jueves, 31 de mayo de 2012

miércoles, 30 de mayo de 2012

gas domiciliario para 1000 viviendas de Barichara



PROMOTORA DE SERVICIOS PUBLICOS S.A E.S.P es una empresa privada cuyo objetivo principal es la prestación de los servicios públicos domiciliarios de gas natural, gas licuado de petróleo, energía eléctrica, alcantarillado, acueducto, aseo y telefonía.Constituida legalmente el 12 de julio de 2001 por escritura pública No. 2773 de la Notaría Tercera del Círculo de Bucaramanga, Nit 804.013.578-8 y con matrícula Mercantil No. 05-096387-04 del 17 de julio de 2002 de la Cámara de Comercio de Bucaramanga.

martes, 29 de mayo de 2012

Pérdidas del café son por $700 mil millones

Por: Redacción Negocios
El Espectador
“Colombia no aprovechó el libre mercado”: Minagricultura.
 
Aparte de que la producción cafetera del país atraviesa una de sus más serias caídas —que han sido consecutivas en los últimos cuatro años— y que han llevado a esta actividad a los niveles de cosecha de mediados de los setenta, preocupa la disminución de los ingresos de los agricultores y, por supuesto, la conformación de la institucionalidad cafetera en medio del libre mercado y de una reducción en los precios del grano.

Al hablar de la reducción de los ingresos cafeteros en los últimos seis meses, el ministro de Agricultura y Desarrollo Rural, Juan Camilo Restrepo, señaló que las familias cafeteras (más de 500.000) han dejado de recibir $700.000 millones. “Esto no sólo afecta la participación de Colombia en el mercado internacional, sino que está resintiendo el ingreso cafetero. También se está afectando el PIB agropecuario, que el año pasado creció 2,2%”.

Según un documento del Banco de la República, escrito por dos de los miembros de la junta directiva del Emisor (Carlos Gustavo Cano y César Vallejo Mejía), Colombia es el país cafetero menos exitoso a la hora de aprovechar “oportunidades y sortear los riesgos del mercado libre que surgió con el rompimiento del acuerdo mundial y los pactos de cuotas de 1989”.

Asegura el estudio que haber desaprovechado las ventajas del libre mercado atiende a una excesiva regulación y al manejo de la política comercial por parte del gremio cafetero colombiano. “Esto ha conducido hacia la pérdida significativa de participación de la producción y exportación”, dice el documento.

Aunque Luis Genaro Muñoz, gerente general de la Federación Nacional de Cafeteros, confía que en 2013 aumentará la producción cafetera a niveles superiores a 8 millones de sacos con la entrada de nuevos cafetales resistentes a la roya, Restrepo alerta a no bajar la guardia con la renovación de los cafetales envejecidos.

De acuerdo con el informe construido por los miembros de la junta del Emisor, la productividad y rentabilidad de los cultivos cafeteros están en una etapa de declive, pese a que “Cenicafé dispone de paquetes tecnológicos avanzados”. A esto se suman los altos costos de mano de obra, envejecimiento de la población cafetera y bajos niveles de escolarización.

“Las prioridades deben concentrarse en la apertura de nuevos métodos y procesos de producción, la apertura de nuevos mercados, la identificación de nichos y nuevos segmentos y clases de consumidores; el desarrollo y manejo de nuevas variedades y tipos de café”, dice el informe que sugiere una adaptación de la institucionalidad gremial a un mercado libre.

“Programas como renovar son la manera más inteligente de ir saliendo de esta postración en la que está la producción colombiana de café. Es muy preocupante”, concluyó el jefe de la cartera de Agricultura.


lunes, 28 de mayo de 2012

oda a la lentitud


El Espectador
María Elvira Bonilla
28 de mayo de 2012

Atrás han quedado los días de la pausa y la reflexión. De pensar antes de actuar. De tomarse el tiempo para pensar, para planear.


Ser intensos, bullosos, acelerados, son atributos que tienen especial valoración y reconocimiento en la actual dinámica social. Aunque el resultado final sea una quimera, una hojarasca que se lleve el viento que no deja sustancia ni sedimento. Porque aparentemente de lo que se trata es de hacer compulsivamente, ocuparse, sin reposo, siempre de afán, pegados del celular a la espera de mensajes, citas y compromisos. Un comportamiento que suele confundirse con la eficiencia, una reconocida virtud de la posmodernidad.

Contrario a la cultura del afán y el “hacerismo” ha surgido en Europa el movimiento por la lentitud voluntaria. Su principio es que “cuanto más despacio, mejor”. Propone saborear la comida, trabajar lo justo para vivir, cuidar y apreciar la naturaleza, disfrutar de la lectura de un poema, de una buena conversación; espacio y tiempo para simplemente estar. Sin agite, sin agenda. Buscan reivindicar los pequeños mercados locales donde se encuentran los frutos de la tierra, en contraposición de la actual estandarización de la oferta de alimentos, congelados, precocidos, que se han tomado los supermercados. “Hace cien años la gente comía más de cien clases diferentes de alimentos; en la actualidad nuestra dieta se compone de apenas diez o doce clases, sin distinguir sabores ni calidades”.

El movimiento de la comida lenta nace en Italia con el propósito de defender los alimentos y costumbres locales en contraposición a la comida rápida, de mala calidad. Una pequeña lucha que derivó en el concepto de ciudad lenta, con el que se intenta “frenar el modelo urbano norteamericano, que invade el mundo como otra forma de globalización”. Se proponen aumentar el número de parques y plazas, evitar las alarmas de los carros, eliminar las antenas de televisión con gran impacto visual, las vallas publicitarias, las señales de neón; recuperar espacios para el peatón y recurrir a fuentes de energía renovable, de sistemas ecológicos de transporte y universalizar el reciclaje de basuras. El movimiento aspira a construir una red global de ciudades y comunidades que compartan la idea de una ciudad armónica y con una actividad basada en la serenidad y el crecimiento colectivo a través de una vida lenta y reflexiva, saboreada si se quiere, y en espacios de vida a escala humana.

En Alemania hay un movimiento denominada Sociedad por la Desaceleración del Tiempo. Existe otro grupo, la Fundación por un Largo Ahora. Ambos buscan llamar la atención sobre la innecesaria velocidad con la que se actúa y hacer conciencia de la diferencia que hay entre la inmediatez que tanto atosiga y los procesos de cambio a largo plazo, más profundos y sostenibles.

Propiciar estos cambios de comportamiento no es tarea fácil. Pero poco a poco va calando aquello de que no por mucho madrugar amanece más temprano, y que vale la pena reivindicar el espacio para la sensatez tanto como para la acción. Tomarse el tiempo sin atropellar, sin la presión de la inmediatez, y aprender, con sabiduría, a tener ante todo mucha calma. 

domingo, 27 de mayo de 2012

Adolescencia


William Ospina
El Espectador
27 de mayo de 2012

Es la mejor edad de la vida. Pero no aquí.

 ¿Cuándo se dará cuenta la ciega y sorda y sórdida dirigencia colombiana que nadie padece tanto ni protagoniza tanto el drama de este país como esa juventud que debería estar disfrutando las mieles de la vida y aquí es pasto de la desdicha, de la incertidumbre y de la muerte?

A veces nos dicen que el principal mal de Colombia es el desempleo, a veces que la inseguridad, a veces que la violencia intrafamiliar, a veces que la drogadicción, a veces que la exclusión. Pero con demasiada frecuencia todas esas cosas recaen sobre el mismo sector social: los jóvenes entre los 15 y los 25 años. Tantos males acumulados son en realidad un mismo mal: el de un país que no tiene la menor consideración por sus jóvenes, ni por su convulsionado presente ni por su desesperanzado futuro.

Las estadísticas revelan que en Colombia el índice de desempleo juvenil duplica el de toda la América Latina. Nuestros jóvenes no tienen trabajo, el caso de las mujeres es aún más alarmante que el de los hombres, y eso que no sabemos si en las cifras de empleo se cuentan los muchachos que viven del rebusque en los márgenes del código penal y las muchachas que viven de la noche.

Adolescentes. Claro que deberían estar estudiando, como lo hacen todos en los países donde la educación es un derecho, pero aquí, ya se sabe, la educación es un privilegio. Deberían dejar para después las duras responsabilidades de la paternidad, pero aquí no hay ejemplo, ni orientación, ni oficio, ni alternativa lúdica. Los muchachos sin futuro tienen que convertirse en los padres tempranos de hijos aun con menos futuro, en una progresión despiadada, y son consecuencia y son causa de fenómenos alarmantes de violencia intrafamiliar.

Son el blanco favorito de la publicidad, que les construye y les impone un arquetipo de felicidad y de consumo. Aunque no haya con qué consumir, el consumo no es una opción: es el deber maligno de las sociedades modernas. El culto por la moda, por las marcas, por los artefactos: la cruel religión de la época. En toda sociedad excluyente y estratificada muchos jóvenes se ven forzados por el medio a obtener a cualquier costo los recursos para satisfacer las órdenes del mercado. Parte de ese ritual son los certámenes de la conquista amorosa, que nunca tuvo tantas exigencias. Donde es ya difícil sobrevivir, los jóvenes tienen que impedir además ser discriminados y ninguneados en los escenarios de la vida social.

¿Hay alguien dispuesto a emplear a jóvenes que carecen de la calificación laboral que brinda la escuela, de la formación que brinda el hogar, de las destrezas que transmite la tradición, de las habilidades sociales que niega el orden excluyente? Claro que sí, esos empleadores son la delincuencia, la mafia, la guerrilla. Si aquí nadie les paga a los jóvenes un salario por crear, por liderar procesos de convivencia, por persistir en una vocación o en un aprendizaje, siempre hay quien está dispuesto a pagarles por empuñar un arma, por formar un ejército, por robar, por espiar, por guardar espaldas, por romper pechos.

Mucho hay que cambiar y mucho que inventar en la educación contemporánea. La educación que el mundo necesita no puede seguir siendo una empresa privada. Debe enseñar a hacer, debe convertir en aulas la naturaleza y la calle, debe formar ciudadanos y seres humanos, debe ser una inmensa inversión colectiva en seguridad, en productividad, en afecto y en felicidad. No es sólo un problema de pedagogía, es un problema de orden de la civilización.

Porque, aunque ciertos decanos de economía, que por lo menos son expertos en contabilidad, se apresuran a decirles a los jóvenes que hagan cuentas, que no hay recursos para la educación gratuita que todos reclaman, conviene tener en cuenta que invertir en educación no es sólo invertir en educación: es invertir en seguridad, en salud, en empleo; es bajar a mediano plazo los gastos militares y de policía, los gastos judiciales y carcelarios; es fortalecer las instituciones, es cualificar la economía, es fortalecer la competencia tecnológica, es invertir en la calidad de la vida ciudadana. Sobre todo si logramos superar los criterios demasiado estrechos de la educación académica y concebimos la educación como un gran proyecto colectivo para aprender oficios, desarrollar destrezas, estimular talentos, fortalecer vocaciones, para propiciar liderazgos y volver la vida una aventura creadora. No la educación ultratecnificada y ultracostosa, que nos venden como la iglesia fuera de la cual no hay salvación pero que deja a casi todo el mundo por fuera, la que tiende a convertir a sus beneficiarios en gente mejor que el resto, lo que los lleva a buscar escenarios más dignos de ellos, sino la educación dignificadora, imaginativa y colectiva que cambie el país catastrófico de nuestros jóvenes en un país que les despierte verdadero afecto y les genere verdadera esperanza.

viernes, 25 de mayo de 2012

Barichara: pueblo patrimonio de Colombia




El ex-presidente Belisario Betancur es el encargado de presentar a Barichara a partir del 1'29" como uno de los diez pueblos Patrimonio de Colombia.

martes, 22 de mayo de 2012

rumbo a las olimpiadas



lunes, 21 de mayo de 2012

progreso vs natura






domingo, 20 de mayo de 2012

La terrible Europa y la Gran Colombia


Por Héctor Abad Faciolince
6 de mayo de 2012

Todos tenemos un amigo catastrofista que nos manda como mínimo un correo diario en el que se describen los horrores del mundo: focas descuartizadas, desiertos que crecen, inundaciones, ríos contaminados, pájaros atrapados en el mar por olas de petróleo, políticos que se embolsillan la plata de la salud, congresistas con jubilaciones astronómicas, guerrilleros africanos sanguinarios, niños secuestrados, mujeres violadas, niñas a quienes extirpan el clítoris, conspiraciones de los banqueros judíos, etc. En fin, nuestra dosis normal de miserias cotidianas, el pan de cada día, con videos verdaderos, videos mentirosos, idioteces antisemitas, mezclas confusas de realidad y ficción. Denuncias serias al lado de propaganda vulgar, de mentiras bien o mal intencionadas, de patrañas absurdas… De todo.

Uno de los últimos que me llegaron habla de la reforma laboral alemana adelantada por la canciller Merkel. Un comentarista, Antonio Brettschneider, les advierte a los desempleados españoles sobre el horror de la realidad laboral alemana y las catástrofes que les esperan en España si adoptan las reformas propiciadas por Merkel (porque Alemania sigue siendo un país “imperialista”, sostiene). En el video se desmiente el supuesto éxito de las políticas laborales alemanas pues, si bien es cierto que pasaron de 5 a 3 millones de desempleados, y del 12% de desempleo al 7%, estos nuevos trabajos creados son mal pagados, poco seguros y con más horas de trabajo. Si quieren verlo, aquí está: http://bit.ly/wpbgJP.

Una cosa, sin embargo, es ver este video con los ojos de un alemán o de un español y otra cosa es verlo bajo la óptica de un tercermundista colombiano. Todo en esta vida es comparación. De un perro grande decimos que parece un caballo y de un caballo chiquito que parece un perro. Así mismo la terrible Alemania neoliberal que se describe en el video, trasladada a Colombia, sería considerada aquí un régimen populista, el delirio demagógico de un gobierno afín al comunismo o algo así. Veamos.

El horror alemán consiste en haber subido la jornada laboral de 35 horas a 37. Aquí estamos en 48 horas y éstas se consideran diurnas (a partir de la absurda reforma de Uribe) hasta las 10 de la noche. Esto quiere decir que de 6 a 8 a.m., o de 6 a 10 p.m., ya no hay recargo nocturno. Las vacaciones remuneradas de un alemán duran un mes; aquí 15 días. Allá el salario mínimo son 900 euros, más de dos millones de pesos; aquí la cuarta parte, 566 mil pesos. Incluso suponiendo que allá la comida cueste el triple (y no es así) las diferencias salariales son abismales.

Sigamos con el subsidio de desempleo. Aquí existen las cesantías. Si uno trabajó diez años, puede esperarse unas cesantías (nuestro subsidio de despido) de diez meses. Un alemán, después de trabajar un año, puede esperarse un subsidio de desempleo de otro año, si lo despiden. Pero hay algo más: si no tienes ningún recurso en Alemania, el Estado te paga el alquiler de un apartamento de 40 metros y la calefacción, más una ayuda de 365 euros mensuales en efectivo. Una miseria, dice el comentarista. Pero ay, si a los indigentes colombianos les dieran la cuarta parte de eso (90 euros, 200 mil pesos) podríamos empezar a pensar que existen la justicia y la compasión.

Esa curiosa idea de que allá están jodidos y aquí estamos bien, cuando se estudian las cifras, es difícil de entender. Como decían los viejos: es más rico el rico cuando empobrece que el pobre cuando enriquece. Nosotros, pobres medio enriquecidos, con respecto a Europa, seguimos siendo un pueblo miserable. Que Europa sea mucho más desarrollada que Colombia es descubrir el agua tibia; pero a veces conviene recordárselo, sobre todo a esos europeos que viven en el sueño de la maravillosa América tercermundista. Los países bolivarianos, no se les olvide, están en condiciones incluso peores que las nuestras. Y la horrible Alemania, comparada con Colombia, es una especie de ensueño socialista.


sábado, 19 de mayo de 2012

campesino -cinemacinco




Campesino - Cinemacinco
(Tino Nuñez - Alejandro Alvarez - Alvaro Bonilla - Oscar Salamanca).

http://www.cinemacinco.com/
http://www.facebook.com/cinemacinco 
http://twitter.com/cinemacinco 

Album: República de la Alegría
Director: Juan Camilo Villarreal

miércoles, 16 de mayo de 2012

fallece Carlos Fuentes Macías




(Panamá, 11 de noviembre de 1928 - † México, D. F., 15 de mayo de 2012)

a partir del 1'06". El espacio de un escritor
"(...) uno se tiene que concentrar mucho para escribir, es difícil escribir, se requiere mucha soledad y mucho silencio alrededor de uno (...)"

martes, 15 de mayo de 2012

les tocó limpieza




lunes, 14 de mayo de 2012

lógica...



jueves, 10 de mayo de 2012

divorciado de...


miércoles, 9 de mayo de 2012

el silencio que habla





Tot el que puc dir de mi ho relata la meva obra, i per més que insisteixi en comprendre somnis, tot el que veig està en mi.
Solem pensar que el món és com és però he après que el que no és, també ho pot ser.
Tot el meu art el porto dins i té saber comprendre i il·lusió de Ser.
Només seré art si tú em veus, tota la resta  té principi i fi. Visc per l'Art de pertànyer al món. 
 
 
Todo lo que puedo decir de mí lo relata mi obra, y por más que insista en comprender sueños, todo lo que veo está en mi.
Solemos pensar que el mundo es como es, sin embargo he aprendido que lo que no es también lo puede ser.
Todo mi arte lo llevo dentro y tiene saber comprender e ilusión de Ser.
Sólo seré arte si tú me ves, todo lo demás tiene principio y final. Vivo por el arte de pertenecer al mundo.
     

viernes, 4 de mayo de 2012

pelao - la chiva gantiva




A primera vista La Chiva Gantiva pareceria una grupo más que toca Ska y Funk, sin embargo la propuesta musical es mucho más densa. Apropiandose de los ritmos folcloricos colombianos, no solo del caribe, sino inclusive de los llanos orientales; en este album Pelao, se puede escuchar una interesante amalgama creativa de música y arte. Un album cargado de alegría hace que el oyente se sumerga en un extraño ambiente de fantasia y regocijo. A pesar de que el grupo se encuentra radicado en Bruselas (Bélgica), no olvidan sus raices, y ese tinte de alegria que nos imprime nuestra idiosincracia colombiana. 

miércoles, 2 de mayo de 2012

Old Friends, White Water and Roasted Ants in Colombia


The New York Times
Travel


July 27, 2010, 11:00 pm


Chicamocha National Park, one of Colombia’s newest. 
Seth Kugel for The New York Times Chicamocha National Park in Colombia’s Santander province.

Six weeks without seeing a familiar face can wear on any traveler, no matter how warm and welcoming the unfamiliar faces are. So I’d been looking forward to Week 7, when two close friends – my high school classmates Jon Chapman and Doug Mollenauer – would fly down from the States. The plan: meet in Bogotá and hop a seven-hour bus to Santander province, known as Colombia’s adventure tourism hot spot, among other things. (Among the other things: it’s Colombia’s roasted-ant-consumption hot spot, but I had downplayed that aspect to them.)

The Frugal Traveler, Seth Kugel, with high school friends Doug and Jon. 
Seth Kugel for The New York Times The Frugal Traveler with high school friends Doug and Jon.

Old friends make the best travel companions. Their company transforms monotonous bus rides into easy conversation: analyzing why none of us so much as scored a kiss from our high school prom dates, for example, is good for at least an hour. Also, there are few surprises: we learned to tolerate one another’s flaws years ago. (Doug is always running absurdly late, Jon overtips like a maniac, and I may – occasionally and infrequently – emit the slightest of snores.)

We got off to a frugal start at the Bogotá bus station, where I scored each of us  a 5,000-peso discount ($2.82 at 1,800 pesos to the dollar) by playing two neighboring ticket agents from rival bus companies off each other. Final price for the seven-hour trip to Santander: 25,000 pesos ($14) apiece.

That incident made me realize what new sets of eyes could bring to a trip. Doug and Jon were wowed by my negotiating tactics, which had become such a routine tactic for me in Latin American bus terminals that I hadn’t thought to mention it in writing. Their fresh perspectives kept coming: when the bus stopped for what I considered another monotonous lunch at a roadside restaurant, Doug and Jon raved about the freshness of the 5,000-peso ($2.78) home-style meals – potato soup, chicken, rice, lentils, salad and limeade. (Compared to your average American highway rest stop, they were completely right, I thought.) They also gawked at commonplace bags of mineral water you bite a tiny hole in and squeeze into your mouth, and became perplexed when a sign at our hotel directing travelers to deposit toilet paper in trash cans rather than flushing it.

Doug and Jon explore colonial Barichara. 
Seth Kugel for The New York Times Doug and Jon explore colonial Barichara.

Santander has two prime tourist destinations, 40 minutes apart by twice-hourly buses: San Gil, a bustling commercial town home to adventure tour companies, night life and budget-style lodging; and Barichara, a postcard-ready colonial village tucked into gorgeous hills and catering to higher-end travelers.

Frugality seemed to indicate we would stay in San Gil, so I had called ahead to reserve a private room (with shared bath) for us at the well-regarded Santander Alemán hostel. It turned out to be a place full of good intentions – but seriously lacking in amenities. And by amenities, I mean hot water, toilet seats and doorknobs. Our cramped room cost us 17,000 pesos ($9) each, and was worth not a penny more.

Those with budgets and risk aversion less restrictive than ours can fill days around San Gil crashing through Class V rapids on the Rio Suárez, rappelling down waterfalls and paragliding into canyons. Our plan was to focus on (free) hiking, so the first full day we hopped the bus to Barichara (3,500 pesos, or $2) for a hike to Guane, an even tinier, sleepier colonial village about two hours – or four dozen irresistibly bucolic vistas – away. “I’ve never seen anything like this,” said Jon, the least traveled of the group, as he gazed across farmland to imposing mountains on the other side and broke out his iPhone video camera for the first of countless occasions. (We’d soon become familiar with his sign off: turning the lens on himself, he would say “Of course, no video would be complete without a shot of your handsome videographer.”)

A roast ant (left, on banana chip) added crunch to Jon’s trail mix. 
Seth Kugel for The New York Times Santander’s traditional roast ants with Jon’s traditional trail mix.

Along the way, we snacked on Jon’s homemade trail mix into which I had insisted we dump about half a cup of hormigas culonas, the roasted queen ants that the region is famous for. (Like most crispy edible insects, they tasted to me like shreds of unpopped popcorn kernels.) And when we reached Guane, we tried two other regional specialties at a little restaurant called La Chinantoca: cabro con pepitoria (goat meat with innards, 9,000 pesos, or $5) and carne oreada (jerky-like dried beef, 6,500 pesos, about $3.50). Doug and Jon, I was proud to see, were game to taste anything local – yet another indication I had invited the perfect companions.

Negotiating for a better rate at the Posada de Pablo 2 in Barichara. 
Doug Mollenauer Negotiating for a better rate at the Posada de Pablo 2 in Barichara.

The trip out to Barichara also provided a fortuitous find: a new place to stay. Just as the cobblestones turned to dirt on the road leading to the Guane trail, we spotted a quaint sign: “La Posada de Pablo.” Ducking in, we found a family-run inn set around a modern but colonial-style courtyard. (It was actually La Posada de Pablo 2, an annex of the main branch down the street.) Amazingly, it boasted not just views of the town center, but doorknobs and toilet to boot. Diana, a daughter of the place’s now-deceased namesake, offered us two rooms for a combined 110,000 pesos ($60). I talked her down to 100,000 ($55) and we moved in for the next three nights. That undeserved reputation for snoring won me the single room, but since we split the cost evenly, it was a cross I was willing to bear.

Barichara became our base (and the Panadería Central Las Delicias on the town square our daily breakfast stop and source for refreshing  guanábana shakes), but the action still centered around San Gil. That is where Patricia Salazar, friend of a friend and reporter for the local Santander paper, took on the role of tour guide. (I had insisted that our mutual friend not tell her I was a fellow writer, though I revealed my identity when we left, landing her a front page story.)

She was a skilled guide, steering us mostly away from the backpacker trail – as I had requested – but back toward it when it was worth our while. Our first night, we drank in her favorite hangout, the Habana Cafe Bar, a laid-back bar in the second floor of San Gil’s cute Camino Real mall. When Doug asked to try a local drink, I proudly flashed a bit of Colombian knowledge, suggesting a mixture of beer and rust-colored Colombiana-brand soda called a refajo. Pati burst my bubble, insisting that a true local refajo called for Santander’s local soda, cherry red Hipinto. Touché. (Jon would later remark that Hipinto tasted “like cream soda with a touch of hairspray.”)

Rocks form natural whirlpools of Pozo Azul, a local swimming hole in San Gil. 
 Seth Kugel for The New York Times Rocks form natural whirlpools at Pozo Azul, a local swimming hole in San Gil.

Pati was our hero – another day, she skipped out of work early, grabbed her cousin Yeny and whisked us to the local swimming scene at Pozo Azul, where rocks form natural whirlpools that provide free back massages. From there we walked to Bolos Pozo Azul, a bare-bones gaming center along the highway with two important components: courts to play two Colombian games called bolos and tejo, and a refrigerator capable of dispensing copious quantities of beer. We chose tejo, a game that mixes elements of curling and horseshoes with the excitement of explosives. In short, you take turns tossing a stone disc toward a tray filled with clay, landing it as close to a metal ring as possible. A triangular paper envelope containing a minor amount of gunpowder sits on the ring, and if smacked just right causes a minor, though extremely exciting, explosion. We must have stayed three hours at least, so it was with trepidation that I asked the bartender (really refrigerator-tender) for the damage. She added up a very long tab (recorded under the heading “Gringos”) that miraculously came out to only 60,000 pesos, under $7 a person. We finished the night in the wee hours at El Trapiche dancing to salsa, merengue, reggaetón and the occasional international R&B hit.

We did spend one calmer night in Barichara, giving Pati a break and as a result, discovering our favorite restaurant of the trip: Iguá-Nauno, on the edge of town at the corner of Calle del Mirador and Carrera 7. Customers sat on tables in a semi-open courtyard dominated by the bar’s gnarled namesake tree. We dined on snacks like patacones (flattened fried plantains loaded with beef) and Colombian-style burgers (topped with crushed potato chips), and ordered an off-menu drink: a lulada (ice, sugar and muddled lulo fruit) spiked with rum. An ill-advised second rounds of luladas broke the budget, and the meal ended up costing 32,000 pesos ($18) each. I was learning that traveling with friends may eliminate boredom on buses, but it causes a severe hit to the bar tab.

Whitewater rafting on the Rio Fonsi in San Gil. 
Seth Kugel for The New York Times Whitewater rafting on the Rio Fonsi in San Gil.

We pushed the budget a little further by deciding to brave one rafting trip – the cheapest available, an 11-kilometer stretch of the Rio Fonce, with manageable Level III rapids.
Well, sort of manageable. We all ended up tossed from the boat on different occasions, but Jon suffered the most, disappearing under the raft for nine scary seconds. (We know this because we did a Zapruder-film-like analysis from the video the tour company recorded from the shore.) He finally emerged, shell-shocked but still in good humor. It could have been worse, he said – those nine seconds had allowed only the K-12 portion of his life to flash before his eyes.

Both Jon and Doug told me Colombia felt perfectly safe – in fact, they were amazed by Colombians’ interest in meeting travelers, a contrast to many countries they’d visited. “When you go to a country that has not had a ton of tourism, people really go the extra mile to reach out to you,” Doug said.

The monument to Santanderian heritage in Chicamocha National Park. 
Seth Kugel for The New York Times The monument to Santanderian heritage in Chicamocha National Park.

One particular afternoon stood out. It was our last day, and we made a mid-afternoon trip to Chicamocha National Park, where the main attraction is a cable car that dips into the canyon of the same name. We also visited an unusual 2500-ton hilltop monument dedicated to Santanderean culture and history, set on a huge slanted base representing a tobacco leaf. As we puzzled over what the exploding rocks could possibly mean, a uniformed police officer bounded over and practically begged us to let him explain it in English. He launched into a dramatic presentation that would have undoubtedly been extremely informative, had it not been totally incomprehensible. But we were touched at his effort.

By that time, night had fallen and we were bracing ourselves for the unappetizing task of flagging down a bus on the nearby highway for the hour trip back to San Gil. But to our surprise, a man came over and offered us seats on the employee bus that would soon be dropping off cable car operators and ticket takers in the nearby town of Aratoca, where we could calmly wait at a safe bus stop.

We climbed in with the workers and sped away, marveling at how unlikely this would have been at Disney World or the Pyramids of Giza or the Eiffel Tower, where travelers are essentially walking wallets. In Colombia, for a while at least, we’re still real people.