viernes, 31 de mayo de 2013

La madre de la literatura



La literatura europea moderna nace a finales del renacimiento y su impulso decisivo es la Biblia en sus traducciones a lenguas vernáculas. En España no hemos tenido un texto bíblico como modelo literario

El País
Félix de Azúa
26 de mayo de 2013

Hablamos como podemos ysobre todo como nos enseñan en casa, si acaso tenemos casa. El aprendizaje suele ser suelto y zoológico, pura imitación. Otra cosa es lo que escribimos. La lengua de la literatura apenas tiene relación con la lengua que se habla, es el resultado de una técnica esforzada y compleja, así que no parece raro que vaya desapareciendo, sustituida por una prosa que se arrastra por la tierra como las lombrices, pero con menos gracia. Escribir literariamente es una tarea extenuante y hermosa. Los literatos actuales tienden, razonablemente, a una escritura masificada.

Suele decirse que la moderna literatura europea nace a finales del renacimiento y su impulso decisivo es la Biblia en sus traducciones a lenguas vernáculas. Adaptar el gran estilo bíblico a una expresión comprensible en lengua llana fue una tarea monumental. Ahora que por fin se está traduciendo al castellano la versión de los Setenta, la célebre Septuaginta de Alejandría, podemos dedicar diez minutos a pensar en este particular: que en España, a diferencia de Inglaterra, Alemania o algunos lugares de Italia, no hemos tenido un texto bíblico como modelo literario.

El primero que concibió el alcance inmenso que podía tener una traducción de la Biblia al idioma común y corriente fue, famosamente, Lutero. En 1522 aparece un modo de escribir que rápidamente se convertiría en lo propiamente literario del ámbito germánico. Lutero estuvo atento al habla de la calle e incluso se dice que iba por los mercados anotando expresiones como un profesor Higgins teutón. Lo cierto es que el idioma alemán no existía, sino un sinfín de dialectos muchas veces incomprensibles los unos para los otros. En este sentido puede decirse que Lutero inventa el alemán literario al ingeniar una síntesis de gran belleza. Su influencia sobre Herder, Lessing, Goethe o Nietzsche, proclamada por ellos mismos, llega hasta las jeremiadas bíblicas de Bernhard.

Lo mismo sucede con la Biblia en tierras inglesas y aún con mayor fuerza. La primera traducción de intensa influencia es la de Tyndale, comenzada, por emulación, a partir de la edición de Lutero. Sólo pudo acabar el Nuevo Testamento y parte del Antiguo, pero sus discípulos la completaron y está en la base de la llamada Biblia de Ginebra editada en 1560. Era la primera en usar el texto hebreo en lugar del griego, pero el lenguaje mismo, el lenguaje literario de la Biblia de Ginebra, contiene un ochenta por ciento de Tyndale según Harold Bloom.

La Biblia de Ginebra tuvo una gran difusión y es la que leyeron Shakespeare, Milton, Spenser o Donne, pero era de ideología puritana de manera que el rey Jacobo I encargó una nueva versión para uso de la Iglesia de Inglaterra. Es la célebre King James, que se completa en 1611. Esta será la Biblia común de ingleses y americanos, una obra maestra traducida del texto hebreo (el Antiguo Testamento) y del griego (el Nuevo). Escritores como Melville o Faulkner serían inconcebibles de no contar con esta fuente siempre conspicua. Autores de muy distinta musicalidad, como Dickens, Joyce o Jane Austen, son también hijos de tan asombrosa obra de arte literario.

En España, como es nuestro frecuente destino, eso no fue posible porque la prohibición de leer la Biblia se prolongó hasta el siglo XIX. Y aún podríamos añadir que ni siquiera en el siglo XX es una lectura literaria común, excepto entre los mejores, como Juan Benet y Sánchez Ferlosio, lectores admirados de la Biblia del Oso, nuestra traducción renacentista. El siglo XXI ya no necesitará que nadie la lea. Hemos llegado a otro mundo y no está en éste.

La historia de la Biblia del Oso y de su autor, Casiodoro de Reina, es una novela fascinante. Sorprende que no haya dado pie a una serie televisiva en los periodos medianamente liberales que hemos tenido en ese ente. Casiodoro de Reina era un monje del monasterio de San Isidoro, próximo al centro urbano de Sevilla, en donde burbujeaba la Reforma luterana con auténtico vigor. En consecuencia, él y otros doce monjes se vieron obligados a huir en 1557 al saber que la Inquisición se estaba interesando seriamente en sus ideas y trabajos. Bien hicieron, porque de los cien que no pudieron escapar cuarenta murieron en la hoguera.

Se instaló primero en Ginebra, pero la intransigencia calvinista le hastiaba y las ejecuciones le repugnaban. Se exilió, entonces, a Londres donde llegó a ser nombrado pastor con parroquia y pensión. Sin embargo, las relaciones diplomáticas con España habían dado un siniestro poder a los espías de la Inquisición, así que hubo de huir nuevamente en 1563. Su efigie había sido quemada en Sevilla un año antes y su cabeza tenía precio. Buscó entonces refugio en Fráncfort, donde vivía su suegro. El resto de sus días los pasará en constante trasiego entre esta ciudad, Basilea y Estrasburgo.

La Biblia del Oso, así llamada por la ilustración de portada, un oso en trance de arañar con sus garras un panal, aparece en 1569 y es una de las más bellas y perfectas del conjunto europeo. Tiene la peculiaridad de que, aun siendo obra de un creyente protestante, contiene el entero canon católico. Su nombre es la transcripción icónica del impresor, Samuel Biener (Apiarius), y juega con el oso de Berna y las abejas del apellido. Cipriano de Valera, otro de los monjes que huyó de Sevilla junto a Reina, editó en 1602 una segunda edición con algunas alteraciones y esa es la biblia de los protestantes hispanos así como la de los literatos de arte mayor.

Al igual que los casos alemán, italiano o inglés, la escritura de Reina es un fabuloso ejemplo de la lengua común castellana de su siglo, empleada con suma elegancia literaria. Si la King James suele compararse con Shakespeare (aparece cuando se estrena The Tempest), Reina puede hacerlo con Cervantes cuyo Quijote data de 1605. Así lo juzga Menéndez Pelayo: "(Casiodoro de Reina es) el escritor a quien debió nuestro idioma igual servicio que el italiano a Diodati". La frase (citada por González Ruiz en su inencontrable edición de 1987) parece un sacacorchos, pero se entiende: Reina inventa el castellano literario de la calle, por así decirlo, como Giovanni Diodati inventó el italiano en su traducción de 1607, obra maestra de la lengua de su país.

No obstante, la frase de Menéndez Pelayo es extraordinaria porque, habiendo podido ejercer la influencia que las traducciones bíblicas tuvieron en Inglaterra o Alemania, en España esto no fue posible. Muy poca gente leyó la traducción de Reina en nuestro país. Podía costarle la vida. Todavía en 1835, cuando George Borrow recorre España intentando vender biblias protestantes, su vida pende de un hilo. Hay que leer sus aventuras en La Biblia en España (hay una muy notable traducción de Manuel Azaña), para darse cuenta de lo que debió de soportar. Casi hemos de ponernos en Unamuno para divisar la influencia de la Biblia del Oso en algún escritor de altura.

Pero entonces, si no se produjo un efecto similar al del resto de Europa, una lectura doméstica del texto que originara un estilo literario, ¿cómo explicarse la aparición en España de una literatura en lengua vulgar, pero de gran elevación estilística? Comprendo que cometo una imprudencia al dar mi opinión de un modo tan abrupto, pero tengo para mí que el Quijote de Cervantes, cuya primera parte se edita en 1605 y la segunda en 1615, cumple exactamente con las condiciones exigidas en ese momento de fundación literaria en lenguas vernáculas europeas. Sus trescientas citas de las Sagradas Escrituras confirman un extenso conocimiento del texto bíblico, aunque no se ha podido establecer qué traducción llegó a sus manos.

Puede sonar como una frivolidad de aficionado, pero ¿no podría ser el Quijote nuestra particular Biblia y de ahí su enorme éxito, no sólo en España sino también en Inglaterra y Alemania? Una Biblia laica, sin subida nobleza, pero mucha sagacidad, sin grandeza quizás, pero con cálida fraternidad, sin heroísmo, pero con esa simpatía que se da en los países pobres hacia los pequeños, los desvalidos, los chiflados. Una Biblia aún más popular que la elegante traducción de Casiodoro de Reina para un público algo más bajo, más vulgar que el lector protestante norteño. Un libro que expresa igual o mayor desengaño que el que pueda leerse en el Eclesiastés, igual o mayor fervor amoroso que en el Cantar de los Cantares. Una Biblia descreída e irónica. Una Biblia para un país sin Biblia.

Félix de Azúa es escritor.


miércoles, 29 de mayo de 2013

Y, ¿por qué no?


El Tiempo
Por Mauricio Pombo
27 de mayo de 2013

Fui fumador compulsivo, tres paquetes de Pielroja al día, hace ya varios años dejé el vicio por un par de razones: un libro y un hijo. Poco tiempo después empezaron a salir en las cajetillas unas horripilantes fotografías que ilustraban los estragos que causa inhalar nicotina con o sin filtro. Fotos de bocas desdentadas, pulmones destrozados, toda suerte de manchas, piernas amputadas y ene monstruosidades más.

Pues bien, lo que sigue es otra historia y no es idea mía ni mucho menos (infortunadamente); es tomada de una de las tantas redes sociales. Pero para eso están allí, para algo han de servir. La anónima propuesta, escrita en una hoja con el membrete de Info TSG Viajes, parte de la pregunta ¿por qué meter las imágenes horripilantes solo en paquetes de cigarrillos? Para continuar con varios ¿y por qué no?

¿Y por qué no fotos de niños hambrientos en envases de McDonald’s? A lo que yo adicionaría fotos de niños con sobrepeso exagerado, fotos de esófagos o riñones maltrechos y otras secuelas del consumo de comida chatarra. Luego, el anónimo corresponsal agrega: ¿y por qué no animales torturados en productos cosméticos? Y, añadiría yo, ¿por qué no poner en los empaques y bolsas de joyerías fotos de los niños enfermos y los ríos moribundos por causa del mercurio?

¿Y por qué no poner fotos de las víctimas de conductores ebrios, en botellas de cerveza y vino?, sugiere el autor desconocido, para terminar su contribución con la siguiente impecable pregunta: ¿y por qué no poner las fotos de políticos deshonestos y ladrones disfrutando de nuestro dinero en los impresos de las declaraciones de impuestos? A lo que sumaría yo fotos de los Moreno Rojas y de los Nule en los destrozados tramos viales de la ciudad. Aunque más bien no, pues viéndolo bien no habría presupuesto para tanta foto, a menos que los obligáramos a pagarlas con la plata que se robaron.

Amplía la lista mi amiga con la siguiente propuesta: ¿y por qué no chequeras con las fotos de delincuentes de las finanzas o con las fotos de la gente a la que le quitan casa y carro por no poder pagar esos intereses de usura? Propongo poner fotos de las mil textileras muertas en Bangladesh en las bolsas de los productos de Nike, GAP, H&M y tantas otras más industrias de la confección que producen sus prendas en países del tercer mundo bajo condiciones de abuso y esclavitud.

En fin, la lista es larga, larguísima, pero vale la pena continuarla. Y, por qué no, invito a los lectores a hacer sus contribuciones.

martes, 28 de mayo de 2013

día de la familia





Durante el mes de mayo, tradicionalmente se celebra el día de la familia en las escuelas de nuestro municipio. Ayer lunes, le correspondió a nuestra vereda Santa Elena bajo...


lunes, 27 de mayo de 2013

¿Cómo ser marginal en el mundo de hoy?


El País

26 de mayo de 2013
 

 

Debemos esforzarnos por promover un diálogo que forje solidaridades.

En su famoso ensayo La migración y el hombre marginal, Robert Park, uno de los fundadores de la escuela sociológica de Chicago, definió la marginalidad como una especie de limbo entre, por lo menos, dos entornos culturales. La formulación de "marginalidad" de Park está directamente relacionada con la expuesta por Georg Simmel en El extranjero, donde ese "extranjero" es potencialmente un flâneur [haragán], con libertad para ir y venir a su antojo. Es una persona desapegada que, en uno u otro momento, entra en contacto con todos los individuos, pero sin estar orgánicamente relacionado con ninguno en particular. Lo que caracteriza el concepto de "extranjero" de Simmel no es sólo el desapego sino la "cercanía".
 
Situándose en el contexto de una ciudad moderna, Simmel es consciente de que la marginalidad surge de la urbanización y la industrialización de las sociedades contemporáneas. Se suele decir que la marginalidad define una personalidad en transición que, aislada y desprotegida, busca en vano una oportunidad para echar raíces en un discurso o una cultura dominante. Sin embargo, una situación de marginación cultural describe más bien la experiencia de alguien moldeado por el contacto con dos o más tradiciones culturales. Esa persona no suele encajar perfectamente en ninguna de las culturas con las que ha entrado en contacto, sino que, manteniendo una distancia crítica respecto a ambas, puede situarse cómodamente al borde, en los márgenes de cada una de ellas. Esta ubicación cultural intermedia apunta a un tipo de marginalidad positiva que consigue moverse con facilidad y vigor entre diferentes tradiciones culturales, actuando adecuadamente y sintiéndose cómodo en ambas.

Los marginados interculturales suelen dar buen uso a sus experiencias multiculturales. En el mundo actual la relación entre el centro y el margen ha cambiado. Estamos asistiendo a un doble desplazamiento del foco. En primer lugar, el centro se ha fragmentado, de manera que, al contrario de lo que le ocurría a la filosofía moderna, ya no es posible encajar en una ontología subjetivista absoluta. En segundo lugar, podemos contemplar cómo surgen nuevas creaciones desde los márgenes y en dirección al centro. La marginalidad, en tanto que percepción discontinua del mundo, sustituye el discurso lineal y monolítico de la realidad por una visión dialógica de la civilización. La consideración de la comprensión dialógica como auténtica matriz del encuentro hermenéutico siempre genera una lógica de diferenciación y negociación constante que aspira a autorizar una nueva forma de abordar el fenómeno de la civilización como un proceso de autoconcienciación del ser humano.

Si no se tiene la firme convicción de que a los demás seres humanos, ciudadanos de la historia, hay que cuidarlos y compartir la vida con ellos no podrá haber un proceso fenomenológico de construcción de la civilización. Sin embargo, al decir que la ciudadanía dialógica reside en la autoridad de la tradición se suele negar la posibilidad de reflexionar críticamente sobre uno mismo y de que así se pueda acabar con los elementos dogmáticos que, en todas las tradiciones intelectuales, van en contra de cualquier iniciativa de diálogo. En consecuencia, lo que puede convertir ese estado de interconexión en algo auténtico y práctico no será obra de la racionalidad, ni tampoco de nuestra utilización del lenguaje, sino de una percepción empática de la unión. Dicho de otro modo, la empatía tiene que basarse en la participación en la experiencia ajena, que es el reconocimiento de que, en el contexto de la vida humana, hay otros que son similares a nosotros, en tanto que seres humanos, pero diferentes porque pertenecen a otra tradición intelectual. Partiendo de esto podemos observar que el hecho de vivir dentro de una tradición intelectual va automáticamente acompañado de la sensación de compartir valores con otros miembros de la misma comunidad, pero que también tiene que ver con lo que podríamos llamar un impulso universal, en el sentido de que la tendencia de esa tradición a acercarse a su propia experiencia vital se basa en la idea de que las demás comunidades expresan distintas experiencias de una misma vida compartida.

La idea de compartir la vida vincula de varias maneras a miembros de distintas comunidades, aunque ese vínculo no provenga del reconocimiento de que otras comunidades y culturas son o deben ser parecidas. En consecuencia, en ese contexto la creación de la sensación de solidaridad no solo se basa en la conciencia de la existencia de similitudes, sino en las discrepancias y diferencias que existen entre las culturas humanas. De hecho, las discrepancias pueden llevar a cada una de ellas a la solidaridad con las otras. Como señaló Clifford Geertz: "La naturaleza humana no existe al margen de la cultura". Dicho de otro modo, los seres humanos son seres creadores de cultura. La labor de la cultura es crear, reproducir y alterar a los individuos transformándolos en seres humanos culturalmente moldeados. En consecuencia, no hace falta decir que los seres humanos son productores y producto de las culturas. Sin embargo, también son capaces de repensar radicalmente ideas muy queridas sobre la humanidad en tanto que portadora de dignidad. Esta es la razón de que las culturas, yendo más allá de sus propios límites, sirvan para otorgar sentido a los seres humanos en tanto que integrantes de la raza humana.

Los seres humanos son creados por las culturas a imagen y semejanza de sus propias sociedades. Pero constituyen una enorme paradoja. Aunque están hechos para sus propias culturas, pueden tender la mano a otras. Los seres humanos pueden sacar humanidad de lo inhumano, del mismo modo que pueden extraer belleza de la fealdad y paz de la guerra. Así que la cultura es una eficaz herramienta de supervivencia, pero también es un fenómeno frágil, porque siempre está cambiando y se degrada y destruye con facilidad. Sin embargo, nuestra humanidad no se mide únicamente por la pertenencia a nuestra propia cultura sino por la actitud hacia las demás. La cultura no es simplemente, como planteó Matthew Arnold, "lo mejor que se ha pensado y dicho en el mundo". La cultura es lo que proporciona a los seres humanos la capacidad crítica para salir de su marginalidad. En consecuencia, aquí lo importante no es saber por qué somos marginales sino qué hacemos con nuestra marginalidad, que es intensa, extensa y polifacética. Así que lo que cabe preguntarse es si estamos en un momento histórico en el que debemos perder la fe en la marginalidad o esforzarnos por promover condiciones que sirvan de base para establecer un diálogo entre marginalidades que forje nuevas normas para la solidaridad en un mundo plural.


Ramin Jahanbegloo, filósofo iraní, es catedrático de Ciencias Políticas en la Universidad de Toronto.

Traducción de Jesús Cuéllar Menezo


domingo, 26 de mayo de 2013

Los Koguis vuelven al mar


El Espectador
Por: Mariana Escobar Roldán
25 de mayo de 2013
Indígenas koguis en el mar, antes de la ceremonia de pagamento, celebrada el 5 de mayo, por el sitio sagrado que recuperaron. / Cortesía Ricardo Rey
Indígenas koguis en el mar, antes de la ceremonia de pagamento, celebrada el 5 de mayo, por el sitio sagrado que recuperaron. / Cortesía Ricardo Rey

Hace cinco siglos, antes de que los españoles hicieran del Caribe su ruta a las Indias, gran parte de los pueblos de la Sierra Nevada de Santa Marta vivían a orillas del océano, emprendían largas travesías en busca de pescado y recolectaban caracuchas, similares al caracol, que consumían trituradas y mezcladas con hojas de coca para pensar y comunicarse mejor.

“El mar era la madre”, dice el mito de creación de los koguis. Sin embargo, según cuenta Alessandro Martínez, del grupo de arqueología del Instituto Colombiano de Antropología e Historia, con la llegada de los “bárbaros” muchos indígenas fueron sometidos y esclavizados hasta desaparecer, y los que sobrevivieron buscaron refugio en la montaña litoral más alta del mundo, la Sierra Nevada de Santa Marta, donde el clima y las pendientes detuvieron a los españoles en su empresa conquistadora.

Allá han vivido por décadas koguis, arhuacos, wiwas y kankuamos, cuatro pueblos que cambiaron la pesca por la agricultura y terminaron adaptándose a una vida lejos del mar. Sin embargo, con las olas dejaron buena parte de sus sitios sagrados, “donde los mamos (sus máximas autoridades) se concentran, traen las ideas, la fuerza para gobernar, cuidan el equilibrio entre hombre y naturaleza e impiden tanta catástrofe”, según comenta José de los Santos Sauna, cabildo gobernador de los koguis.

Indignada con esta historia de desarraigo, el 27 de junio de 2005, durante una actividad organizada por los indígenas en el Festival de Poesía de Medellín, Natalia Hoyos, una joven de Manizales, dijo haber recibido un llamado: entregarles a los koguis una tierra de propiedad de su padre, sobre la Línea Negra, que, de acuerdo con el antropólogo Pablo Mora, tiene la mayor concentración de sitios sagrados y carga con las peores amenazas del turismo, el comercio, la infraestructura y la explotación agrícola.

“Recorreré todo el camino para hacer posible que estas tierras vuelvan a sus guardianes originales”, escribió Hoyos en una carta que envió a los mamos de la Sierra en 2011 y cuyas palabras terminarían por cumplirse, porque si bien tardó meses convenciendo a su familia y hubiera querido entregar sin prebendas lo que siempre fue de los koguis, su padre accedió a vender a los indígenas cada hectárea por $15’000.000, una suma irrisoria comparada con los cerca de $70’000.000 que cuesta la hectárea en la zona.

El problema llegó cuando empezó la búsqueda de recursos. “Tocamos muchas puertas, pero nadie entendía que se trataba de algo histórico, del primer sitio sagrado que compraría y recuperaría una comunidad de indígenas en Colombia, y tal vez en América Latina y el mundo”, recuerda Juana Londoño, miembro de la Fundación Pro-Sierra, que apoya la conservación y recuperación natural del territorio.

Tras el no de empresas, oficinas del Estado y benefactores, ocurrió la “magia”, como llama Londoño al desenlace de aquella lucha: el Ministerio de Cultura entregó $850’000.000; la organización ACT (Amazon Conservation Team), $540’000.000, y los indígenas, $480’000.000.

A 800 metros de la desembocadura del río Jerez, en Dibulla, La Guajira, volvió a manos de los koguis el sitio llamado Jaba Tañiwashkaka, 1.300 metros de playa y 155 hectáreas de tierra sin carreteras donde anidan las tan amenazadas tortugas icoteas y el mar es tan sereno como sus nuevos propietarios.
En la zona abundan las caracuchas, por las cuales los indígenas deben pagar entre $15.000 y $20.000 en Riohacha, si quieren conservar su tradición del poporeo, acción de mascar hojas de ayo o de coca mezcladas con cal y que, según su cultura, con el pasar de los años les permite llegar a su fin último: la sabiduría.

No hay duda de la importancia que tiene esta nueva figura de protección para un sitio sagrado: las comunidades se apropian y aseguran con recursos propios su futuro. Incluso, recientemente, Jaba Tañiwashkaka fue declarado por el Consejo Nacional de Patrimonio Cultural como Bien de Interés Cultural del Ámbito Nacional; por lo que dice Juan Mayr, exministro de Medio Ambiente que participó en el proceso, se trata de un precedente para que minorías de todo el país blinden sus territorios contra el daño ecológico que deja la intervención “arrasadora” de empresas petroleras, mineras y turísticas. Juana Londoño, por su parte, expresa que “este es el ejemplo de que los koguis ya están en el mar y que para defender la tierra no hay que mancharse de sangre”.

El 5 de mayo, la comunidad realizó allí una ceremonia de pagamento para dar “gracias” por el sitio al que retornaron y que utilizarán para sus rituales. Ofrecieron plumas de guacamaya azul, caracoles, cuarzos y otras piedras, mientras el mamo José Gabriel Alímaco, emocionado, decía: “Se cumple el sueño que tenía desde que era un niño de recoger la primera caracucha, la primera semilla en la Línea Negra, en nuestro territorio ancestral”.

viernes, 24 de mayo de 2013

“Sólo estoy mirando cuántas cosas existen que no preciso para ser feliz"


Por Frei Betto

frei-bettoAl viajar por Oriente, mantuve contacto con los monjes del Tíbet, en Mongolia, Japón y China. Eran hombres serenos, solícitos, reflexivos y en paz con sus mantos de color azafrán.El otro día, observaba el movimiento del aeropuerto de San Pablo: la sala de espera llena de ejecutivos con teléfonos celulares, preocupados, ansiosos, generalmente comiendo más de lo que debían. Seguramente, ya habían desayunado en sus casas, pero como la compañía aérea ofrecía otro café, todos comían vorazmente.

Aquello me hizo reflexionar: "¿Cuál de los dos modelos produce felicidad?"

Me encontré con Daniela, de 10 años, en el ascensor, a las 9 de la mañana, y le pregunté: "¿No fuiste a la escuela?"  Ella respondió: "No, voy por la tarde."

Comenté: "Qué bien, entonces por la mañana puedes jugar, dormir hasta más tarde."

"No", respondió ella, "tengo tantas cosas por la mañana..."

"¿Qué cosas?", le pregunté.

"Clases de inglés, de baile, de pintura, de natación", y comenzó a detallar su agenda de muchachita robotizada.

Me quedé pensando: "Qué pena, que Daniela no dijo: "¡Tengo clases de meditación!"

Estamos formando súper-hombres y súper-mujeres, totalmente equipados, pero emocionalmente infantiles.

Una ciudad progresista del interior de San Pablo tenía, en 1960, seis librerías y un gimnasio; hoy tiene sesenta gimnasios y tres librerías!

No tengo nada contra el mejoramiento del cuerpo, pero me preocupa la desproporción en relación al mejoramiento del espíritu. Pienso que moriremos esbeltos: "¿Cómo estaba el difunto?". "Oh, una maravilla, no tenía nada de celulitis!"

Pero cómo queda la cuestión de lo subjetivo? De lo espiritual? Del amor?

Hoy, la palabra es "virtualidad". Todo es virtual. Encerrado en su habitación, en Brasilia, un hombre puede tener una amiga íntima en Tokio, sin ninguna preocupación por conocer a su vecino de al lado! Todo es virtual. Somos místicos virtuales, religiosos virtuales, ciudadanos virtuales. Y somos también éticamente virtuales...

La palabra hoy es "entretenimiento"; el domingo, entonces, es el día nacional de la imbecilidad colectiva. Imbécil el conductor, imbécil quien va y se sienta en la platea, imbécil quien pierde la tarde delante de la pantalla.

Como la publicidad no logra vender felicidad, genera la ilusión de que la felicidad es el resultado de una suma de placeres: "Si toma esta gaseosa, si usa estas zapatillas, si luce esta camisa, si compra este auto, usted será feliz!"

El problema es que, en general, no se llega a ser feliz! Quienes ceden, desarrollan de tal forma el deseo, que terminan necesitando un analista. O de medicamentos. Quienes resisten, aumentan su neurosis.

El gran desafío es comenzar a ver cuán bueno es ser libre de todo ese condicionamiento globalizante, neoliberal, consumista. Así, se puede vivir mejor. Para una buena salud mental son indispensables tres requisitos: amistades, autoestima y ausencia de estrés.

Hay una lógica religiosa en el consumismo post-moderno. En la Edad Media, las ciudades adquirían status construyendo una catedral; hoy, en Brasil, se construye un shopping-center. Es curioso, la mayoría de los shopping-center tienen líneas arquitectónicas de catedrales estilizadas; a ellos no se puede ir de cualquier modo, es necesario vestir ropa de misa de domingo. Y allí dentro se siente una sensación paradisíaca: no hay mendigos, ni chicos de la calle, ni suciedad...

Se entra en esos claustros al son gregoriano post-moderno, aquella musiquinha de esperar dentista. Se observan varios nichos, todas esas capillas con venerables objetos de consumo, acolitados por bellas sacerdotisas. Quienes pueden comprar al contado, se sienten en el reino de los cielos. Si debe pagar con cheque post-datado, o a crédito se siente en el purgatorio. Pero si no puede comprar, ciertamente se va a sentir en el infierno... Felizmente, terminan todos en una eucaristía post-moderna, hermanados en una misma mesa, con el mismo jugo y la misma hamburguesa de Mac Donald...

Acostumbro decirles a los empleados que se me acercan en las puertas de los negocios: "Sólo estoy haciendo un paseo socrático". Delante de sus miradas espantadas, explico: "Sócrates, filósofo griego, también gustaba de descansar su cabeza recorriendo el centro comercial de Atenas. Cuando vendedores como ustedes lo asediaban, les respondía: ..."Sólo estoy observando cuántas cosas existen que no preciso para ser feliz"!

jueves, 23 de mayo de 2013

se apagó la voz del gran Moustaki



El País
Ana Teruel
23 de mayo de 2013

Moustaki ha entrado ya en la historia de la cultura popular como uno de los más sensibles creadores de canciones de las últimas décadas


El cantautor Georges Moustaki ha muerto esta madrugada en Niza, en el sur de Francia, según informaron sus familiares a la prensa francesa. El Métèque más famosos de la canción francesa, nacido en Alejandría, Egipto, de padres griegos y francés de adopción, -llegó a París en 1951- había cumplido 79 años el pasado 3 de mayo. Llevaba unos años retirado de los escenarios debido a una enfermedad incurable de bronquios que le impedía cantar y se dedicaba a la escritura y la pintura.

“He tenido una vida apasionante. Me gustaría que lo siga siendo hasta el final”, admitió en una de sus últimas entrevistas, en 2011, al diario francés La Croix. En ella anunciaba a duras penas –“me cuesta expresarme, mis músculos se han derretido”- que una enfermedad respiratoria “irreversible” le habían forzado a abandonar definitivamente el canto. Su último concierto lo había dado dos años antes, en enero de 2009, en Barcelona, el cual no pudo finalizar debido a aquella dolencia. Alejado de los escenarios, en los últimos años seguía dibujando, pintando y escribiendo. A finales de 2012 publicó su Petit abécédaire d’un amoureux de la Chanson (L’Archipel), un himno a su pasión por la canción.


Nacido Giuseppe Moustacchi el 3 de mayo de 1934 en Alejandría, de padres judíos griegos, educado en la escuela francesa, políglota desde pequeño –su padre, Nessim, hablaba cinco idiomas y su madre, Sarah, seis- llegó a París casi todavía adolescente, en 1951. Vivió un tiempo haciendo puerta a puerta para vender libros de poesía y rápidamente conoció a Georges Brassens, quien le transmitió su vocación por la canción y en honor al cual tomó el nombre de Georges. Fue en 1952, en la sala de conciertos de Trois Baudets, en la que actuaba uno de sus ídolos del momento, Henri Salvatore. Brassens fue el encargado de introducirle con éxito al mundillo de la canción parisiense.

Moustaki conoció y trabajó con todos los grandes de la época, empezando con Edith Piaf, de la que fue amante en 1958 y para la cual escribió la letra de Milord, y de Barbara, con la que cantó La Dame Brune. “Moustaki, es mi ternura”, decía esta última del cantautor. Escribió más de 300 canciones para artistas como Yves Montand, Juliette Gréco, Dalida o Serge Reggiani, e interpretó muchas de ellas con éxito. Se reveló con intérprete con Le Métèque (1969), cantada primero por Pia Colombo, y que dio la vuelta al mundo.

Conocido también por su compromiso de persona de izquierdas, en las últimas elecciones presidenciales de 2012 no dudo en apoyar públicamente a Philippe Poutou, el candidato del partido de extrema izquierda Nuevo Partido Anticapitalista. “Mi sensibilidad se acerca a los libertarios, a los huelguistas. No a una ideología ni a un movimiento. No tengo ni la vocación ni la misión de imponer mis ideas. Tengo pulsiones, utopías”, explicó entonces en una tribuna de prensa.

Viajero incasable, enamorado de Brasil, cuyos ritmos introdujo también en la canción francesa, “su patria” no era otra que la isla parisiense de Saint Louis, en la que vivió durante prácticamente los últimos cuarenta años. Los últimos meses los meses sin embargo en Niza, donde murió, a orillas del Mediterráneo que tanto quería.


viernes, 17 de mayo de 2013

en el día de la homofobia


Carta Abierta de un gay mexicano

Irvin Guerrero nació en un pueblo de montaña. Tiene 22 años y es homosexual y seropositivo. En el Día Internacional contra la Homofobia ha decidido contar su historia por primera vez

Pablo del Llano
El País. México.
17 de mayo de 2013


Yo quiero una malteada de chocolate y un pastel de limón. Me llamo Irvin, sin ge al final, aunque todo el mundo me la pone. Irvin Guerrero. Trabajo en una empresa de seguros y quiero dedicarme al trabajo social en el área de salud. Tengo 22 años. Soy de la zona del Nevado de Toluca, de un pueblo totalmente rural, con pocos habitantes, demasiado tranquilo. Es un pueblo agrícola. Está a las faldas de un volcán, a unos 3.000 de altura. Se llama Calimaya. Allí se cultivan el maíz y el haba. Mi mamá es viuda y siempre fue ama de casa. Mi papá murió cuando yo tenía tres años. Trabajaba en una empresa cervecera. Yo me fui del pueblo a México DF cuando tenía 17 años. Me vine a estudiar a la UNAM. Tengo dos hermanos menores. Yo soy el mayor. Me vine al DF el 4 de agosto de 2008. Me acuerdo de la fecha porque mi vida cambió totalmente. Yo vivía en un pueblo muy conservador. Mi familia era conservadora, como muchas familias mexicanas. Todo estaba alrededor de la religión. El domingo había que asistir a la iglesia. A la comida y a la cena le dábamos gracias a Dios y a la Virgen. La abuela era la que se encargaba de eso. En el centro de la mesa siempre había unos folletitos que tenían escritos pensamientos religiosos. Hoy te toca a ti, Irvin. Ok. Sacabas la hojita, leías la frase y a comer. Eran frases de la Biblia. Tenían que ver con la forma en que Jesús llevaba su vida. No las recuerdo muy bien. Decían que Jesús caminaba por un huerto y se encontraba con los apóstoles y todos daban gracias por los alimentos. Aquello se me hacía como muy fumado, como muy subjetivo.

Siempre sobresalí como estudiante. Siempre me ha gustado elaborar cuentos. En la secundaria participé en tres concursos. Gané dos y en uno quedé subcampeón. Eran historias en las que el protagonista lograba ayudar a alguien. En uno de ellos había un problema social y el protagonista apacigua el conflicto. Luego él muere y el pueblo queda en paz. Y entonces al pueblo le llaman por el nombre del protagonista, Calimaya de Prisciliano Díaz González, que es como se llama mi pueblo.

Terminé la licenciatura el año pasado y mi fiesta de graduación fue el 4 de enero. Me lo pasé excelente. Dos semanas después, el miércoles 16 de enero por la mañana, jamás lo voy a olvidar, me llama mi tía porque se enfermó su esposo, y me dice: "Tú que siempre has llevado un estilo de vida saludable, ¿por qué no vas a donarle sangre a tu tío?". Él tenía diabetes. Voy a donar y me dicen que no puedo porque tengo los leucocitos demasiado bajos. Un par de horas después acudo a la Clínica Especializada Condesa, porque recordé que el 16 de septiembre de 2012 había tenido una práctica de riesgo. Había tomado, no mucho, pero bebí. Vodka. Me gusta mucho el vodka, con jugo de arándano o de uva. A las dos de la tarde una consejera me dice que tengo VIH. Fue en un espacio mediano, blanco, no recién pintado, tampoco ostentoso, lo básico: un escritorio, un asiento. Había varios expedientes sobre la mesa y recuerdo que a la consejera constantemente la interrumpía una asistente que estaba llevando expedientes. Entonces ella me pregunta a qué me dedico. Le digo que estoy en el Instituto Nacional de Cancerología haciendo el servicio social. Y ella me preguntó qué pensaba de la gente con cáncer. Me sudaron las manos. Le dije que de verdad son gente que me sorprende porque han logrado salir adelante. No sentía ni calor ni frío. Era una sensación extraña, como si yo hubiera estado con demasiado calor pero como si me hubieran echado encima un balde de agua fría. Lo recuerdo y siento escalofríos. Me dijo que si estaba listo para recibir cualquier resultado. Le dije siempre voy a estar listo. Y me dijo que era positivo. Ella me dijo que iba a estar bien, que la calidad de vida de alguien con VIH es igual a la de cualquier otra persona, y a mí me entraba por una oreja y me salía por la otra. Yo solo pensaba que todo lo que había construido se había derrumbado. Para mí venirme a la Ciudad de México no fue como hacer unas enchiladas suizas, así de sencillo. Mi papá murió cuando tenía tres años. Luego tuve un padrastro que se separó de mi madre. Luego ella encontró a alguien más pero también se murió. Pensé en el suicidio. Pero amo tanto a mi madre que me dije que no iba a provocarle más dolor que el que ella ya había tenido.



Irvin Guerrero, en México DF. / S. RUIZ
A los ocho días de la graduación le dije a mi madre que iba a ir al pueblo para contarle mis planes de vida para el futuro. Iba a decirle que yo soy gay. Pero lo cancelé cuando unos días después me dijeron que tenía el VIH. Yo había quedado con ella para el sábado 19 de enero. Lo cancelé el viernes 18: Mamá, sabes qué, no voy a poder ir porque me surgió un contratiempo. Está bien hijo. Al final fui a casa el 2 de febrero. Fui en autobús por la mañana. Llegué a las diez. Era sábado. En la cocina le dije: "Mamá, quiero hablar contigo". Y me dijo: "Está bien, vamos a la recámara de tu hermano". La recámara de mi hermano está en la parte alta de la casa. Está más amplia y tiene más luz. Nos sentamos en la cama y miré a mi madre a los ojos. A mí siempre me ha gustado mirar a los ojos de las personas. La miré a los ojos. Me sudaban las manos. Ella no me quitaba la mirada. Era una mirada cálida. Ella traía una blusa color café, un pantalón azul y zapatos cómodos. Estaba hermosa, como siempre ha sido. Eran como las once y media. Mi hermana menor estaba en su recámara. Tiene nueve años. Estaría viendo el televisor. Le gusta mucho Grachi, un musical gringo tipo highschool. Mi madre y yo estábamos de frente, en un costado de la cama. Yo estaba jugando con las manos. En las manos no llevaba nada. Nunca he llevado objetos en las manos. Yo traía una playera de manga corta de color café, un pantalón azul de mezclilla, mi favorito, y unos zapatos cafés. Estábamos sentados en el costado de la cama, con los cuerpos girados pero de frente. Aquí había una ventana. Daba luz. Era una buena luz. Y estaba fresco. En Toluca siempre ha estado fresco, y en Calimaya más fresco. Le dije: “Mamá”. Agaché la mirada y le dije: “Soy gay”. Y me puse a llorar.

Después de haber dicho las palabras me volteé a ver. Ella retiró su mirada de la mía y suspiró. Ella se volteó hacia la ventana y luego regresó a verme, me tomó de la mano y me dijo: “Ya lo sabía. Estaba esperando el momento en que me lo dijeras. Porque una madre jamás se equivoca. Y ten por seguro que como siempre te lo he dicho te amo, y te voy a aceptar como seas”. Yo me quedé pasmado pero tranquilo. Pero después mi mamá agregó: “Francisco”. Mi mamá siempre me ha dicho mi amor, pero cuando estaba molesta o formal me decía mi segundo nombre, Francisco, porque así se llamaban mi papá, mi abuelo y mi bisabuelo. “Lo que sí te pido es que tengas cuidado, porque hay muchas infecciones de transmisión sexual”. No la dejé terminar. La cogí de la mano con mayor fuerza. Yo seguía en la misma posición, pero estaba petrificado. Ella se había movido y se acomodó más frente a mí. Yo estaba llorando a cántaros. Me sentía muy caliente. Incluso chapeado, sonrojado, avergonzado. Y ya fue cuando le dije a mi mamá: “Tengo VIH”. Fue rápido. Su rostro cambió. Ella tiene la piel blanca, pero se quedó pálida. Me dijo: “Francisco. Puedo entender que seas gay, pero que tengas VIH me es difícil de digerir”. Antes ella tenía los ojos brillosos pero sin lágrimas. Y cuando le di el diagnóstico se echó a llorar con la misma intensidad que yo. Aparece mi hermana y mi mamá le dice que se retire. Mi hermana me dice que no llore y me da un abrazo. Y después de eso empiezo a charlar con mi mamá acerca de todo el proceso que llevara con la enfermedad. No había pasado ni un mes del diagnóstico. Había pasado más de medio año desde que me infecté. Me dijo que si me sentía bien, que si había tenido temperatura, que si había adelgazado. Le dije que no. Que estaba bien. Se tranquilizó un poco. Le dije que me sentía bien pero emocionalmente destrozado. Que todos mis logros se habían derrumbado, que todo se había ido a la goma.

Ahora me comunico casi a diario con mi mamá. Empecé a tomar el tratamiento el 22 de febrero. Fue un viernes. Y lo sigo haciendo. A diario tengo que tomar tres pastillas juntas al día. Aquí las traigo. Son tres pastillas. Esta de aquí se llama emtricitabina. Esta tenofovir. Esta efavirenz. Tengo que tomármelas todas juntas a las once y media de la noche. Ni a las once y veintinueve ni a las once y treinta y uno. A las once y media es cuando tienen que entrar en el torrente sanguíneo. Yo siempre he sido muy disciplinado. En 16 minutos va a sonar la alarma de mi teléfono. Va a sonar Scream & Shout, de Britney y Will.i.am. A mí siempre me ha gustado Britney Spears. Ella hizo Baby One More Time cuando yo tenía 13 años.
Mi madre ya se ha dado cuenta de que esto no es igual a la muerte. Y yo a día de hoy no lo veo como si todo se hubiese derrumbado. Cuando me dijeron que tenía VIH solo dos amigos míos de la universidad sabían que yo era gay. Ahora conozco a mucha gente como yo. Un consejero que me ayudó mucho me dijo: “¿Por qué no lo hablas también con tu papá?”. Le dije que mi papá murió hace 19 años. Y él me dijo: “¿Y qué? Vete a su tumba y dile que tiene un hijo gay que vive con VIH y que es muy feliz”. Fui a la tumba de mi papá. Se llamaba Francisco Guerrero. No iba desde hace seis años. Solo lo recuerdo de fotografía. Era guapo. Tenía el mismo color de ojos y de cabello que yo. De mi mamá dicen que saqué el carácter. Llegué al cementerio. Vi la tumba. Le dije que no lo recordaba pero que también lo amaba. También le dije mi condición de salud y mi identidad sexual. Se lo dije en un tono medio, como estoy hablando ahora. Estaba el señor que cuida del cementerio, pero estaba lejos. Eran como las cuatro de la tarde. No recuerdo el día. Pero recuerdo que el panteón está al final del pueblo de Calimaya.


martes, 14 de mayo de 2013

La hormiga culona, manjar santandereano

Por: Colombia de una
El Espectador
14 de mayo de 2013

Hormigas culonasLo tenía más que decidido antes de viajar a Barichara pero voy y leo ayer en la prensa un informe de la FAO que asegura que muchas especies de insectos tienen tantas proteínas como la carne y que son una fuente de alimento muy nutritiva saludable con alto contenido en grasas, proteínas, vitaminas, fibra y minerales. Así que dicho y hecho: a comer hormigas culonas, reinas criollas de los insectos y bocado por excelencia del departamento colombiano de Santander donde he pasado feliz este puente, aunque supongo que para tenga sentido lo del filete y la ONU hay que comerse kilos y kilos de bichitos y no unos poquitos como hice yo.

Y ahora la pregunta del millón: ¿están ricas estas hormigas aladas Atta Laevigata? Sí, riquísimas, aunque al principio da bastante impresión llevártelas a la boca y eso que antes de cocinarlas les quitan el pico, las alas y las patas, pero aún así hay que echarle valor. ¿Y a qué saben? Algunos dicen que a maní; yo no sabría decir a qué, creo que tienen un sabor único. Crujientes son muy crujientes claro porque para prepararlas y que no se quemen las tuestan muy despacito en recipientes de barro (como el de la foto) para luego rociarlas con sal y comerlas en casa, venderlas en el mercado en paqueticos que pueden llegar a costar hasta 100.000 pesos, unos cuarenta y pico euros o exportarlas a Estados UnidosCanadá, Portugal, México Alemania donde enloquecen con estos insectos. Los santandereanos las toman desde niños, así sin más, aunque Sandra me contaba que en casa de sus abuelos las servían con maíz y panela.


Lo de culonas les viene por su enorme abdomen y ya los indígenas guanes hace más de 500 años las devoraban después de tostarlas al calor de las fogatas, las ofrecían como regalo de bodas para que los hijos nacieran fuertes y vigorosos y las usaban como cataplasmas para los dolores de cabeza y estómago. Hay quienes están convencidos de sus poderes afrodisiacos y otros las incluyen en  la dieta de sus hijos porque dicen son excelentes para la memoria.

Entre abril y mayo -época de lluvia-, la culona abandona su retiro invernal y sale de su hormiguero en las mañanas soleadas o después de una noche lluviosa para aparearse en el llamado vuelo nupcial. Y es entonces cuando, zas, hay que cazarla eso sí teniendo mucho cuidado con las obreras soldados que no se comen pero que atacan sin piedad a los intrusos con sus temibles tenazas para defender a sus reinas.

En Bogotá se consiguen en paquetes con sabores a limón y BBQ; creo que en mi próximo viaje a España me llevaré unas cuantas para tomárnoslas allí con unas cervecitas aunque no sé si tendré mucho éxito. Y tú, ¿has probado las hormigas culonas? ¿Y qué te parecen? 

Podéis seguirme en mi blog, en twitter @colombiadeuna y ver más fotos de éste y de otros viajes en mi página de Facebook.



sábado, 11 de mayo de 2013

No habrá minería en páramos


El Espectador
Jairo Chacón González
10 de mayo de 2013
  
El Estado expidió decretos reglamentarios para que la industria no tenga contratiempos.

El próximo lunes se conocerá el alcance del decreto para la firma de concesiones mineras.  / El Espectador
El próximo lunes se conocerá el alcance del decreto para la firma de concesiones mineras. / El Espectador
En Colombia no se podrá hacer minería en páramos, humedales Ramsar y reservas forestales protectoras.

Así lo advirtió el ministro de Minas y Energía, Federico Renjifo, al explicar que estos ecosistemas no pierden vigencia como zonas excluidas de la minería con la entrada en vigencia, mañana, de la Ley 685 de 2001, la cual había sido derogada por la Ley 362, que la reformó.

Para ello el Gobierno Nacional expidió tres decretos reglamentarios a la Ley 685, lo cual permitirá la actividad minera y su relación con los recursos naturales no queda desamparada jurídicamente.

Las nuevas disposiciones señalan que las solicitudes de títulos mineros que hayan agotado el plazo sin surtir el trámite respectivo se someterán a los plazos fijados por el Gobierno. Además, aquellos que se hubieren agotado para el solicitante, sin que hubiere satisfecho los requisitos respectivos, darán lugar al rechazo de la propuesta”.

En el tema de formalización, el Gobierno fijó en 15 hectáreas para personas naturales y 500 para grupos o asociaciones mineras el área máxima para otorgar. Además, sólo podrán solicitar un título y no podrán sobreponerse en otros títulos.

La autoridad minera rechazará la formalización de un título cuando las áreas solicitadas se encuentren ocupadas por títulos mineros diferentes a los contratos de concesión, contratos en áreas de aporte o autorización temporal. También cuando las áreas solicitadas se encuentren dentro de las áreas excluibles.

Los otros dos decretos tienen que ver con el ordenamiento territorial y la prórroga. Un tercer decreto, que saldrá la próxima semana, fija las condiciones para las concesiones.

El ministro explicó que al caerse la Ley 362 “no quedará desamparado el minero tradicional, pues vamos a dar continuidad a los procesos de formalización de los mineros que ya habían solicitado su título”.

Además recalcó que “tampoco se volverá a la feria de títulos que vivió el país en el pasado. Este Gobierno ha sido muy exigente con los titulares mineros y no bajaremos la guardia. Cero tolerancia a la irresponsabilidad ambiental”.

Pese a la posición de ambientalistas que consideran que a partir de mañana los páramos volverán a estar en peligro, el Gobierno reiteró que las medidas que se vienen implementando lo impedirán.

La directora del Sector de Minería a Gran Escala, Claudia Jiménez, señaló que con el retorno de la Ley 685 no pasará nada, ya que las empresas responsables no harán minería en páramo. “Nosotros respetamos las normas y las cumplimos”.

La dirigente señaló que la industria ve con preocupación que la persecución contra la minería formal se fundamente en argumentos que no están soportados en estudios verídicos, que desconocen la posición del Gobierno y de las compañías.

El presidente de la Cámara Colombiana de Minería, César Díaz, y el director ejecutivo de Fenalcarbón, Alfonso Saade, coincidieron en señalar que con la reforma a la Ley 685 no afectará negativamente el medio ambiente, ya que sólo se modificaron 10 decretos que están reforzados por el Plan Nacional de Desarrollo.
Entre tanto, Eduardo Chaparro, de Asomineros de la Andi, explicó que con las normas vigentes, más los decretos expedidos por el Gobierno, fijarán la línea de acción de la locomotora minera.

jchacon@elespectador.com

@jairochacong



viernes, 10 de mayo de 2013

Las escuelas de San Francisco meditan


El País
Vicenta Cobo. San Francisco
10 de mayo de 2013
 

La práctica de la meditación en el aula combate el estrés y el acoso escolar y mejora los resultados académicos, según expertos

El director de cine David Lynch medita con un grupo de estudiantes. / DAVID LYNCH FOUNDATION

En la Burton High School las clases comienzan a las 8 de la mañana de una manera poco convencional. Al sonido de una campana los alumnos cierran los ojos y por espacio de 15 minutos se concentran en un mantra, la repetición de un sonido sin significado alguno, para aquietar sus mentes.

Durante esta semana han tenido unos acompañantes muy especiales: el director de cine neoyorkino, David Lynch, el actor Russell Brand y el jugador de beisbol, Berry Zito. Los tres han meditado con los alumnos para celebrar los seis años que las escuelas de San Francisco llevan comprometidas con el programa Quiet Time, que usa técnicas de meditación milenarias para ayudar a los estudiantes a concentrarse y mantenerse en calma pese al stress de la escuela y de los propios hogares.

El programa es promovido por la David Lynch Foundation, comprometida en promover la meditación en las escuelas de EE.UU para combatir la violencia, el acoso escolar y mejorar los resultados académicos. El propio Lynch lleva practicando meditación desde hace cuarenta años y ha visto con sus propios ojos como “la práctica regular ayuda a fomentar la creatividad, la inteligencia, el amor y la felicidad. Los problemas comienzan a evaporarse. Cierto que funciona”, comenta el famoso director de cine.

Muy bien lo sabe James Dierke, el director de Visitation Valley Middle School en San Francisco. Durante varios años la escuela arrastró la fama de centro problemático con muchos suspensos. Fue implantar el Quiet Time Program y la dinámica empezó a cambiar al poco tiempo: menos suspensos y absentismo escolar, más atención y una considerable mejoría en las calificaciones académicas.

“Cuando llegué a esta escuela, hace 30 años, el centro tenía las más altas tasas de absentismo escolar, de suspensos y de pobres resultados académicos. Ocupábamos el segundo lugar entre las escuelas de San Francisco con mayor número de crímenes y con estudiantes de familias pobres. Hoy el centro es irreconocible gracias a la práctica de la meditación. La idea de calmar la mente y olvidarse de todo durante 15 minutos, hace que luego los chicos asimilen los conocimientos mejor y estén mas concentrados”, señala Dierke.

El programa se ha implantado en muchas escuelas de San Francisco y los resultados son muy positivos. “Mejora la atención, reduce el fracaso escolar y la desmotivación en el aula”, apunta Richard Carranza, el director de Burton High School.

La práctica despertó controversia al principio de su andadura, ya que algunas voces críticas la consideraban teñida de connotaciones religiosas, pero con el tiempo ha ido ganando aceptación en las escuelas dados los buenos resultados.

Los beneficios de la meditación están probados y estudiados desde el punto de vista científico. Norman Rosenthal, profesor de la Psychiatry Georgetown University Medical School, afirma que “hay una tremenda evidencia de los altos niveles de stress en las escuelas” y de que “el 70% de los chicos que lo padecen no reciben ningún tipo de ayuda psicológica”. “Está demostrado que los estudiantes con stress no pueden aprender. Experimentan tal nivel de ansiedad que les es imposible concentrarse en la escuela. Lo que hace la meditación es reducir ese nivel de stress, ya que induce un cambio de las ondas mentales , provocando más estados alfa –de calma-. El cerebro funciona mejor”, asegura.

La especialista en aprendizaje cognitivo, Sarina Grosswald, opina que “los chicos trabajan muy bien cuando se les enseña a meditar. Piensan con más claridad”.

Los datos que maneja la David Lynch Foundation hablan por si mismos de los problemas que aquejan a las escuelas: “Diez millones de estudiantes toman antidepresivos; cuatro millones de niños sufren de desórdenes en el aprendizaje; el suicidio es la tercera causa de muerte entre los adolescentes y el 70% de los estudiantes con problemas mentales no reciben la ayuda que necesitan”.

Son cifras más que suficientes como para dar a la meditación una oportunidad en el aula. Y eso es lo que están haciendo muchas escuelas de San Francisco.

domingo, 5 de mayo de 2013

Sobre los beneficios probados de la soledad


Autor: Javier Barros Del Villar
PijamaSurf
28 de abril de 2013

Recientes estudios invitan a revaluar la soledad, la cual puede ser una deliciosa acompañante o, por el contrario, una herramienta para desquiciarte. 

soledad


“La soledad es el hecho más profundo
de la condición humana.
El hombre es el único ser que sabe que está solo.”
Octavio Paz

La soledad es uno de los fenómenos más interesantes al reflexionar sobre la naturaleza del ser humano. Por un lado somos innegablemente “animales sociales”, estamos diseñados para interactuar con nuestros semejantes, a través de esa actividad desarrollamos distintas habilidades, y ejercemos uno de los dones más estimulantes que nos fueron dados, el de la colaboración. Por otro, existirán múltiples momentos a lo largo de tu vida en los que probarás una sustancia que o bien podría contener una exquisitez casi inigualable, o bien podría traducirse en una inquietante amargura, me refiero al estar solo.

Históricamente la soledad ha sido asociada con el desarrollo espiritual: recordemos que personajes como Cristo, Buda, y Mahoma, entre otros, obtuvieron revelaciones cruciales en estas circunstancias. También este estado parece ser particularmente fértil para hacer florecer la creatividad, incluso la genialidad. Quizá por está razón es que filósofos, escritores, científicos y otros han elogiado vívidamente la soledad: Poe, Goethe, Einstein, Bacon, Beethoven, de Quincey, Schopenhauer, y Thoreau, entre muchos otros.
Otra veta cultural en torno a la soledad apunta a predisponernos para evitarla a toda costa, y nos invita enmascararla o a esconderte de ella, procurando no exponer tu psique a la naturaleza de dicho estado.
Sobre el miedo a estar solos  

En la actualidad millones de personas le rehúyen a estar solos, y no únicamente por la probable crítica social que ello pueda implicar, sino por que simplemente han perdido la costumbre de encontrarse en un ‘cara a cara’ consigo mismos. De cualquier manera recordemos que culturalmente, al menos en muchas de las sociedades actuales, se nos ha inculcado una especie de miedo a la soledad, asociando con este estado diversas cualidades negativas, o en el mejor de los casos extravagantes.

Exagerando un poco, los locos, los malvados, los exorbitados científicos, los potenciales criminales, tal vez las prostitutas, son algunos de los icónicos personajes burdamente asociados con estados profundos de soledad. Amargura, desquiciamiento, depresión, y extravagancia, algunas de las consecuencias atribuidas al ejercitar continuamente el estar solos. La soledad inspira sospecha –quizá por eludir la vigilancia del otro–, o desconfianza. Nos perturba, nos confronta, nos regala menos margen del que requerimos para evadir nuestra mayor responsabilidad: auto-conocernos (estoy solo y no hay nadie en el espejo, decía Borges).

La conectividad digital

“Carencia voluntaria o involuntaria de compañía”, así define la Real Academia de la Lengua el término soledad. Sin embargo, con la llegada de los móviles, las redes sociales, los chats, etc., parece que la frontera entre soledad y compañía ha sido trastocada. Ahora se puede estar ‘semi-solo’ o ‘casi acompañado’. Esta especie de limbo psicosocial ha transformado este concepto, además de hacerlo menos asequible que nunca antes en la historia humana.

En una época en la que millones de personas tienen un perfil en Facebook, en la que ‘tuitear’ es para muchos lo primero, y lo último, del día, en la que Skype, Instagram, Google Talk y decenas de otros servicios esperan ansiosamente a que los aproveches para ‘conectarte’ con otras personas, parece que la soledad, que de por si no venía muy bien librada décadas atrás, hoy vale menos que nunca –actualmente es fundamental estar conectado con alguien en cualquier momento, mientras ese alguien no seas tú mismo.


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Las mieles de la soledad 

Para redención de los ‘lobos esteparios’ y demás representantes solitarios de la fauna humana, diversos estudios han confirmado una serie de beneficios concretos que la soledad ofrece a nuestra psique. Existen ciertas actividades o ejercicios, sobre todo hablando en un plano emocional y psicológico, que se llevan a cabo con mejores resultados cuando se esta solo.

Según un reciente estudio de la Universidad de Harvard, resulta fundamental una dosis ocasional de soledad para consolidar el proceso mediante el cual afianzamos nuestras memorias –haciéndolas tanto más duraderas como más precisas. Otro estudio [1] sugiere que practicar la soledad nos hace más capaces de desarrollar empatía.

“En nuestro país [Estados Unidos] existe tanta ansiedad cultural frente al aislamiento que continuamente no logramos percibir los beneficios de la soledad. Pero existe algo realmente liberador para las personas al estar solas. Logran establecer control sobre la forma en que utilizan su tiempo. Logran descomprimirse al final de un atareado día en la ciudad, y experimentan un sentimiento de libertad”, advierte Eric Klinenberg, sociólogo de la Universidad de Nueva York y autor del libro Alone in America.   

Otra de las bondades detectadas alrededor del estar solo radica en el fortalecimiento de carácter e identidad. Esta es una de las premisas que aborda Sherry Turkle, quien dirige la Initiative on Technology and Self del MIT, en su libro Alone Together. Al respecto Turkle sugiere reservarnos ciertos momentos del día, lejos de otras personas, pero también de interacciones digitales, para rendir tributo al que, sin duda, podríamos considerar como el estado primigenio del ser humano.

Finalmente me gustaría hacer referencia a las investigaciones realizadas por Adam Waytz, de la Universidad de Harvard, quien enfatiza en el hecho de que, tal vez paradójicamente, en la soledad reafirmamos diversas habilidades que enriquecerán nuestra habilidad para establecer lazos sociales saludables y fuertes. Lo anterior me lleva a suponer que, en caso de que estar solo te ayude en la misión de conocerte a ti mismo, entonces aquel que más cerca está de saber quien es, sin duda podrá aportar más en una dinámica de interacción social.

¿Entonces?

Desde hace tiempo la ciencia ha advertido que la soledad excesiva puede sernos perjudicial. Pero en años recientes se han llevado a cabo investigaciones que aluden a los beneficios de este estado. El problema, al parecer, radica en la dosis (el veneno puede ser también el antídoto, como bien advertía el gran Paracelso).

Algo curioso es que la mayoría coincide en que para disfrutar de las mieles de la soledad, esta debe ser voluntaria y no obligada. Lo anterior nos invita a replantear nuestra percepción frente a ella, a asumir su inevitable presencia en diferentes momentos de nuestro camino y, por qué no, a procurarla de vez en cuando, incluso a revolcarnos en ella en una especie de fantasmal y sutil cópula. Si le huyes lo más probable es que tarde o temprano te alcanzará, y si el encuentro no fue originalmente deseado, entonces tal vez pueda tratarte con poco cariño.

Creo que con un poco de introspección y práctica es fácil determinar la dosis de soledad que nos sienta bien –habrá temporadas que la necesitamos más, otras menos. Y si lo hacemos, probablemente notaremos que su presencia resulta deliciosa, o que al menos es mucho mejor compañía que personajes como el bullicio mental, o las hormonas del estrés, elementos que lamentablemente se han convertido en infaltables acompañantes de la cotidianidad contemporánea.    

Twitter del autor: @paradoxeparadis 
[1] Ambos citados por Leon Neyfakh en su artículo The Power of Lonely (Boston Globe).