sábado, 9 de julio de 2011

asesinado en Guatemala el cantautor argentino Facundo Cabral





Símbolo de la paz y la libertad con su música de trovador, el cantautor argentino Facundo Cabral ha muerto de la forma que menos merecía: asesinado a tiros por unos sicarios. Acababa de terminar una gira en Guatemala y se dirigía hoy hacia el aeropuerto internacional de La Aurora, en el sur de Ciudad de Guatemala, cuando un grupo de desconocidos le ha acribillado dentro de la furgoneta en la que viajaba con el empresario guatemalteco Henry Fariña.

La noticia ha conmocionado a Latinoamérica. Guatemala ha despertado agitada con el suceso. "Al menos 150 personas se han congregado en la zona de Trébol, donde Cabral ha sido asesinado", cuenta por teléfono desde Ciudad de Guatemala Alan Alfaro, periodista de la televisión guatemalteca T13 Noticias. "Dicen que es una vergüenza, una canallada y una tragedia", añade Alfaro. Cabral, de 74 años, había llenado el auditorio en su concierto en Xela, también conocida como Quetzaltenango, segunda ciudad más importante del país, donde se había despedido de sus seguidores guatemaltecos porque su estado de salud "era complicado" y tenía previsto retirarse a Argentina para ser tratado, previo paso por Nicaragua para terminar su gira.

El presidente de Guatemala, Álvaro Colom, ha dicho que "está consternado por este hecho cobarde", informa Efe. Mientras tanto, el embajador de Argentina en Guatemala, Ernesto López, ha exigido a las autoridades locales el esclarecimiento inmediato del asesinato de su compatriota. Tres equipos de especialistas han sido asignados para trabajar en la investigación, según ha anunciado el presidente guatemalteco.

Tiroteo con incógnitas

Pero son muchas las incógnitas que deja este asesinato en un país donde los poderosos carteles de la droga se adueñan de ciudades enteras. A primera hora de la mañana, Cabral abandonó el hotel Tikal Futura, lugar donde estaba hospedado y célebre por alojar a multitud de artistas. Había salido acompañado de su representante David Llanos, que subió en otro coche, y el empresario Henry Fariña, que viajó con el músico en el mismo vehículo, rumbo al aeropuerto de La Aurora, ubicado a unos cinco kilómetros del hotel. Según cuenta el periodista Alan Alfaro, al coche de Cabral, una camioneta Land Rover de color blanco, le seguían otros vehículos donde viajaban sus guardaespaldas y una patrulla de la policía civil.

En el sector conocido como Trébol, a tres kilómetros del aeropuerto, se produjo la emboscada contra el famoso músico argentino. En torno al Bulevar Liberación, a las 5.20 horas de Guatemala, dos furgonetas se pusieron paralelas al coche de Cabral, que viajaba de copiloto junto con Fariña. Los dos vehículos, uno en cada lado del coche del músico, bajaron sus ventanillas y empezaron a disparar indiscriminadamente. "Lo hicieron con fusiles, según la policía, y dejaron entre 25 y 30 impactos de bala en cada lado del vehículo", explica Alfaro desde el lugar del suceso. Fariña intentó escapar de las balas acelerando el coche y terminó refugiándose en un edificio de bomberos cercano donde irrumpió abruptamente. Cuando los bomberos procedieron a comprobar el estado de ambos, cuenta el periodista guatemalteco, vieron que Fariña tenía signos vitales y rápidamente fue trasladado a un hospital. Cabral, con múltiples impactos de bala en su cuerpo, había fallecido.

El representante del músico no se explica qué pudo llevar a los sicarios a querer acabar con la vida de Cabral. Según las primeras hipótesis de la policía, los matones podrían haber ajustado cuentas con el empresario Fariña. El músico habría sido una triste víctima del tiroteo. A la espera de que se conozcan las causas del acto criminal, lo único cierto es que Argentina pierde una de sus más ilustres voces y la música latinoamericana a un gran artista, poeta comprometido con su entorno.

Auténtico bardo

Nacido en la ciudad bonaerense La Plata en 1937, Cabral se erigió como un auténtico bardo, sabio y cercano, que con composiciones sencillas dignificó la música de autor. Pasó una infancia muy difícil, marcada por la extrema pobreza y llena de infortunios como perder la voz durante unos años o el abandono de su padre, que obligó a su madre a criar a siete hijos sin apenas recursos.

Según contaba él mismo, se dedicó a la música tras conocer a Simón, un vagabundo que le recitó el Sermón de la Montaña y le demostró la existencia de Dios. Esta experiencia fue lo suficientemente mística cómo para llevarle a coger una guitarra y componer Vuele bajo.

Formado en la escuela de la calle, Cabral se dejó empapar en los cincuenta por el bello caudal del folk argentino. De esta forma, admiró y aprendió de maestros como Atahualpa Yupanqui y José Larralde. De ellos aprendió a dar un acento espiritual a su poesía callejera, cargada de crítica social e inquietudes existenciales. Durante un tiempo grabó como el Indio Gasparino, pero su primer gran éxito llegó como Facundo Cabral. En 1970, publicó No soy de aquí, ni soy de allá, que le permitió compartir escenarios con Alberto Cortez, Julio Iglesias, Pedro Vargas y Neil Diamond, entre otros. Otras canciones con gran acogida fueron No estás deprimido, estás distraído o Cantar sólo cantar.

Era un artista de reconocido prestigio cuando decidió exiliarse a México por la dictadura militar que gobernó Argentina. A la vuelta a su país, en 1984, no dejó de peregrinar mientras grabó varios discos y dio centenares de actuaciones por todo el continente. Con 74 años, Cabral se encontraba estos días haciendo su última gira, según sus propias palabras, para retirarse a su país. Declarado Mensajero Mundial de la Paz por la UNESCO, nadie esperaba este final tan trágico para él. Toda muerte es dolorosa pero duele más cuando es trágica e injusta. Latinoamérica y el mundo de la música le lloran.

Con su guitarra y gafas de sol, Cabral, pozo de sabiduría que acudía a los mensajes de Jesucristo y se inspiró en Gandhi o Walt Whitman, decía: "Ama hasta convertirte en lo amado, es más, hasta convertirte en el amor". Queda claro que los matones que le dispararon vilmente nunca le escucharon. La mayor lacra de Latinoamérica le ha matado sin piedad y, de alguna forma, nos han dejado heridos a los demás.


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