, incluso sin darse cuenta, las personas están inmersas en una dimensión virtual, a causa de los mensajes audiovisuales que acompañan su vida desde la mañana hasta la noche. Los más jóvenes, que han nacido ya en esta condición, parecen querer llenar de música y de imágenes cada momento vacío, casi por miedo a sentir, precisamente, este vacío. (…) Algunas personas ya no son capaces de permanecer largo tiempo en silencio y soledad”.

Esta condición sociocultural “pone de relieve el carisma específico de la Cartuja como un don precioso para la Iglesia y para el mundo, un don que contiene un mensaje profundo para nuestra vida y para toda la humanidad. Lo resumiría así: retirándose en el silencio y la soledad, el hombre, por así decir, se ‘expone’ a ese aparente ‘vacío’ al que aludía antes, para experimentar en cambio la Plenitud, la presencia de Dios, de la Realidad más real que hay. (…) El monje, abandonando todo (…), se expone a la soledad y al silencio para no vivir de otra cosa que de lo esencial, y precisamente viviendo de lo esencial encuentra también una profunda comunión con los hermanos, con cada hombre”.

Esta vocación “halla respuesta en un camino, en la búsqueda de toda una vida. (…) Llegar a ser monje requiere tiempo, ejercicio, paciencia (…) Pero en esto consiste la belleza de toda vocación en la Iglesia: en dar tiempo a Dios para que actúe con su Espíritu, y a la propia humanidad para formarse, para crecer según la medida de la madurez de Cristo, en un particular estado de vida. En Cristo está el todo, la plenitud; nosotros tenemos necesidad de tiempo para hacer nuestra una de las dimensiones de su misterio. (…) A veces, a los ojos del mundo, parece imposible permanecer durante toda la vida en un monasterio, pero en realidad toda una vida es apenas suficiente para entrar en esta unión con Dios, en esa Realidad esencial y profunda que es Jesucristo”.

“La Iglesia tiene necesidad de vosotros, y vosotros necesitáis a la Iglesia –dijo el Pontífice para finalizar-. También vosotros, que vivís en un aislamiento voluntario, estáis en realidad en el corazón de la Iglesia, y hacéis correr por sus venas la sangre pura de la contemplación y del amor de Dios”.

En la visita del Santo Padre, Benedicto XVI, a la Cartuja de los santos Esteban y Bruno en la Serra San Bruno (Vibo Valentia) el pasado 9 de octubre.

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