sábado, 30 de marzo de 2013

Credo


El Espectador
Diana Castro Benetti
29 de marzo de 2013

Los demás son inexactos. Llevan sus pasiones con intensidades y pausas incomprensibles. Tienen sus ritmos cambiantes y poco ciertos, se confunden ante las variedades y amarran toda similitud. Se inclinan ante cada hoja, observan la belleza o van vestidos de flores y de diferencias. 

Los demás son espacios y opciones de mundos inventados. Suenan a lo que son cuando van con calma o, incluso, si van de afán y con sudor. Contagian con risas y guiños y abren los lotos de cada pensamiento. Están lejos o cerca sin importar distancias. Los demás construyen lo que se creen merecer y soportan cuando pueden o cuanto pueden. Luchan, se callan y tienen miedo.

Los demás buscan amores y hacen nido en las estaciones. Crean religiones, rituales, tecnologías, ideologías y mentiras. Los demás se ocultan detrás de los maquillajes y de los brasieres engañosos. Viven en la realidad, las galaxias o fuera de sí buscando el margen para ser únicos. Son el otro que nunca llegarán a ser y pasean imitándose los unos a los otros para imaginar maniquís de carne y hueso.

Los demás son obstáculos y atascos. Dan la vuelta, escupen y taponan lo que les provoca. Se interponen, quitan, diluyen, niegan y asustan al más liberal. Son espinosos, complejos y llenos de ciclos. Cargan espantos, sombras y memorias que los van atando y delatando. Son tacaños. Deambulan y corren para atrapar lo que no les pertenece. Persiguen aquello que huyen. Son todo lo que no aceptamos además de la guerra, la sevicia y la desolación. Entierran y conviven con sus muertos y los muertos de otros.

Los demás son como nosotros, prismas de lo que somos, son nuestro recuerdo y una fotografía. Respiran, husmean, conversan y nos confundimos en la misma curiosidad, la misma soledad y la misma melancolía. Son esos otros que no miramos a los ojos y que nos seducen con su mutismo. Son esos mismos que diluyen las dudas y mezclan la dulzura con el cuerpo para aumentar la magnificencia de lo que somos.

Es ilusorio todo camino de aislamiento y separación porque en el silencio y en la infinitud, los demás son la guía, el descubrimiento y la ruta hacia el éxtasis y la mística profunda. Como un eco o como microscópicos destellos de luz, conocidos y extraños, serán siempre la brújula de lo que hemos sido y el indicio de lo que seremos. Son el enigma, el sacramento y el arcano.

otro.itinerario@gmail.com


domingo, 24 de marzo de 2013

la gentrificación de Barichara


El desalojo Neoliberal

Arcadia nº 89
del 15 de febrero al 14 de marzo de 2013
Entrevista al antropólogo Patrick Morales

Patrick Morales, antropólogo
La mayoría de nosotros no sabe qué quiere decir “gentrificación”. ¿Podría explicarnos el vocablo?

Claro. Fue utilizado por primera vez en inglés. Gentrification viene de gentry, que designa la nobleza menor y a los terratenientes acaudalados en Inglaterra, y fue acuñada por primera vez por la socióloga británica Ruth Glass en 1964. Glass empezó a usar la palabra para designar los fenómenos de desplazamiento de una población original en un sector, por ejemplo en los centros históricos, a favor de otra población que no es originaria de este lugar, de una clase socioeconómica normalmente mucho más alta y que tiene una visión y una manera diferente de aprehender la ciudad. Es básicamente lo que se conoce como el fenómeno de gentrificación: el desplazamiento de una población original por parte de otra. A veces se ha traducido como “aburguesamiento” o “elitización”.

(...)

Es deber del Ministerio de Cultura invertir en la renovación de esos centros históricos. Pero por lo que usted dice, pareciera que la inversión en patrimonio material acaba estando en contra del patrimonio inmaterial.
Exactamente esa es la paradoja.  

¿Cómo puede evitarse eso?

En estos planes especiales de manejo y protección la idea de “participación comunitaria” se limita a informar a la comunidad. Los planes son hechos por arquitectos expertos, pero no toman en cuenta a los habitantes. Uno de los retos del Ministerio de Cultura es tomar en serio estos códigos culturales, estas maneras de habitar y las identidades de la gente que vive allí. ¿Cómo no tomar en serio la visión de quienes llevan trescientos años, en el caso de Getsemaní, relacionándose con su territorio? Además, hay que estar atentos porque después de Cartagena viene Barichara, y luego San Gil, y vienen los cuarenta y cuatro centros históricos del país. Esto es un llamado a que haya voluntad política y creatividad en los instrumentos de planeamiento para evitar este proceso de gentrificación. 

sábado, 23 de marzo de 2013

Muere Bebo Valdés, el mago de los ritmos cubanos


Lejos del paraíso

 
El País
DiegoA. Manrique
22 de marzo de2013



 
Bebo Valdés sufrió el sino de tantos músicos cubanos. Tierra fabulosamente fértil en ritmos y melodías, sus artistas se ven obligados a emigrar, por conmociones políticas o, más frecuentemente, por la pura necesidad de ganarse un sustento decente, algo a veces imposible en un mercado tan áspero como el de Cuba.

Así nos encontramos con biografías guadianescas, pasmosas, como la de Bebo. Figura esencial de la explosión de la música habanera durante los rutilantes años cuarenta y cincuenta, funcionó como pianista, compositor, arreglador y líder de bandas. Habitual del Tropicana, fue convocado cuando llegó Nat King Cole para grabar en español.

Como tantos otros instrumentistas de su generación, andaba fascinado por las posibilidades del jazz, desarrollando su versión de las jam sessions con las descargas. También intentó dar la respuesta al mambo que popularizó Pérez Prado, con su batanga. Pero, insisto, no se pierdan los exuberantes discos de populares artistas de aquella era dorada que llevan sus huellas digitales.

De repente, el tajo de la Revolución y la primera oleada del exilio. Bebo dejó a su numerosa familia en La Habana y se buscó la vida en México, con el espléndido Rolando Laserie. Hubo luego estancias en Estados Unidos y España. Parecía carecer de todo tipo de divismo: acompañaba a triviales cantantes de música ligera pero también a boleristas de nivel como Lucho Gatica. Había trabajo para alguien de sus habilidades pero pocas posibilidades para expresarse creativamente. Más aún, cuando los azares del corazón le llevaron a Estocolmo, donde ejerció de pianista de hotel, siempre sonriente y dispuesto a complacer peticiones.

Pero Bebo no se había perdido. Le podían borrar de los registros históricos del castrismo pero estaba localizado en la red global de músicos cubanos dispersos por Europa y América. A principios de los noventa, cuando la discográfica alemana Messidor, decidió apostar por el jazz afrocubano, a Paquito D'Rivera no le costó convencerlo que protagonizara el disco Bebo rides again (1994), preparado y elaborado en pocos días. Nadie lo diría escuchando la finura de los arreglos, la energía de las composiciones y el deleite con que tocaban unidos exiliados y músicos residentes en Cuba.

Tenía 76 años y se le despertó toda la música que tenía adormecida. El proyecto de Messidor no prosperó pero entonces aparecieron Fernando Trueba y Nat Chediak, entusiastas que le embarcaron en discos y documentales que demostraban sus variados recursos. El público se enamoraba de aquel saber estar, de los dedos esqueléticos que iluminaban las imágenes de Calle 54 (2000) y El milagro de Candeal (2004). Su trayectoria vital inspiró Chico y Rita (2010), la película de dibujos animados de Trueba y Mariscal.

Pero la realidad fue más asombrosa que cualquier guion cinematográfico: un octogenario Bebo se convirtió en estrella internacional gracias a su primorosa labor en Lagrimas negras (2002), la colaboración con el cantaor Diego El Cigala. En el frenesí de las giras, Bebo demostró su alta calidad humana. Y sí, terminó reencontrarse con el más famoso de sus hijos, también pianista gigante: Chucho Valdés. Las vidas cubanas, ya saben, son atípicas.

viernes, 22 de marzo de 2013

En el día del agua



III Asamblea General de la Asociación Acueducto Rural 'Aguas Cristalinas', vereda Santa Elena, bajo, Barichara, Santander.

Mientras la cobertura en las ciudades es del 96%, en las zonas rurales es del 56%

El olvido de los acueductos rurales

Viviana Londoño Calle
21 de marzo de 2013

La Defensoría del Pueblo advierte sobre las dificultades que afrontan los acueductos comunitarios en todo el país debido a la baja calidad del líquido y al poco apoyo del Estado.

Que cerca de doce millones de colombianos puedan tener acceso al agua en zonas rurales se debe en buena parte a la labor de los acueductos comunitarios. De lo contrario todavía estarían esperando que los acueductos municipales extendieran sus redes para prestarles el servicio, pues, según cifras del DANE, mientras la cobertura del servicio de acueducto en la zona urbana es del 96%, para la zona rural es apenas del 56,3%. Aunque poco se ha hablado del tema, se estima que en las zonas en las que el Estado tiene limitaciones para garantizar el derecho al agua, vive el 24% de la población.

Sin embargo, un reciente informe de la Defensoría del Pueblo, que conoció El Espectador, revela que las dificultades para potabilizar el agua debido a la falta de infraestructura y de recursos, además de las dificultades administrativas y operativas y la falta de una legislación propia para estos sistemas, son sólo algunas de las limitaciones que tienen los cerca de 11.200 acueductos comunitarios en el país (sólo en las áreas rurales de Bogotá hay 38). La cifra, sin embargo, podría ser mucho mayor debido a que los datos no se actualizan constantemente.

En cuanto a la calidad, un informe del Instituto Nacional de Salud (INS) señala que es evidente la diferencia en la calidad del agua que se suministra en las zonas urbanas y las rurales del país. Mientras en el resto del país el riesgo de contraer alguna enfermedad relacionada con el consumo de agua es medio, en las zonas rurales es alto. Es más, según Gerardo Nava, director del grupo de Salud Ambiental del INS, en algunas zonas la calidad del agua es tan baja que es inviable sanitariamente.

Sumado a esto, según el DANE, mientras en las zonas urbanas la cobertura es del 90%, en la zona rural no supera el 15%. Sin embargo, el informe de la Defensoría reconoce “la capacidad de las comunidades para prestar el servicio y su organización a través de los años para construir alternativas para abastecer de agua a la población”.

Aunque a primera vista la llegada de acueductos privados podría ser la solución, los asociados a este tipo de sistemas le apuestan a seguir prestando el servicio. Así lo resume Javier Márquez, investigador de la Corporación Penca de Sábila, que apoya el proceso de la Red Nacional de Acueductos Comunitarios: “En la ruralidad los acueductos comunitarios están garantizando el derecho al agua. Fortalecer ese esquema descentralizado es la mejor manera de garantizar agua de calidad para todos”. Además subraya la importancia de que sean las propias comunidades las que continúen con el servicio.

“No nos interesa que sean organizaciones rentables, no hay intereses económicos. Buscamos llevar agua a todos los pobladores”, señala Janio Zúñiga, miembro de uno de los acueductos comunitarios de Cauca. Por ejemplo, actualmente en Nariño una familia puede pagar menos de $50.000 al año por el agua, y los recursos se invierten en el mantenimiento.

Otro de los desafíos, explica Márquez, es que el Gobierno reconozca una nueva legislación para este servicio: “No es lo mismo potabilizar el agua en La Guajira que en Nariño, por lo que no se puede trabajar con los mismos patrones. El Gobierno debería poner atención a este tema porque los acueductos comunitarios no son empresas, son instituciones de economía solidaria, gestores comunitarios”.

Al respecto, la Defensoría es enfática: “Es necesaria una legislación construida conjuntamente, que se ajuste a las particularidades, necesidades y fortalezas de estos prestadores”. Además recomienda al Estado apoyar el mejoramiento de la infraestructura y que se estudie la posibilidad de incluir incentivos para que las comunidades sigan prestando el servicio con mejor calidad. La respuesta del viceministro de Agua, Iván Mustafá, es que este año se invertirán $100.000 millones en el programa de acueductos rurales y que la idea es aumentar el acompañamiento.

Danilo Urrea, investigador de la corporación Censat Agua Viva, asegura que los acueductos comunitarios tienen una alto potencial: “Han trabajado históricamente con la inasistencia del Estado y han logrado mantener condiciones de vida en zonas de muchas dificultades. Además realizan un ejercicio de protección territorial y del ciclo hidrológico”.

jueves, 21 de marzo de 2013

Tras las huellas del pasado: Los caminos reales de Santander


Vanguardia Liberal
4 de marzo de 2013
Xiomara Montañez Monsalve

Siglos atrás, estas sendas permitieron el paso de los indígenas, de las tropas colonizadoras y de extranjeros que transformaron el comercio en la región. Hoy, a pesar de que muchos se encuentran en completo abandono y no son custodiados, un grupo de personas trabaja en rescatarlos. ‘Vanguardia Liberal’ recorrió uno de los tramos restaurados, entre Zapatoca y Guane, y esto fue lo que encontró.  

NELSON DÍAZ/VANGUARDIA LIBERAL
Tras las huellas del pasado: Los caminos reales de Santander
(Foto: NELSON DÍAZ/VANGUARDIA LIBERAL)
Transitar los caminos empedrados que utilizaron los indígenas de la región siglos atrás para comunicar a sus pueblos y seguir las huellas de los conquistadores, quienes a paso de mula, escoltados por mestizos, abrieron trochas para trasladar a sus gobernantes y las riquezas, no es imposible hoy.

Recordar la entrada y salida de productos como el tabaco, el algodón, la quina, los sombreros y el oro, gracias al intercambio comercial propiciado por ‘el ingeniero de caminos’, el alemán Geo Von Lenguerke, no solo se pude hacer mediante los libros.

En el presente, como ocurrió siglos atrás, es posible conocer los tradicionales caminos reales de Santander, gracias a que un grupo de campesinos de corregimientos y veredas de Zapatoca y Guane se le han medido a la tarea de sacarlos a luz, con herramientas comunes como una pala, la carretilla y la porra.

La mayoría son labriegos de veredas y corregimientos como La Fuente, de Zapatoca, que liderados por un amante de la historia y del patrimonio de Santander, el barichara Fabio Adolfo Calderón, ha recuperado, piedra a piedra, estos senderos.

Gracias al trabajo adelantado durante un año, se pude llegar por los caminos reales al puente Ruedas, ubicado sobre el río Suárez e incluso divisar desde la parte alta del terreno a Guane y Barichara, sin ningún tipo de obstáculo. Solo están allí los imponentes paisajes que se roban las miradas de los caminantes. 

Cerca de 10 kilómetros están listos para que se proyecte un corredor turístico. Sin embargo, las alcaldías y la Gobernación de Santander aún no asignan recursos para que esto se haga realidad.

Despertar de la historia
Como un loco. Así calificaron a Fabio Adolfo Calderón algunos políticos y gestores culturales de Barichara, cuando él los buscó y les habló del proyecto para rescatar los caminos reales de Santander, en esta zona del departamento.  

Mientras transita parte del sendero, saliendo del corregimiento La Fuente, bajo la intensa lluvia y la neblina que ese domingo cubre a Zapatoca, Fabio asegura: “Alguien tenía que darme la mano, porque el proyecto no era algo traído de los cabellos”.

Finalmente, con el apoyo del Fondo de Promoción Turística y de algunos mandatarios locales de pueblos aledaños a los caminos, así como inversión privada, este hijo del constructor Adolfo Calderón, de quien tiene memoria el pueblo Guane, pues según dicen, “no hay una casa donde él no haya metido la mano”, arrancó con la restauración de este tramo en 2011.

Con cuadrillas de hasta 20 hombres, el barichara comenzó a levantar piedras, a encontrarse con cercas que les impedían el paso, a ver toda clase de reptiles al acecho y a convivir con el calor que caracteriza el cañón del río Suárez. Pero contaba, según él, con la mejor bebida hidratante y estimulante de la que se tiene memoria en cualquier campo de Santander, el guarapo. 

“Todo lo hicimos a punta de fuerza. No se usó dinamita, solo fuerza de porra. El resultado de esto es que las personas que estuvieron en este proyecto siguen siendo parte del él. Al levantar cada piedra también removieron la historia de sus antepasados”, comenta Fabio.

La fila de piedras de diversos tamaños, enterradas como fósiles; pequeños puentes sobre quebradas, rehabilitados con troncos de árboles; cultivos de tabaco, árboles frutales y florales, así como el ruido que producen las chicharras es lo que se ve y se siente al recorrer estos tramos.

“El camino nos lleva hasta el puente Ruedas o de Lenguerke, que se cayó hace más de cuatro décadas. De allí es fácil conectarse con Guane y Barichara. De hecho, también tenemos una deuda con este puente, pues nadie se ha preocupado por levantarlo de nuevo”, añade Fabio.

Otros relatos
Con ‘potecas’ de ahuyama, sopa de ruyas y carne oreada fueron alimentados los labriegos que repararon el camino. El ranchero del campamento fue el también quinesiólogo y rezandero de la zona, Cristóbal Rivera. Estos recuerdos, como el día en el que Leo Von Lenguerke dijo a sus ayudantes que no destruyeran los senderos dejados para los españoles, pues les servían para arrancar con la comercialización de la quina, su producto más conocido, quedaron grabados en la historia de esta región.

Los viajes con carretillas cargadas con piedras; la excusa de ‘Villo’, un campesino que solo trabajaba bebiendo guarapo, y el cansancio de Pirulo, quien tenía que cargar las piedras más pesadas a pesar de ser bajo de estatura, se fusionan con otras anécdotas vividas por los habitantes siglos atrás.

Por ejemplo, el día en el que Tomás Cipriano de Mosquera, para el año 1848, impuso a las poblaciones campesinas aledañas a los caminos reales el uso de carretas con reducción de peso en la carga durante el invierno y aumento durante el verano, así como un ancho determinado para las llantas.

Esto seguirá existiendo gracias a la labor de estos hombres, quienes le regresaron al presente más de 700 años de historia y que buscan apoyo para que su proyecto no muera. 

“Pudimos organizarnos por grupos. Mientras unos ‘porriaban’ las piedras, otros las buscaban, las acomodaban. Trabajábamos desde las 7:00 de la mañana hasta las 5:00 de la tarde. Creo que como los señores que hicieron esto siglos atrás, nosotros también marcamos la historia”, remata Óscar Miguel Sanabria Rueda, un zapatoca de 31 años, que hizo parte del proyecto.

Dato
El camino de piedra que conduce desde el municipio de Los Santos hasta Jordán Sube es otro de los senderos frecuentados por caminantes y turistas extranjeros, debido a su buen estado y a la belleza del paisaje.

Dato
El alemán Leo Von Lenguerke llegó a tierras santandereanas en 1852. Fue comerciante, ingeniero de vías, constructor e importador y exportador de productos como la quina, desde Girón hasta el río Magdalena.

1.300 kilómetros de caminos reales o vías antiguas tiene Santander.

Sobre la preservación de los caminos
En 2006, por medio de la ordenanza 021 del 7 de septiembre, la Asamblea de Santander prohibió la construcción de carreteras o vías férreas sobre el trazado de los caminos reales. Asimismo, ordenó la señalización de los caminos, poner en marcha planes para su recuperación por parte de la Gobernación y las alcaldías de los municipios que cruzan estos senderos y buscar su declaratoria como Monumentos Nacionales, en coordinación con el Ministerio de Cultura.

No obstante, hasta el momento las iniciativas se adelantan de manera independiente y no se contempla un presupuesto departamental para su restauración.

Testigos de esta obra
Gilberto Camargo Amorocho, arquitecto y líder de los caminantes en Colombia, asegura que Santander es un departamento en el que no es fácil encontrar “dolientes” para adelantar obras relacionadas con el patrimonio. “La Unesco declaró itinerarios culturales caminos como el de los Incas en Perú y el de Santiago de Compostela en España. Nosotros podríamos tener algo similar, que incentive el turismo en la región, pero el Estado debe invertir en estas propuestas”, asegura Camargo.

Ismael Umaña Rojas, concejal de Zapatoca, añade que Santander y Colombia tienen una deuda con Leo Von Lenguerke y no se le ha reconocido su importancia. “Hoy, frente a la gran quijotada que sacó adelante Fabio Calderón, solo resta apoyar la fases de recuperación que hacen falta y adquirir un compromiso en su mantenimiento y promoción”, concluye Umaña.


miércoles, 20 de marzo de 2013

¡Lo que hice en la vida, carajo!



Vanguardia Liberal
2 de febrero de 2013
Puno Ardila Amaya

Jairo Delgado Lerzundy falleció el pasado 25 de enero. Vanguardia Liberal rinde homenaje a su memoria, como gestor y alma de la cultura en Barichara, con apartes de una entrevista sostenida hace apenas unos meses, con ocasión del II Festival de Música.


Jairo Delgado Lerdunzy (q.p.p.d)

 ¿Por qué hace usted un festival de música que no cuenta con patrocinio del Estado ni de la empresa privada?
 
Realmente, la empresa privada sí se ha vinculado con nuestro propósito, porque hay quienes de manera generosa, como Pacho Serrano, solo por mencionar a una persona (un verdadero príncipe, aunque no lo conozco todavía), han aportado a la realización del Festival, y debe destacarse fundamentalmente el respaldo de los hoteles de Barichara, con los que puede contarse siempre.


El Festival está saliendo por ciento cuarenta millones (cada festival de piedra costó entre ochenta y noventa millones), pero la plata que dejó mi padre está bien invertida, y del rendimiento se saca para hacer estos festivales. Entonces, ¿quién los paga? Mi viejo. Pero, por ejemplo, de la Gobernación, a pesar de las promesas, no he recibido ningún apoyo. En general, el apoyo del Estado para el Festival es nulo, y yo ni tengo palancas, ni conexiones políticas, ni tengo alguna intención política, ni estoy en esas maquinarias, ni me gusta esa vaina, ni sirvo para ir a lagartear, de modo que no me preocupa eso; en realidad, mi viejo me dejó el dinero para hacer estas cosas, y lo he invertido bien, así que la ausencia del Estado me importa un carajo (risas).


¿Cómo nació entonces la Fundación Delgado y la idea de los festivales?

 
De mi padre, Jorge Delgado Sierra, nacido en Barichara. Cuando enfermó e iba a morir, me avisaron y me vine de Washington. Alcancé a encontrarlo en su último día de lucidez, y me dijo que como yo era el único de sus hijos que había prestado servicio a la comunidad, que manejara la Fundación y que mirara qué podía hacer en Barichara. Tenía entonces trescientos mil dólares que me daban la posibilidad de hacer cosas aquí. Vi que había solo ocho talladores, porque la gente pensaba únicamente en trabajar en oficinas, y con la ayuda de Joaquín Beltrán organicé el Festival de Talla en Piedra, e invitamos a todas las embajadas. En el segundo festival eran treinta escultores, la mitad colombianos y la mitad extranjeros, y los pelados de aquí comenzaron a ver que salían en el noticiero, y con los pedacitos de piedra comenzaron a hacer sus propios trabajos. Entonces, al final de los festivales, los niños decían que querían ser talladores de piedra cuando fueran grandes, y es eso lo que quiero, que los pelados de aquí no tengan que migrar, y que puedan tener suficientes fuentes de empleo, y que más bien venga la gente, por ejemplo, a grabar aquí. Salvamos la talla en piedra y quinientas familias viven de ello; compré las fuentes y las instalé en el parque: cumplí con eso, y dije “ahora quiero quinientos músicos; que uno camine por Barichara el fin de semana y haya músicos tocando por todos lados; que los muchachos se entusiasmen con la música”.


Con los festivales, se rodaron películas, y el mundo comenzó a volver sus ojos a nuestra región, y pusimos a Barichara en el mapa: se volvió importante. Ahora estoy en el plan de hacer lo mismo con la música y con las profesiones afines, como grabaciones y video.


¿Cómo es que no pudo nacer en Barichara?

 
Yo nací en Bogotá porque mi familia salió de Barichara huyéndole a la violencia. Tengo cincuenta y siete años, pero mi papá me trajo cuando tenía doce, y entonces tocaba viajar por carretera destapada. Cuando los conservadores se tomaron el poder, le avisaron a su papá, don José María, y el abuelo se llevó a la familia, y por eso yo nací en Bogotá. Mi papá construyó las torres Barichara, y allá, cuando hablaban de Barichara, la gente pensaba que se referían a los edificios, no al pueblo. Todo para mi papá era Barichara; en el homenaje a Aquileo Parra, mi viejo trajo al pueblo a Alfonso López, inauguraron la Casa de Aquileo Parra, y declararon a Barichara monumento nacional, lo que ha servido especialmente para proteger al pueblo.


¿La gente diferencia la filantropía de la locura? Mire que gastarse tanta plata en Barichara y no en usted…

 
Es muy difícil para muchos entenderlo, porque la gente siempre piensa en que hay algo detrás de los festivales (“diga la verdad, ¿usted quiere ser gobernador de Santander?”), o que quiero hacer plata con esto, porque en nuestra región no hay la mentalidad de hacer trabajo por la comunidad. Todo lo que hago es voluntario; se paga a todos los músicos, incluso a los de mi grupo, pero yo no cobro. Para mí es una felicidad. ¿Qué saca uno con ser el más rico del cementerio? Lo bonito es que el día en que uno se vaya a morir, que esté en la cama, en el final, en sus últimos días, piense “¿qué hice en la vida, carajo?: hice el festival de talla en piedra de Barichara, hice el festival de música de Barichara, hice el parque que dejé a Barichara”; eso es mucho más chévere que dejar un poco de plata para que se la peleen los herederos.



 



Starbucks elige Costa Rica para investigar nuevas variedades de café


El País
Sandro Pozzi
19 de marzo de 2013

La cadena de cafeterías va a hacerse con 600 acres, unas 240 hectáreas de terreno en la ladera del volcán Poás.

Una tienda de la cadena Starbucks. / EFE
 Howard Schultz acaba de poner la mirilla en Costa Rica. Y no para abrir nuevos locales de Starbucks. El consejero delegado de la cadena de cafeterías que el mismo fundó en Seattle elige el país centroamericano para establecer el laboratorio para desarrollar nuevas variedades de café. Para ello va a hacerse con 600 acres, unas 240 hectáreas de terreno en la ladera del volcán Poás.

La idea es probar en este centro agrónomo global nuevas mezclas de café y mejorar al mismo tiempo la gestión del suelo. La granja en el país centro americano formará parte de su filial Starbucks Coffee Trading Company, que es la que se dedica a la compra del grano por todo el mundo. Los detalles de la compra no se conocen, a espera de que los últimos flecos de la operación se cierren en mayo.

La compañía estadounidense, que está en pleno proceso de expansión, ya tiene en marcha un programa de ayuda a los productores de café en la propia Costa Rica, Colombia, Tanzania y China para que sigan una serie de buenas prácticas conocidas como CAFE, que buscan mitigar el efecto del cambio climático. Así, además, se garantiza un suministro estable de grano de calidad.

Starbucks abrió el primer centro de apoyo a los agricultores de Costa Rica en 2004. Esta asistencia sobre el terreno no solo permite mejorar la calidad del grano, además eleva el rendimiento de los terrenos y la producción de café. En el caso de la granja en el volcán Poás, su altura permitirá a los agrónomos hacer nuevas pruebas cuyos resultados puedan exportarse a otros centros de cultivo.

En la nota con el anuncio, la sociedad estadounidense explica que el 93% del café que compró en el ejercicio 2012 se produjo en granjas acogidas por el programa. En total adquirió 545 millones de libras, unos 247 millones de toneladas. Starbucks registró el año pasado ventas por valor de 13.300 millones de dólares, un 15% más que en 2011, que le aportaron un beneficio de 1.380 millones.


martes, 19 de marzo de 2013

¿Por qué los colombianos toman café importado y no el propio, de mejor calidad?


por: gquin
Noticias Caracol

Esto pese a que el país es el cuarto mayor productor del mundo y el líder en exportación de la categoría de café suave arábigo lavado.

café maduro
El Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) confirmó a Efe que el año pasado se importó, principalmente de Ecuador y Perú, 1,03 millones de sacas de café, lo que equivale al 80 % del café consumido en Colombia, el mayor volumen de la historia. 
Por ejemplo, en el año 2000 se importaron 21.400 sacos de 60 kilogramos de café, y las compras de grano de otro países se dispararon en 2009 con 757.667 sacos

Según el informe "Café: mercados del mundo y comercio" del Departamento de Agricultura de Estados Unidos, Colombia comenzó a hacer compras de café justo cuando comenzó la crisis del sector por las plagas y las lluvias que llevaron a un descenso de la producción de 13 millones de sacos en 2008 a menos de 8 millones en 2012. 

Estas compras corresponden principalmente a la industria de cafés solubles, que se surten de subproductos de la producción colombiana que no llegan a tener la calidad suficiente para la exportación. 

El incremento de las importaciones era uno de los motivos de protesta de los caficultores que durante doce días se manifestaron en las vías del país para exigir mejoras en el sector, hasta que lograron el pasado 8 de marzo llegar a un acuerdo con el Gobierno. 

Aunque se pactaron ayudas de 145.000 pesos (unos 81 dólares) cuando el precio interno del café bajase de los 500.000 pesos (unos 277 dólares) por carga, las partes no llegaron a un acuerdo sobre las compras al exterior. 

Por su parte, el gerente de la Federación Nacional de Cafeteros (FNC), Luis Genaro Muñoz, explicó hoy al diario colombiano El Tiempo que el de las importaciones "no es un fenómeno extraordinario" al ubicar su origen en el descenso de la producción y su continuidad en la tecnificación y mejora del grano, con calidad de exportación. 

El exsecretario general de la Federación Nacional de Cafeteros (FNC) Guillermo Trujillo aclaró además en declaraciones a la revista Semana publicadas este domingo, que "el consumidor colombiano está acostumbrado a un perfil de taza que se asimila más al café que hoy se trae al país, que es de inferior calidad y precio". 

"Se importa a un dólar y nuestro café se exporta a 1,6 dólares, por lo tanto es un ejercicio en el que ganan el productor, el tostador y el consumidor", detalló. 

Trujillo anotó que si se abasteciera el mercado local con un grano excelso, "los precios internos del tostado y molido serían inalcanzables para los colombianos". 

La FNC agrupa a más de 560.000 familias que viven del cultivo del café, aunque la gran mayoría de los caficultores que se manifestaron las pasadas semanas denunció no sentirse representados por esa entidad, a la que incluso acusaron de estar más cerca del Gobierno que de los trabajadores. 

Según la Organización Internacional del Café (OIC), con sede en Londres, los productores de café colombianos están bien valorados por los mercados internacionales y la calidad de su grano es conocida y respetada en todo el mundo. 

Colombia es el cuarto mayor productor de café en el mundo, después de Brasil, Vietnam e Indonesia, y produjo 7,6 millones de sacos en el año cafetero comprendido entre octubre de 2011 y septiembre de 2012.


A propósito de 'Lo que no tiene nombre' de Piedad Bonnett


Narrar el duelo 

Revista Arcadia
Entrevista de Giuseppe Caputo
nº 89 del 15 de febrero al 14 de marzo



Este sufrimiento incesante, que no da frutos, me hace pensar en El mito de Sísifo, el ensayo de Albert Camus, y el planteamiento del suicidio como único problema filosófico que importa. En ese libro, Camus habla del suicidio como obra de arte. ¿Puede hoy, luego de la muerte de Daniel, verlo así?

No. La frase de Camus es demasiado literaria. El suicidio es una decisión dolorosa que nace de no encontrar alternativas. No es un performance, aunque a veces, desde afuera, parezca así.


Ese ensayo también presenta el suicidio como una confesión. Para Camus, matarse significa “confesar que la vida es demasiado para uno o que uno no la entiende”. O confesar que no vale la pena la molestia. A. Álvarez, por su parte, habla del suicidio, también como una confesión, pero específicamente como una confesión de fracaso. ¿Qué opinión le merecen ambas aproximaciones al suicidio?

Como dice Camus, un suicidio es la más desgarradora de las confesiones. Muchas veces, además, una confesión silenciosa: de impotencia, de cansancio, de rendición. En mi concepto, un suicidio es muchas veces una salida honrosa. Puede ser, también, una confesión de fracaso ante una batalla perdida. Pero jamás un fracaso en el sentido convencional en que esta sociedad entiende el término. Se suele esperar que la gente transite por los mismos caminos, y el que no lo hace –o no se casa o no tiene hijos o no va tras una meta profesional o no construye un patrimonio– es, a los ojos de muchos, un fracasado. 


lunes, 18 de marzo de 2013

En el centenario de José A. Morales


Tiple, canto y protesta

El Espectador
17 de marzo de 2013
Fernando Araújo Vélez

Con una serie de actividades que incluyen conciertos y exposiciones iconográficas, Santander celebra su vida y obra.

José A. Morales
Fue él, debió ser él quien llegó con el alma enferma de sufrimiento y le pidió un aguardiente a una tal señora doña Rosario, una tarde-noche cualquiera más de 50 años atrás. Fue él quien le contó su historia mientras se fumaba un tabaco de esos baratos, con uno y otro y otro trago, y confesó que otros, los otros, los otros de arriba y de siempre y de la aristocracia, no sabían lo que era la vida cuando se llevaba “plena de odio y olvido”. Fue él quien cantó “Hoy que vuelvo a tus lares trayendo mis cantares / y con el alma enferma de tanto padecer / quiero pueblito viejo morirme aquí, en tu suelo, / bajo la luz del cielo que un día me vio nacer”.

Fue él, José A. Morales, quien decía y cantaba: “Ayer me echaron del pueblo por que me negué a jirmar, / la sentencia que el alcalde a yo me hubo de implantar, / por que tuve con mi mano al patrón que castigar, / cuando quiso a mi jamilia, quiso a mi jamilia llegármela a irrespetar”. Fue él quien concluía y denunciaba “Por que uno es probe y carece, / de jincas como el patrón, / tan creyendo que por eso, / también nos jalta el honor. / Entonces hay que enseñarles, que en cuestiones del amor, / tuiticos semos iguales, y tenemos corazón”.

Sus personajes eran él, fueron él. Él y sus tristezas, él y su humildad, él y su inconformismo, él y sus amores. Sus biógrafos dijeron que había nacido el 19 de marzo de 1913 en El Socorro, Santander, y que falleció en Bogotá, el 22 de septiembre de 1978. Que comenzó componiendo canciones ligeras y tangos, que su primer gran maestro fue José de Jesús Vargas, y que de su mano y de la mano de otros músicos empezó a crear en ritmos de pasillo y de bambuco. En los años 50 se alió con Darío Garzón y Eduardo Collazos, y con ellos, y por ellos, con el sello de Sonolux como plataforma, José A. Morales compuso por aquellos tiempos y en los 60 Pueblito viejo, María Antonia, Ayer me echaron del pueblo, Perdón y olvido, Cenizas al viento, Yo también tuve 20 años, Campesina santandereana, y decenas de canciones más que surgieron del campo y de la montaña santandereanos, que eran del pueblo y para el pueblo.

Él escribía y creaba y una vez cantó en un disco que se tituló Canta un tiple. Garzón y Collazos, y luego Javier Solís, y Silva y Villalba, y María Dolores Pradera, y más tarde Raphael, y otros tantos, interpretaban sus obras, que se multiplicaban en cientos de voces e incluso en una película de 1982, dirigida por Jorge Gaitán, Ayer me echaron del pueblo.

“A partir de la nostálgica letra de la canción que la inspira —decía la sinopsis—, ilustra la historia de una familia que se ve obligada a abandonar el campo y huir hacia la gran ciudad, debido a las presiones de un poderoso terrateniente que los despoja de sus tierras. Vencidos por las dificultades que les presenta la difícil supervivencia, abocan el destino trágico de muchos desplazados: el hombre, del subempleo a la delincuencia; la mujer, del servicio doméstico a la prostitución, y los hijos a la tormentosa vida de los niños de la calle”.

El pueblo, y su pueblo, El Socorro; los campesinos y el campo; las injusticias; la nostalgia de lo que había sido y no volvería a ser... La vida, en fin, la vida de todos los días seguía siendo su tema. La vida de las pequeñas cosas. Como escribió Egberto Bermúdez en la revista Credencial: “Su temática recordaba otros textos de canciones que tocaban la situación del campo colombiano, que atravesaba un profundo proceso de cambio, y denunciaba en un lenguaje directo y lleno de giros campesinos las injusticias de la aún no superada condición servil del campesino de muchas regiones del país”. El proceso de cambio en el campo prosiguió su marcha, más allá de las denuncias de Morales y de algunos otros. Su estilete rasgaba, pero no alcanza a herir. Sus canciones eran himnos cantados y repetidos en miles de tabernas por los años de los años, pero se convirtieron más en fiesta que en puñal. Morales cantaba sus penas y sus protestas, pero esas penas y esas protestas terminaban diluidas en alcohol, y con los años acabaron enterradas. La publicidad, la industria de los discos, los nuevos grupos, el made in Usa y sus dólares, las influencias foráneas, el mercadeo, los registros de sintonía, el dinero que todo lo compra, incluidos los programadores de las emisoras, el olvido de las raíces en escuelas y conservatorios, el complejo de inferioridad, el sistema y sus intereses y los intereses del poder, el olvido programado y la eterna indiferencia las enterraron.


 


domingo, 17 de marzo de 2013

Los arrecifes del naufragio cafetero


El Espectador
Mauricio Botero Caicedo
16 de marzo de 2013

El editorial de El Espectador del domingo pasado afirmaba: “El subsidio (de 800 mil millones de pesos) es una salida de emergencia que ha permitido levantar el paro, pero el naufragio de la industria cafetera sigue su curso”.

Para el autor de esta columna (opinión que coincide con el editorialista), la caficultura colombiana va a naufragar, y va a naufragar en los arrecifes de arrogancia, prepotencia y soberbia que caracterizan a la ‘institucionalidad cafetera’. Refiriéndose a dicha arrogancia, la revista Dinero (marzo 8/13) hace serios cuestionamientos: “La dirigencia cafetera se extravió. La Federación nunca logró entender cuál sería su misión en un mercado internacional sin cuotas. La producción entró en una caída secular y la entidad se quedó todos estos años echando el mismo cuento y esgrimiendo el mismo rosario de excusas: que el cambio climático, que los precios, que la revaluación, que la baja fertilidad, que la broca, que la roya…”.

De la dirigencia de la Federación de Cafeteros se oyen insensateces como las de aquel funcionario que para justificar la pésima calidad de los cafés que nos hemos visto en necesidad de importar de Vietnam, Perú y Ecuador, manifestaba con desdén que “el consumidor colombiano tiene acostumbradas sus papilas gustativas a los cafés inferiores”.

Esta peregrina afirmación se puede asemejar a que los colombianos sólo deberíamos importar y conducir Renault 4, ya que nuestros ‘hábitos automovilísticos’ se habían acostumbrado a ese tipo de vehículo. En reciente entrevista, un miembro de la Comisión Cafetera afirmaba con mal disimulada prepotencia: “Yo nunca he simpatizado con la siembra de robustas… si me convencen de que es buen negocio, lo sembraremos”. Si la anterior fuera una simple opinión de un caficultor no tendría la menor importancia, pero al tratarse de las simpatías o antipatías de un alto dirigente de la ‘institucionalidad’, la totalidad de los caficultores no tiene alternativa distinta a sembrar lo que les ordenen. Un exgerente de la Federación insiste despectivamente en que la “autoría intelectual y material del paro les corresponde exclusivamente a los cafeteros grandes, los comercializadores y los exportadores”, tácitamente afirmando que las decenas de miles de cafeteros que se unieron al paro no pasan de ser unos borregos.

Como afirmábamos en una columna hace unos meses: “La ‘institucionalidad cafetera’ se quedó por fuera de los grandes cambios que se estaban gestando a nivel mundial, tanto en el caso de los cafés de alta calidad, como en aquellos de consumo masivo. El resultado de esta miopía es que hoy no dominamos los mercados de los cafés ‘especiales’ y nos colocamos en la absurda necesidad de importar del Vietnam, Ecuador y Perú el 70 por ciento del consumo interno”. Lo que ya no es aceptable es que la Federación pretenda seguir siendo el árbitro indiscutible de los gustos del consumidor y, por ende, de lo que tiene que producir el caficultor.

Jorge Humberto Botero, expresidente de Asoexport, con perspicacia señala que “uno de los grandes errores de la Federación, entre muchos otros, es la obsesión por el precio que no les dejó ver que la variable fundamental es el margen”. Colombia tiene un serio problema de productividad dado que en el país se producen sólo siete cargas por hectárea, mientras que en el Brasil se produce el triple. Y la solución, como bien lo señala el editorial de Dinero arriba citado, “no está en darles más subsidios o plata a los cultivadores, como se ha hecho en los últimos años. Los cafeteros no pueden seguir viviendo de la limosna que les da el Gobierno. Hay que encontrar otras maneras para volver sostenible una actividad de la que viven 550.000 familias, cerca de dos millones de personas en total. Si la Federación no logra dar respuesta a los padecimientos de los cultivadores, quizás debería desaparecer”.

viernes, 15 de marzo de 2013

La iglesia que vuela


Rutas arquitectónicas

El Viajero

El País 
12 de marzo de 2013

Ronchamp, obra maestra de Le Corbusier, atrae a los devotos del catolicismo y a los del dios de la arquitectura.


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Exterior de Notre Dame de Haut, en Ronchamp (Francia). / Hervé Hughes
"He querido crear un lugar de silencio, de paz y de alegría interior”. Esta es la frase del arquitecto franco-suizo Le Corbusier (1887-1965) sobre la iglesia de Notre Dame du Haut, también conocida como La Chapelle. Palabras que se pueden leer en el interior de la porterie,el nuevo centro de recepción proyectado por el arquitecto italiano Renzo Piano e inaugurado en 2011.

Resulta difícil describir esta obra de Le Corbusier, uno de los ejemplos de arquitectura religiosa más acertados y exitosos del siglo XX, una construcción que puede emparentarse con el Panteón de Roma o cualquier otro icono de la historia de la arquitectura por su capacidad de emocionar. Es como una ilusión inexplicable; mientras se contempla, el tiempo no pasa. Sea por devoción o afición, lo cierto es que cada año visitan el complejo casi 100.000 personas. El enclave es ahora un santuario doble: allí componen su oración por el semidiós de la arquitectura los amantes del oficio, muchos de ellos laicos, y rezan los católicos, subyugados por un espacio celebratorio de cuyo aura participan.


Interior de Notre Dame de Haute, en Ronchamp (Francia).
Thomas A. Heinz

La construcción está situada sobre una colina de unos 150 metros de altura que se abre al paisaje de Ronchamp, en la Francia del noreste. La colina, con un gran valor simbólico para los habitantes de la zona, fascinó a Le Corbusier como elemento paisajístico cuando la visitó en 1950. La vio como un poema, rodeada del bosque y flanqueada por montañas.

Le Corbusier dibuja en sus primeros bocetos a lápiz cuatro elementos en los cuatro puntos cardinales de la colina, de los cuales el central es la capilla. En el extremo sur está la residencia de las monjas; en el extremo norte se encuentra una pirámide escalonada como símbolo de paz, construida con los restos de la antigua iglesia bombardeada en la II Guerra Mundial; en el extremo oeste hay una explanada que permite actos litúrgicos para un número elevado de peregrinos, y en el extremo oeste, una estructura metálica que aloja tres campanas.

La iglesia se inauguró el 25 de junio de 1955. Por si había alguna duda, Le Corbusier la resolvió: un buen arquitecto no creyente puede realizar un edificio religioso con grandes valores arquitectónicos. Empezando por el emplazamiento, que puede relacionarse con la Acrópolis: a los pies de la colina comienza la ascensión hasta la cima, donde se puede ver el edificio en su integridad. ¡Y menudo edificio! Los gruesos muros de mampostería pesada, revocados en blanco, se despliegan sinuosos y sobre ellos surge, repentinamente, una cubierta de hormigón natural a modo de vela. Con ella, el edificio, enraizado en la colina, al mismo tiempo vuela. Se hunde en el suelo y nos recoge hacia la tierra; se alza en el cielo y nos levanta hacia el espacio.

Los únicos elementos religiosos en su interior son una Virgen y una cruz. La sensación es la de una masa escultórica que bebe del cubismo, de Mondrian y también, tal vez, del barroco. Están aquí presentes las formas arquitectónicas orgánicas de los años cincuenta, como el Guggenheim de Nueva York, de Frank Lloyd Wright, o el proyecto del arquitecto estadounidense de origen finlandés Eero Saarinen en la terminal neoyorquina de la TWA. La Chapelle fue concebida con los conceptos del Modulor (sistema de combinaciones armónicas detallado por Le Corbusier a partir de la medida del hombre con la mano levantada: 226 centímetros), y en la plasticidad de la obra el arquitecto trata de expresar esa “joie interieure” (alegría interior) a la que se refiere en sus primeras concepciones arquitectónicas.

La planta se compone de una sola nave con dos entradas en las paredes laterales, un altar y tres capillas con sus respectivas torres. La puerta de entrada principal aparece recubierta por ambas caras con chapas de acero esmaltadas en colores brillantes.

La luz natural es otro de los elementos clave del edificio. Una raya de luz de unos diez centímetros separa el techo de las paredes, produciendo así en su interior un impactante efecto escenográfico. Las ventanas son el resultado de unos agujeros en las paredes para que el movimiento de las nubes y de los árboles se constituyan en parte integrante del edificio. El sistema constructivo es simple: las paredes, blancas; el techo, gris; el suelo, de cemento y piedra; los bancos, de madera africana. La penumbra se enriquece con los haces de luces. En algunos huecos la luz es filtrada por vidrios rojos, azules, amarillos y verdes.

Renzo Piano, en diálogo


Notre Dame de Haut, obra maestra de Le Corbusier, también conocida como La Chapelle.
/ Marc Garanger

Homenaje a los albañiles y precursora de las tecnologías digitales, esta obra maestra de la arquitectura del siglo XX se completa con la ampliación del proyecto, abierta en 2011 en la ladera de la colina y obra de Renzo Piano en colaboración con el paisajista francés Michel Corajoud. Una intervención que no interfiere en la visión de la iglesia y que, a su vez, también se abre al paisaje. Entre las nuevas instalaciones destacan el edificio de recepción, la porterie, y el monasterio. Renzo Piano optó por la humildad: la que también buscaban las monjas clarisas. La hermana Brigitte de Singly, abadesa, le hizo el encargo y le pidió un espacio de calma, de lentitud, de contacto con la naturaleza. Renzo Piano aguantó la polémica creada por la osadía de construir junto a la obra del genio y cumplió. “Monjas con suerte”, las llamó un crítico después de ver los nítidos y jubilosos espacios proyectados por el italiano.

Benedetto Fasciana es arquitecto.

Paro cafetero a puerta cerrada


¿Cómo se vivió la crisis cafetera en Cundinamarca?

El Espectador
Santiago Valenzuela
14 de marzo de 2013


Para evitar las protestas de los cafeteros, la Gobernación de Cundinamarca acordó subsidios.

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¿Por qué se quedaron quietos los cafeteros cundinamarqueses? Se barajan dos hipótesis: por un lado, la Gobernación de Cundinamarca asegura que ha estado del lado de los cafeteros y ha incrementado las ayudas para este sector. Por otro lado, representantes del paro cafetero a nivel nacional explican que por problemas de organización no alcanzó a llevarse a cabo una manifestación masiva en el departamento.

El gobernador Álvaro Cruz argumentó que para mejorar la competitividad del sector agropecuario se van a renovar 10.000 hectáreas, incluidas 1.235 de café. Dentro de las propuestas para los cafeteros se incluyó la asignación de $1.300 millones provenientes del Sistema General de Regalías, con lo que se beneficiarían a 2.100 productores. Cruz señaló que para el mejoramiento de la calidad del sector “se cuenta con un Incentivo a la Capitalización Rural (ICR) complementario de $800 millones y $330 millones de recursos propios”. Adicionalmente, la Gobernación acordó con los cafeteros garantizarles la seguridad alimentaria a través de una asignación de $246 millones.

Óscar Gutiérrez, uno de los líderes del movimiento cafetero a nivel nacional, le dijo a este diario que los cafeteros de Cundinamarca lo llamaron para participar en el paro: “Fue en la zona de Viotá, pero no hubo forma de visitarlos. También me enteré de gente que se movilizó en San Juan de Rioseco. No alcanzaron a participar en el paro, porque hay temas de logística y organización que no alcanzaron a llevarse a cabo. Fue demasiado encima y hay mucha gente despistada y desvinculada que puede pensar que la Gobernación les está regalando subsidios”.

Otro representante que está de acuerdo en que se alcanzaron a gestar manifestaciones es Javier Bohórquez, representante de Cundinamarca en el Comité Nacional de Cafeteros: “Iba a haber una protesta pacífica en Viotá, pero nada de vías de hecho. No estábamos de acuerdo con trancar vías y por eso no salimos”. Bohórquez explica que mientras se llevaba a cabo el paro, los cafeteros cundinamarqueses estaban reunidos con el Ministerio de Agricultura y la Gobernación de Cundinamarca: “Seguimos trabajando en renovar cafetales viejos. La meta es producir 700 mil sacos de café y renovar 12 mil hectáreas este año. Ya verán, viene una cosecha muy buena”.

La opinión del director ejecutivo del Comité de Cafeteros de Cundinamarca, Marcos Barreto, se distancia de la de Bohórquez: “Todo el gremio cafetero de Cundinamarca compartió las necesidades por las cuales se inició el paro. A nosotros también nos afectan el precio interno, la revaluación del peso y la falta de insumos”. De acuerdo con la versión de Barreto, las protestas sí existieron, pero a puerta cerrada: “Hicimos muchas reuniones para dialogar sobre el tema y conseguimos algunos beneficios. Para los 35 mil caficultores de Cundinamarca logramos impulsar convenios importantes. Uno de ellos es el de la reforestación, en la que la Fundación Endesa y algunos municipios invirtieron $260 millones. Se logró cofinanciación con cada uno de los municipios y la Fundación Grupo de Energía de Bogotá aportó $176 millones”.

De las reuniones, Barreto asegura que se acordaron otros beneficios. Por ejemplo, un aporte de $111 millones para la provincia de Rionegro, otro de $59 millones para Tequendama Sur y uno de $55 millones para Tequendama Norte. “Con la Gobernación acordamos un beneficio de $800 millones para las tres centrales de beneficio. En 2011, en cambio, no hubo una inversión tan grande en ayudas”, señala.

Según la Gobernación de Cundinamarca, más de la mitad de la población rural está vinculada con la actividad cafetera. De hecho, en la actualidad el departamento aporta el 3,9% a la producción nacional de café. De las 41 mil hectáreas sembradas se obtiene una producción estimada de 36.550 toneladas.

Pese a que los representantes de los caficultores en Cundinamarca ven con buenos ojos las ayudas por parte de empresas privadas y de las entidades municipales, la principal preocupación es que no despegue el negocio a nivel nacional. “Todo esto es bueno, pero es insuficiente”, dice Barreto.

Cuando el paro cafetero estalló en el país, cinco departamentos se convirtieron en escenarios de protesta: Huila, Tolima, Risaralda, Cauca y Antioquia. La manifestación adquirió un matiz nacional cuando el Gobierno anunció que, pese a la baja en los precios internos e internacionales, iba a mantener el subsidio de sustentación en $60 mil. A mediados de febrero las manifestaciones en Cundinamarca comenzaron a gestarse en municipios como Pacho y Viotá. En este departamento se corría el riesgo de que en 69 municipios productores de café se presentaran manifestaciones.

martes, 12 de marzo de 2013

Vivir de otra manera



El País
12 de marzo de 2013


Una vida equilibrada no es utópica; es una vida de sabiduría, libre de mediocridad


¿Es ideal cualquier vida por desarrollarse simplemente en un mundo ideal o es ideal precisamente porque el mundo en que vivimos presenta alguna imperfección? Si el carácter ideal de la vida no guarda relación con el del mundo no habrá garantía alguna de que alcanzar la vida ideal suponga alcanzar el mundo ideal. ¿Cómo podemos concebir una vida ideal sin considerarla un objetivo alcanzable? Según Aristóteles, los hombres definen lo que es una vida ideal en función de la consecución de la felicidad, que puede alcanzarse explotando al máximo las posibilidades vitales, en una sociedad que mantenga un equilibrio entre excelencia moral y rectitud. Siguiendo a Aristóteles, podríamos decir que la vida será ideal cuando la persona sea capaz de vivirla de manera ideal, es decir, hallando un equilibrio entre la excelencia moral y la rectitud. De este modo, en todos los hombres podrá detectarse la búsqueda de la vida ideal, ya sea por medios placenteros o dolorosos, siempre que la vida se sitúe en un equilibrio de excelencia moral guiado por la propia virtud y sin respetar necesariamente las normas. Siguiendo la lógica aristotélica, la felicidad procedería de una vida virtuosa, definida fundamentalmente por la consecución de un equilibrio en la vida y las actividades del sujeto.

Es improbable que los comportamientos y opciones extremos conduzcan a una felicidad auténtica y duradera. Sin embargo, no hay pautas absolutas para desarrollar una vida equilibrada, que es la que se compone de opciones y compromisos equilibrados. Ojalá pudiera acabar aquí y decir que una vida ideal es el resultado de una existencia compuesta de elecciones morales. Pero, ¿acaso podemos decir que en una vida ideal no hay necesidad de acciones moralmente virtuosas? Sigue siendo cuestionable que una vida de opciones y compromisos equilibrados reporte necesariamente a todo el mundo una vida ideal. En consecuencia, una vida equilibrada no es ni una utopía ni una concepción sistemática de una vida mucho mejor alcanzada mediante la inteligencia y la voluntad humanas. La utopía es la vida soñada hecha carne. Es un modelo imaginado a la espera de plasmarse. Es la imagen de un mundo perfecto. Pero la humanidad, al ser imperfecta, no puede habitar un mundo perfecto. Esa es la razón de que los proyectos utópicos siempre hayan sido ideas impuestas. Por el contrario, una vida de excelencia no pretende imponerse a los demás. Es un horizonte común de ejemplaridad para todos los seres humanos. Una vida de excelencia es una vida dentro de la vida en la que la ejemplaridad se mantiene mediante el compromiso individual con esa excelencia, que es un noble estado mental. No es una imposición de lo bueno y lo malo. No tiene nada que ver ni con la riqueza ni con la fama, ni tampoco con las ambiciones políticas. No es ni una renuncia al mundo ni una nostalgia de otros mundos. Es la adopción de esa noble actitud vital que siempre ha simbolizado el concepto de sabiduría.

Una y otra vez, siempre que los seres humanos se han preguntado cómo es posible que alguien sea feliz y justo en su mundo, han tenido que recurrir a la sabiduría. Sófocles solía decir que “la sabiduría es el componente supremo de la felicidad”. Pero la felicidad, por sí sola, nunca es suficiente. Para que la felicidad cree seres humanos felices se necesita también una fuerte y fría sabiduría. La felicidad sin sabiduría no puede más que producir banalidad y mediocridad. En estos tiempos, la felicidad se relaciona con el conocimiento, el poder y la riqueza, no con la sabiduría. Es cierto que la sabiduría consiste en ser sabio en el propio tiempo, pero también en tener la capacidad de dudar de la ejemplaridad de ese tiempo. Pedro Abelardo lo sabía cuando dijo que “el comienzo de la sabiduría se encuentra en la duda; al dudar llegamos a la pregunta y buscando podemos tropezarnos con la verdad”.


No se puede ser sabio únicamente con la sabiduría del propio tiempo, porque bien podría ser que esa sabiduría no fuera más que ignorancia. En consecuencia, se podría decir que ser sabio es ser maduro en y con la vida, porque esta es el único consejero fiable. Es decir, la sabiduría vital está en la propia vida. Por tanto, una vida de excelencia será una vida de sabiduría, libre de brutalidad y mediocridad. En la vida y para poder vivirla, hace falta experiencia para separar lo accesorio de lo esencial. Como señaló Dietrich Bonhoeffer, eso es “reconocer lo importante dentro de lo fáctico”. De este modo, para pensar en una vida ideal que sea un estado de madurez y ejemplaridad humanas necesitamos concebirla como una actividad ética, como lo que Aristóteles denominaba eupraxis (buena acción).

Mantenerse fiel a la ética no es desear que nuestra vida discurra lo mejor posible, sino hacer lo que éticamente es mejor para cambiarla. Después de todo, una vida de excelencia puede definirse como una existencia vivida de otra manera. Si logramos esa vida, podremos decir que es la mejor que se puede alcanzar. En consecuencia, una vida de excelencia será la consistente en vivir éticamente lo mejor que podamos. Será una vida ideal constituida por un completo abanico de actividades humanas guiadas por la excelencia, no solo por la diversión. La excelencia no radica en la repetición, sino en lo que está a nuestro alcance realizar. No se logra fácilmente. En consecuencia, una vida ideal mantiene una relación directa con nuestro compromiso con la excelencia. Como dijo Séneca, “la vida es como una representación teatral: lo que importa no es la duración sino la excelencia del drama”. Para quienes creen en la vida como excelencia, el ideal es la propia vida. Afanarse por alcanzar la excelencia es un método seguro para alzar nuestra vida por encima de la mediocridad. La excelencia es mejor maestra que la mediocridad. Es una labor, no una premisa. Es el resultado gradual de esforzarse siempre por hacer las cosas con nobleza y ejemplaridad. En consecuencia, sería un error pensar en una vida de excelencia que fuera un estado de perfección, ya que esta no es la única alternativa a la mediocridad. La excelencia es una alternativa más ética. Cuando vivimos en la excelencia, puede que no sepamos qué aspecto ideal está presente en nuestra vida o en una vida ajena. Pero sin duda sabremos que, si hay una vida ideal, se basará en vivir de la forma más noble e ideal que podamos.

Ramin Jahanbegloo, filósofo iraní, es catedrático de Ciencias Políticas en la Universidad de Toronto.

Traducción de Jesús Cuéllar Menezo