viernes, 22 de abril de 2011

Cruz: amor y vida



“Cuando yo sea levantado sobre la tierra atraeré a todos hacia mí” (Jn 12, 32)


La cruz no oprime a quien la lleva, sino que levanta el mundo.
Cuando se me impone silencio, me comunico con todos.
En mi soledad, me siento en comunión con todos los hermanos.
Cuando no puedo hacer nada, soy capaz de hacer todo.
Cristo, en la cruz, tiene los pies clavados. Y, sin embargo, aquel es el momento en que va por todos los caminos del mundo para llevar a los hombres la salvación.
Cristo, en la cruz, tiene las manos clavadas. Y, sin embargo, aquella tremenda limitación es el gesto sin fronteras con que abraza el mundo entero.
Ahí está la paradoja de la cruz. El árbol de la muerte se transforma en árbol de la vida.
El fin se hace principio.

Alessandro Pronzato. El hombre reconciliado

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