viernes, 17 de diciembre de 2010

Cancionero de Navidad

Por: Tulio Elí Chinchilla
El Espectador


SI ALGO IDENTIFICA A LA NAVIDAD es su música, la que se reescucha cada fin de año en formatos originales o en versiones actualizadas, casi la misma.

Sin esas canciones, cancioncillas y jingles —cuya presencia en radioemisoras anuncia la cercanía, cada vez más anticipada, de diciembre—, esta época del año perdería su gusto; oírlas en otra época resulta extemporáneo.

La música decembrina no constituye un género, abarca una variedad de formas para todas las preferencias: desde los villancicos (tradicionales y modernos) hasta la música tropical bailable —al estilo Guillermo Buitrago o de las orquestas tropicales—, pasando por la música parrandera paisa y las modalidades tristonas con tema navideño (“Mamá, ¿dónde están los juguetes?”). Desde luego, incluye la modalidad sacra, como el Oratorio de Navidad de Bach o el Mesías de Haendel.


¿Qué extraño encanto tiene esta música, que no se envejece sino que rejuvenece? Curioso es que los jóvenes, tan repelentes frente a géneros tradicionales (al ritmo y el lenguaje románticos, por ejemplo), en cambio aprendan y asimilen fácilmente los cantos navideños. Las casas disqueras cíclicamente los reediten, remasterizados o con intérpretes de renovado look, pero sin innovar siquiera los arreglos. Fenómenos tales como Los cincuenta de Joselito, que resucitaron a Buitrago y otros “clásicos” parranderos, lo evidencian. Quizá la asociación sentimentalmente profunda con momentos tiernos de la niñez y la adolescencia asegura a esta música un canal de transmisión generacional ultraeficaz.


La música decembrina tiene las dos caras de Jano: es alegre, pero también triste o entristecedora. Los versos del boricua Benito de Jesús lo dejan traslucir: “Navidad que viene / tradición del año / unos van alegres / y otros van llorando”. Nada condensa más alegría que Seis Chorreao, Bomba en Navidad y Bella es la Navidad de Richi Ray y Bobby Cruz. ¿Quién no se exalta con Parranda de Navidad, gaita venezolana interpretada por Tania (acompañamiento de cuatro y tiple) y cuya letra dice: “¿Son para gozarlas, estas navidades?”. La faceta melancólica se aprecia en la cumbia del parrandero mayor, Gildardo Montoya: “Ay maldita Navidad / con sus luces y sirenas / maldita Navidad / sólo dejas sinsabores”; o en el bolero Recuerdos de Navidad de Claudio Ferrer: “Por eso en los días de las navidades / para mí no hay fiestas / porque tengo el alma / lleno de recuerdos / y de sufrimientos”.

La dimensión publicitaria y comercial no es ajena a esta expresión musical: los triviales jingles radiales y televisivos se replican año tras año, algunos de ellos perduran inalterables por más de medio siglo. Igual sucede con ciertas tonadillas importadas, poco recomendables para la estética adulta, verbigracia el famoso Jingle Bells, pudiendo asimilar obras tan excelsas como la inglesa The First Noel o la moderna estadounidense Withe Christmas. ¿Y qué decir de las tópicas e inevitables, tales como “faltan cinco p’ las doce”?

En Colombia este cancionero se enriquece con la cumbia Navidad Negra de José Barros —sobre todo con la exquisita orquestación de Lucho Bermúdez y la voz de Matilde Díaz— y el bambuco Campanas de Navidad de Jorge Villamil.


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