El Atardecer presente en el pueblito más lindo de Colombia: Barichara

...Aprendiendo a desaprender... viviendo la soledad y el silencio... en la Murtra Bellavista del Silencio de Barichara...
En unas páginas memorables sobre las vivencias de enfermedad, Laín Entralgo señala que sentirse enfermo es, esencialmente, percibir con mayor o menor intensidad: amenaza, malestar, miedo, impotencia, succión por el cuerpo y soledad. "La soledad -comentaba recientemente Louise Hawkley, llegada a Barcelona para participar en una Jornada sobre La soledad, organizada por la asociación Amics de la Gent Gran- "es como el hambre o la sed, un estado de carencia".
Una investigación empírica publicada en The Lancet hace pocos años señalaba la importancia del aislamiento social -probable semilla de soledad no deseada- como posible factor facilitador de las demencias. Un análisis de los resultados encontrados permite, además, observar que lo relevante para evitar el deterioro cognitivo no es la existencia de un vínculo afectivo sólido sino las interacciones variadas con pareja, amigos, familiares, niños, vecinos, etcétera
"Lo nuclear -sugiere el sociólogo Norbert Elías en su ensayo La soledad de los moribundos- no es vivir solo sino sentirse solo y Eric Cassell escribe que "los que sufren no son los cuerpos, son las personas". Y al llegar a este punto debemos preguntarnos: ¿qué es una persona?
Cierto día un amigo le comentó al filósofo británico Gilbert Ryle que le gustaría conocer la universidad y Ryle se prestó a acompañarlo. Le mostró las bibliotecas, los laboratorios, las aulas; le presentó a profesores y alumnos, observaron el desarrollo de unas clases, pasearon por el campus. Al terminar la visita, el amigo le preguntó a Ryle: "Bien, ¿pero dónde está la universidad?". Es fácil, escribe Ryle, caer en un error categorial. Las bibliotecas, laboratorios, profesores, alumnos, aulas, etcétera. permiten que exista la universidad pero no son la universidad; la universidad pertenece a otra categoría.
Y lo mismo ocurre con la persona. La persona no es el organismo; no es la mente; no es el cerebro, no es el entorno, y es, a mi juicio, insatisfactorio limitarse a decir que es un producto bio-psico-social. La persona es el resultado final -siempre provisional mientras viva- de una historia interactiva individual elaborada en entornos físicos, culturales, sociales y afectivos específicos, a través del lenguaje y otras formas de comunicación. En síntesis: como la universidad, la persona no tiene res extensa es una biografía en desarrollo, única e irrepetible. La persona es el viaje. Entender a la persona es entender la soledad.
Para terminar este breve y variopinto recorrido citaré un párrafo de la autobiografía de Archie Cochrane, el padre de la llamada "medicina basada en la evidencia", que es, a mi juicio, sumamente esclarecedor en el tema que nos ocupa: "Otro acontecimiento en el campo de concentración de Elsterhorst me afectó profundamente. Entrada la noche los alemanes trajeron a mi barracón un joven prisionero soviético. La enfermería estaba llena; el prisionero estaba moribundo, chillaba y yo no quería despertar a los enfermos por lo que lo llevé a mi habitación. Lo examiné. Sufría de graves cavernas en ambos pulmones y de roce pleural grave. Pensé que esto último era la causa de sus gritos. No tenía morfina, sólo aspirina y ésta no le producía ningún efecto. Estaba desesperado. Casi no sabía ruso y en el barracón nadie lo hablaba. Finalmente, de forma instintiva, lo senté en mi cama y lo abracé; sus gritos cesaron casi inmediatamente y murió tranquilo en mis brazos pocas horas más tarde. Lo que causaba los chillidos no era la pleuresía sino la soledad. Fue la mejor lección que he recibido en la vida sobre el cuidado de los enfermos que van a morir. Me sentí avergonzado de mi error diagnóstico y mantuve la historia en secreto".
En cuanto a mí, a ti lector, al enfermo, al que está en duelo, al que envejece, a los que, poco a poco, vamos perdiendo en el viaje a familiares y amigos, ¿qué podemos hacer tras aceptar que la muerte forma parte de la vida?.
Tal vez admitir el hecho de que nadie ha vivido nunca en el pasado ni en el futuro; que lo único que tenemos es el presente, el aquí y el ahora; y que el secreto de la felicidad -objetivo irrenunciable de todos nosotros– consiste en desear lo que somos y tenemos, no lo que no somos ni tenemos. Aceptemos algunos de los momentos de soledad que nos ofrece la vida, como regalo valioso y tratemos de aliviar con una sonrisa los momentos de soledad no deseada de aquellos con quienes compartimos un tiempo y un espacio, nuestros compañeros de viaje.Es razonable un cierto gusto por este refugio. Incluso puede ser que, como Robinson Crusoe, el espanto venga de descubrir una huella inesperada en la arena de nuestra "isla", de ver que ninguna está completamente aislada, ninguna soledad es lo bastante hermética. Porque, si cierta soledad es inevitable, también lo es la presencia de los demás: incluso nuestro silencio está poblado de sus voces. Tarde o temprano descubrimos que nuestro verdadero y más sólido refugio es la convivencia mutua. Que ella enriquece incluso nuestros momentos de soledad con recuerdos y la esperanza de vínculos más estrechos. Y es una buena esperanza porque depende de nuestro esfuerzo.
Precisamente quien frecuenta la soledad estaría más dispuesto a compartirla, a ofrecer su hospitalidad: es decir, a recibir al otro tal como es, siempre distinto pero también herido por un "íntimo y secreto espanto" que debemos entrever y acompañar. Acompañar no es imponer una presencia, sino saber estar allí. Puede que todo el mundo deba sufrir y morir solo, se dice; pero nadie debe sentirse abandonado por la indiferencia de alrededor. Es fundamental que note que se le ve y mira, quizás admira, por pasar lo que está pasando, por ser humano y padecer lo que padecemos. Conociendo su fragilidad, se le debe acompañar "en el sentimiento" y ayudar contra el sufrimiento. Debemos aprender a darnos un apoyo cálido para evitar la fría soledad no deseada.
La buena compañía dignifica a quien la recibe y a quien la da. Y ayuda a respetar mejor cada intimidad. Nos humaniza. Más que las humanidades, será la disposición humanitaria, la solidaridad activa, la que nos ayude a hacer un mundo menos inhóspito y desolado y más habitable; quizá más alegre.
La meditación es el camino para aquietar y silenciar las maquinaciones de la mente complicada. Meditar es restaurar el estado de nuestra verdadera naturaleza interior para vivir en armonía. Nos abre a la comprensión intuitiva y a un alto grado de concentración, que no se basa en el pensamiento racional. Es una forma de acallar los ruidos que distraen nuestra atención y energía constantemente.
La meditación ofrece múltiples beneficios comprobados científicamente. Un equipo de psiquiatras, liderado por el hospital General de Massachusetts, realizaron un estudio que documenta cómo la práctica de la meditación afecta positivamente a nuestro cerebro. Según sus conclusiones, publicadas en Psychiatry Research, seguir un programa de meditación durante ocho semanas puede provocar considerables cambios positivos en las regiones cerebrales relacionadas con la memoria, la autoconciencia, la empatía y el estrés. Lo que hasta ahora pertenecía al ámbito espiritual nos transforma físicamente y puede mejorar nuestro bienestar y salud.
"Aunque la práctica de la meditación está asociada a una sensación de tranquilidad y relajación física, los médicos han afirmado que la meditación también proporciona beneficios cognitivos y psicológicos que persisten durante el día", explica la psiquiatra Sara Lazar, autora principal del estudio.
Meditar nos da la experiencia de serenidad y concentración esenciales para la construcción de una auténtica autoestima y para afianzar la confianza en uno mismo y en los demás.
DEBIDO A NUESTRA ADICCIÓN a la acción, no vemos el valor de sentarnos un rato en silencio contemplativo. La meditación bien practicada ofrece resultados relativamente pronto. Se puede meditar en grupo y con los ojos abiertos. Alguien nos puede guiar en la meditación, pero no necesitamos un maestro. Es bueno canalizar bien el pensamiento y no necesitamos un mantra para hacerlo.
En definitiva, no hay excusas para no meditar. Nos frenan la adicción a la acción, la pereza y la falta de visión. Estamos acostumbrados a presionarnos, a actuar cada vez más rápido, y así creemos que no tenemos tiempo. La disponibilidad del tiempo y cómo se usa es decisión de cada uno. "Tengo amigos empresarios que meditan brevemente entre reunión y reunión, unos segundos", nos explica Gaspar Hernández. "Esta sencilla práctica les ha cambiado la vida. Dejan de ser esclavos de las circunstancias externas".
Para empezar, cree un lugar de paz. Resérvese un lugar en casa que pueda usar para meditar, aunque solo sea un sillón. Y, a ser posible, hágalo también en su lugar de trabajo. Coloque en ese lugar dos o tres objetos que representen para usted la paz. En ese espacio tendrá la oportunidad de preparar el día cada mañana y, por la noche, descargar su mente de los pensamientos, sentimientos o vivencias que le carguen de malestar.
Dedíquese durante un par de minutos a crear y establecer las reglas mentales para su espacio de meditación. Imagine que el espacio está rodeado de una burbuja invisible. En el momento que entra en la burbuja deja de preocuparse, de recordar el pasado, de juzgar y criticar. Si advierte que vuelve a caer en esos hábitos, regrese con suavidad a un espacio interior libre de esos impulsos mentales.
Mike George, coucher de inteligencia emocional, nos explica de forma resumida los siete hábitos que pueden sabotear su meditación y retrasar la recuperación de la paz interior: 1. Preocuparse. 2. Pensar en el pasado. 3. Juzgar. 4. Criticar. 5. Culparse. 6. Ser catastrofista. 7. Dudar.
Siga el consejo de Anthony de Mello, jesuita famoso por sus libros de espiritualidad: "Medita, contempla los muros; observa tus ideas, tus hábitos, tus apegos y tus miedos, sin emitir juicio ni condena de ningún tipo. Limítate a mirarlos y se derrumbarán". Visualizar le ayudará a superar esos hábitos saboteadores. Consiste en crear imágenes positivas en su mente fortaleciendo su voluntad para alcanzar aquello que afirma con una buena actitud. Con la visualización intensifica las experiencias de afirmaciones positivas y de automotivación. Visualizar le ayuda a concretar y a clarificar sus metas. Por eso, muchos deportistas olímpicos utilizan esta técnica.
Puede crear y escribir afirmaciones acerca de lo que le hace sentir pleno:
- Confío en que cada desafío aparece porque soy capaz de afrontarlo.
- Soy libre para decidir cómo me siento y para ser feliz.
- Respeto mi intuición.
- Soy fuerte y puedo ser. Yo puedo.
- Me atrevo a ser diferente.
- Creo en mí.
Escriba sus afirmaciones, y cada mañana medite sobre ellas para vivirlas durante el día.
EMPIECE A MEDITAR. Encuentre un lugar tranquilo y acogedor. Una música suave y una luz tenue pueden ayudarle a crear un ambiente adecuado. Siéntese cómodamente, manteniendo la espalda recta y relajada. Respire hondo y relaje los hombros y brazos. Con los ojos abiertos, elija un punto enfrente de usted y descanse ahí la mirada. Así no se dormirá.
Cuando el cerebro pasa de crear ondas beta (de acción) a ondas alfa (de relajación) tiende a dormirse. Meditar con los ojos abiertos le ayuda a entrar en un estado de ondas alfa sin dormirse. Las ondas alfa regeneran el sistema nervioso, inmunitario y hormonal.
Gradualmente aparte su atención de todas las distracciones. Dirija su atención al interior del entrecejo. Observe sus pensamientos, no los juzgue ni se deje llevar por ellos, solo obsérvelos. Decida crear pensamientos de paz. Sienta su presencia. Repita pensamientos e imágenes positivas referidas a su persona formulados como afirmaciones. "Soy un ser de paz", "soy vida". Déjese inundar por la serenidad. Reconozca los buenos sentimientos que surgen. Visualícese siendo así en sus relaciones y circunstancias habituales. El poder de la visualización meditativa radica en ayudarnos a crear la realidad que visualizamos. Observe su respiración y termine su meditación cerrando los ojos durante unos instantes, creando un silencio completo en su mente.
1. Libros
- 'Misión de amor. Viaje espiritual de un médico', de Roger Cole (Kier).
- 'Transformar la ira en calma interior. Claves para recuperar tu equilibrio emocional', de Mike George (Oniro).
- 'A la luz de la meditación. Una guía para meditar y alcanzar el desarrollo espiritual', de Mike George (Kier).
- 'La meditación. Introducción a la técnica, sus tradiciones y sus beneficios', de Erica Smith y Nicholas Wilks (Oniro).
2. Película
- 'El fin es mi principio', de Jo Baier.
3. Música
- 'El mejor álbum de relajación del mundo' I y II, de varios autores (EMI-Odeón).
Detenerse, observar, reevaluar, controlar pensamientos y sentimientos y cambiar creencias requiere energía. No una energía que obtendrá de fuera, sino la energía de la verdad que lleva dentro. Cuando lo olvidamos, nos contaminamos con el estrés y las preocupaciones innecesarias y aparecen los miedos que nos bloquean. Necesitamos mirar hacia dentro y aprender a nutrir nuestro ser. Para conseguirlo hay que dedicarle un tiempo. Igual que cada día reservamos un rato para comer y cuidar el cuerpo; nos debemos preguntar qué alimento le damos a nuestra mente para que cree pensamientos positivos que produzcan sentimientos de bienestar.