lunes, 24 de octubre de 2011

Abrazados a la vida




Diario de Navarra
LUIS GUINEA

22-10-2011

El 16 de junio el colombiano Mauricio Soler (Movistar) coqueteó con la muerte en una carretera de Suiza. Cuatro meses y seis días después se recupera en Pamplona con su mujer, Patricia.

HASTA el pasado 16 de junio, la vida de Juan Mauricio Soler rodaba deprisa, empeñado en volver a brillar, como cuando fue el mejor escalador del Tour de Francia en 2007. Pero un pequeño bordillo elevado en la carretera, apenas 10 centímetros, cambió su existencia. La rueda delantera de su bici chocó contra él, circulaba a 70 por hora en la sexta etapa de la Vuelta a Suiza. Era líder. Salió catapultado con tan mala suerte que se estampó contra el poste de acero del vallado de un parque infantil próximo. En impacto fue brutal. Soler sufrió una quincena de fracturas, la más grave en la base del cráneo, que lo colocó al borde de la muerte. Hoy Mauricio camina despacio, a pasitos, por Pamplona. Lo hace del brazo de su mujer, Patricia. Ésta es su historia, la aventura de quien se agarra a la vida tras cuatro meses de lucha y superación.

El 16 de junio Patricia Flórez, la mujer de Soler, se encontraba en su casa en Ramiriquí, Boyacá (Colombia) cuidando del pequeño Mauricio, que entonces tenía nueve meses. Cuando recibió la llamada del equipo Movistar y le dieron la noticia del percance, no se anduvieron con paños calientes. Su marido había sufrido un gravísimo accidente en Suiza y su estado era crítico. "Al subir al avión me hice a la idea de que me iba para repatriar el cadáver de mi marido", comenta.

Patricia llegó prácticamente dos días después al hospital St Gallen, en Suiza. Pensó que se iba a encontrar a Mauricio muerto, y si no con aspecto catastrófico, pero no fue así. El ciclista estaba externamente bien, sólo tenía dos pequeñas heridas y presentaba un aspecto algo pálido.

Mauricio Soler estaba entubado, en coma inducido. Había llegado al hospital en una situación límite. Presentaba una fractura de base craneal, de peñasco (en la cabeza) con hematoma interno, rotura de clavícula, escápula, fractura costillas en la parte izquierda de su cuerpo desde la segunda a la novena complicado con un neumotórax, luxación y rotura compleja de tobillo izquierdo, además de una trombosis en la vena cava que había requerido la colocación de un filtro para evitar un trombosis pulmonar y un hematoma cervical. Un parte de guerra. Su vida dependía de la evolución en las 48 horas posteriores al accidente; se había producido daño cerebral.

La ineficacia burocrática

Patricia sí está sola haciendo compañía a Mauricio. Y además de trauma emocional que le ha supuesto la terrible caída ha tenido que lidiar con la estupidez y la incomprensión de la burocracia. Salió disparada de Colombia hacia Suiza con un visado de 90 días y cuando estaba a punto de expirar no recibió colaboración alguna por parte de las autoridades de su país. Algo incomprensible dada la repercusión que tuvo el accidente de su marido.

Pero en Madrid se topó con una funcionaria del Cuerpo Diplomático de Colombia que no hizo más que ponerle palos en las ruedas demostrando una insensibilidad absoluta. Pese a la ayuda de su cuñada y de un abogado que le proporcionó el equipo Movistar, el proceso de renovación del visado estaba estancado. Y bastante tenía Patricia con lo que tenía y con lo que tiene. Claudia Turbay Quintero, embajadora colombiana en Suiza, fue clave para desenredar el proceso kafkiano.

Cuando Jairo Clopatosky, ministro del deporte colombiano, se enteró de la situación todos los mecanismos se activaron con celeridad y la intervención de la embajada suiza en Madrid permitió que Patricia obtuviera la renovación en poco más de dos horas. Pero después de haber penado ante la intransigencia funcionarial de una inepta.

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