Marchamos con Marta al pueblo a llevar un encargo y pasar por correos, por si 7/24 ha sido puntual. Salimos de prisa y olvidamos llevar con nosotros el teléfono. Suponemos que como es ir y volver, no nos hará falta. El trayecto transcurre tranquilo y charlado. A medio camino escucho un ruido extraño, como de pérdida de aire en una rueda. Le sugiero a Marta que se asome por la ventana y me confirma que la rueda trasera-derecha está un poco baja. Detengo el auto y en efecto, pierde aire, pero calculo que nos da tiempo de llegar al montallantas del pueblo, donde 'peluca' y su negocio 'El Tormentico'. Cálculo erroneo, no llegamos y tenemos que parar para cambiar la rueda.
Recuerdo que la varilla de sacar el repuesto está nueva, me tranquilizo. Saco el gato y la llave de copas. Intento acomodar el gato. Veo que al mismo le cuesta subir. Tal vez es mi posición incómoda y mi poca fuerza. Pero no, no hay tal, compruebo que el gato es demasiado pequeño para el carro tan pesado y además comienza a perde aceite por todas partes. Después de varios intentos me doy por vencido. Sin teléfono a quien llamar no hay otra solución que ir hasta el pueblo caminando para pedir ayuda. Marta resignada, se queda a la vera del camino mientras voy en búsqueda de ayuda.
Josef, alias peluca, el del montallantas, le dice a uno de sus ayudantes que me colabore para solucionar mi problema y en una moto nos dirigimos a donde quedó el coche. Pienso que con el gato que llevamos, digno de un montallantas y del tamaño del auto será suficiente. El chico le cuesta lo suyo. El gato le retrocede y parece que no funciona. Con sus artimañas y artes en el oficio lo hace funcionar. Por fin se eleva la rueda dañana y la podrá quitar. Le acerco la llave de copas o 'cruceta' para los tornillo. Con incredulidad veo que ninguna de las cuatro posibilidades que ofrece la cruceta caza en los tornillos de la rueda. No me lo puedo creer. ¿Solución? El chico tiene que volver al pueblo en su moto para traer una llave que sirva. Suerte que en su moto es en un plis-plas.
Decidimos esperar que abran la oficina de correos. Falta un buen trozo de tiempo. Cuando finalmente llega la mujer que atiende, no hay nada para nosotros. La tristeza es común, pero se vislumbra más en la cara de Marta, espera noticias de su familia.
Volvemos poco a poco a casa. Prácticamente todo el camino en silencio. Nos cuesta creerlo. Un gato que no funciona, una llave de copas que no funciona y un correo que no llega. Todo parece un complot.... una cadena de desconciertos...
Y como si fuera poco, tendremos que comprar gato, llave de copas y esperar que correos no esté de vacaciones...
1 comentario:
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