martes, 7 de julio de 2009

Gerardo Arciniegas


Cuando lo conocimos, hará un par de años, lo que nos sorprendió de él, eran unos lunares de color azulado en su cara. Primero pensamos que eran pecas, o quizá lunares. Incluso pensamos que eran tatuajes, hoy en día se estila, pero eso sería demasiado para un hombre de campo y de su edad. Y no creemos que fuera demasiado mayor, pero la gente de campo siempre engaña, por lo general, suelen ser mucho más jóvenes de lo que aparentan, ya se sabe: el campo y sus labores son duras y acentúan las arrugas.

Su casa está relativamente cerca de la de nuestra, apenas pasada la quebrada y transcurridos unos cuantos pasos hacia el nordeste. Casa pequeña, muy sencilla, diríamos que de una habitación y cocina aparte, como muchas de las casas de la zona, hecha en bareque. Vivía, según nos dijeron, desde hace años, sólo.

La manguera que lleva el agua hacia su casa pasa por nuestro terreno, varias mangueras lo hacen, pero la de él es la única que pasa por la mitad de un potrero y superficialmente, lo que hace que a veces el ganado se la desconecte o que haya que tener mucho cuidado con ella para no trozarla, cuando se roza o guadaña ese potrero. Mil y una veces me había prometido que la recolocaría como las otras, de hecho no lo decía cada vez que nos veía, ya que las otras van por el barranco y no molestan para nada. Su promesa nunca la cumplió ni la cumplirá ya que ha fallecido.

Donde quiera que fuera, menos al pueblo, siempre lo habíamos visto con una escopeta de fisto al hombro y era muy frecuente escuchar, sobre todo hacia la parte de la quebrada, algunos disparos de tanto en tanto. Sabemos que era él el que los hacía siempre; le gustaba mucho la caza, sobre todo del picure, y no dudamos que era de las pocas carnes que consumía.

Por cierto, los múltiples lunares azulados de su cara, se debían a trozos de pólvora que despiden hacia la culata las escopetas de fisto al ser disparadas. Descanse en paz

PD: Francesc avui, en especial, t'hem recordat des de Dominicana estant.


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