El diario de la felicidad es un libro inclasificable, a caballo entre el ensayo teológico, la autobiografía, el análisis político, el cuaderno de notas y la literatura costumbrista. El rumano Steinhardt se propuso escribir un relato de sus impresiones en la cárcel, en la que estuvo por participar en cenáculos literarios considerados como subversivos por el régimen comunista. Tras cuatro años de prisión, en 1964 fue liberado, pero hasta su muerte estuvo sometido a estrecha vigilancia. La edición española incluye un magnífico estudio que situará al lector en el contexto político de la Rumania comunista.

Es sorprendente que un preso político describa su estancia en la cárcel como la etapa más feliz de su vida, pese a la tortura, a la indigencia y al dolor. Pero todo en la vida de Steinhardt es sorprendente y paradójico. Lo son sus años de judío desencantado, de agnóstico que emprende la búsqueda incesante de Cristo; lo es igualmente su alegría desbordante durante el cautiverio. La paradoja que representa el mensaje cristiano fue, según confesión propia, lo que decidió su conversión.

Junto con Kierkegaard o Chesterton, autores a los que admira, Steinhardt puede ser considerado también un maestro de la paradoja y de la apologética. De ellos, y del caudal de la literatura universal, toma el estilo ágil, la reflexión sobre lo cotidiano, el humor y, en ocasiones, el lirismo. Sin embargo, lo más destacable del libro son las enseñanzas que encierra.

No espere el lector encontrar en estas páginas un testimonio más de la literatura sobre campos de concentración o una descripción pesimista de la miseria humana. Todo el Diario es una excusa para hablar de lo que realmente importa a Steinhardt: el cristianismo. A través del sufrimiento –físico y espiritual–, Steinhardt descubre la posibilidad de redención y encuentra motivos de esperanza. Por ello, decide recibir el bautismo en la prisión, de manos de un ministro ortodoxo, compañero de celda. La escena de su bautismo, que apadrina un sacerdote católico, es de las más hermosas del libro.

La cárcel es mi lugar de realización”, escribe. Y allí es también donde se le revela el “valor del ahora”: para evitar una existencia aburrida, narcotizada, para evitar la manipulación, el hombre necesita enfrentarse al miedo, a la pereza y a los obstáculos y hacer de su vida una “aventura temeraria”. Sólo tiene que decidirse. Para Steinhardt siempre existe posibilidad de oponerse al mal, aunque se haga de forma subrepticia. En el caso concreto de la dictadura comunista rumana, entiende que la justificación de los delatores y traidores resulta inaceptable: “¿Seguro que no pudieron hacer más?”, se pregunta.

Este libro fue publicado póstumamente y es, hasta el momento, uno de los más leídos en Rumania. El manuscrito, escrito a finales de los sesenta, fue confiscado en dos ocasiones por la policía secreta rumana. Después de su experiencia carcelaria, Steinhardt buscó comprometerse de forma seria con su fe. En 1980 ingresó en el monasterio ortodoxo de Rohia, desde donde ejerció un influjo considerable en la formación de la juventud rumana, hasta su muerte en 1989.