lunes, 24 de noviembre de 2014

La reducción de variedades de flores está matando a las abejas


El País
Miguel Ángel Criado
24de novimbre de 2014

El análisis del polen en ejemplares disecados muestra que su declive está relacionado con la expansión de la agricultura moderna

    El declive de las abejas se ha generalizado en todo el hemisferio norte del planeta. / Jon Sullivan (Wikimedia Commons)
  • Hacia un mundo sin abejas
 
El rompecabezas que es el declive generalizado de las abejas se complica aún más. La abeja europea (Apis mellifera) y el resto de insectos antófilos (que aman las flores) ya tenían que luchar contra el virus de las alas deformes, el hongo Nosema ceranae, el parásito Varroa destructor, sofisticados insecticidas como los neonicotinoides o el propio calentamiento global. Ahora, un estudio añade un enemigo más: la reducción de la diversidad de plantas y árboles florales provocada por la moderna agricultura.

Los Países Bajos es una de las regiones del mundo donde más ha avanzado la agricultura. El 80% del territorio que era natural a comienzos del siglo pasado hoy es tierra cultivada. Por eso, es un gran escenario real para estudiar el impacto que la agricultura moderna está teniendo sobre las abejas. Tradicionales aliados de los agricultores, estos insectos polinizadores están desapareciendo a un ritmo que alarma a éstos, pero también a los científicos.

Un grupo de biólogos holandeses ha descubierto que existe una conexión entre el descenso de la diversidad floral y el declive de las abejas. Su trabajo se centra en las especies silvestres pero sus conclusiones podrían ayudar a desentrañar el colapso que sufren muchas colmenas de abeja melífera.

"Los efectos negativos del varroa, las enfermedades o la carga de pesticidas pueden verse reforzados por una limitación de la disponibilidad de comida", dice el ecólogo de la universidad de Wageningen y coautor del estudio, Jeroen Scheper. "Al estar en peores condiciones por un escenario de escasos recursos, las abejas melíferas pueden ser más vulnerables a estas amenazas. Y el mecanismo puede funcionar a la inversa: los efectos no letales de los pesticidas pueden afectar negativamente a la eficiencia forrajera de las abejas obreras, lo que podría tener un mayor impacto cuando la disponibilidad de recursos florales es baja", añade.

Scheper y sus colegas recopilaron ejemplares de varias colecciones de taxidermistas y museos de más de 50 especies de polinizadores silvestres. Querían saber de qué flores se alimentaban antes de que, desde los años cincuenta del siglo pasado, la agricultura se extendiera por casi todo el territorio holandés. Pero buscaban más el polen que el néctar.

"El polen es un recurso alimenticio crítico para las larvas de las abejas, pero no se desarrollan con el polen de todas las especies de plantas. Algunas especies de abejas solo crecen con el polen de un único género o familia, mientras que otras especies lo recolectan de una amplia variedad vegetal. Pero aún en este caso, las abejas tienen preferencias por determinados taxones y se desarrollan menos con las variedades que menos las atraen", explica Scheper. "Por el contrario, las abejas son menos exigentes con el néctar, es decir, las especies que recolectan polen de una única variedad de planta también recogen néctar de muchas otras variedades vegetales", añade.

Al comparar con el polen de los insectos disecados, los investigadores comprobaron que las especies actuales que están en mayor declive son precisamente las que se alimentan de flores de plantas silvestres o semisilvestres que ahora escasean, como algunas variedades de fabáceas (leguminosas) cultivadas como forraje para la ganadería o como técnica de barbecho en el pasado.

Sin embargo, su estudio, recién publicado en la revista PNAS, también señala que aquellas especies de abejas especializadas en las rosáceas en vez de descender, han proliferado. Además de las rosas, esta familia de plantas incluye a gran variedad de flores, árboles frutales y muchas otras plantas ornamentales de las que los Países Bajos son una potencia exportadora.

Un ingrediente más en un cóctel mortífero

Aunque Scheper insiste en que las conclusiones de su trabajo solo se centran en las especies silvestres de abejas y abejorros, la menor diversidad de flores se une al cóctel que factores que también están acabando con las abejas melíferas. El problema es quizá de visibilidad. El estado de las poblaciones silvestres, simplemente, se ha estudiado menos.
 
"Posiblemente, su situación sea aún peor, ya que no hay apicultores que estén supervisando a las abejas silvestres", recuerda el investigador de la universidad italina de Udine, Francesco Nazzi. Junto a su colega de la Universidad de Nápoles, Francesco Pennacchio, Nazzi acaba de publicar un trabajo en la revista Trends in Parasitology que intenta sistematizar qué está pasando con las abejas.

Su respuesta es que de todo. Lejos de una explicación simplista y monocausal, una especie de tormenta perfecta en la que unos factores agravan los efectos de otros sería la responsable del declive de las abejas melíferas.

"Se trata de un problema simple, la pérdida de colonias de abejas melíferas en todo el mundo, sin una respuesta simple", recuerda Nazzi. Y no es simple porque intervienen muchos factores. Aunque el virus de las alas deformes fue descubierto a comienzos del siglo pasado en el sur de Asia, el ácaro parásito que usa como vector no llegó a Europa hasta los años setenta y una década más tarde a Norteamérica. Los neonicotinoides, familia de pesticidas relacionados con el colapso masivo de las colmenas, no empezaron a usarse hasta los años noventa. Nazzi también menciona el deterioro de sus ecosistemas naturales por la expansión de la agricultura.

En su modelo, todas las piezas encajan y permiten interpretar "cómo los diferentes agentes estresantes pueden interactuar sinérgicamente para interferir en las defensas inmunitarias de la abeja", explica el investigador italiano. "Esto es muy importante ya que las barreras inmunes son fundamentales para mantener bajo control la difusión de las infecciones virales que pueden convertirse en destructivas en cuanto cualquier factor de los mencionados altera este frágil equilibrio, promoviendo una intensa replicación patógena", añade.

Para Nazzi, cualquier intento de luchar contra el declive de las abejas tiene que enfrentar cada uno de los factores que la amenazan. Desde intentar mantener controlados a los patógenos sin dañar a las abejas hasta reducir su exposición a los pesticidas o mejorar la gestión de la agricultura intensiva.

domingo, 23 de noviembre de 2014

Café, salud y ejercicio


Tomado del blog: johnduperly.com
24 de mayo de 2014

La interacción entre el consumo de café, el rendimiento físico y mental, y la salud en general han sido estudiados desde la antigüedad. El café es sin duda una de las bebidas de más alto consumo en todo el mundo y nuestra frágil economía se ha beneficiado de ello en muchas ocasiones


Para muchos, el trabajo, los negocios o la vida social serían difíciles de imaginar sin una taza de buen café. Por otro lado, la frecuente especulación basada en anécdotas u opiniones personales ha popularizado creencias y mitos que tienen poco o ningún soporte científico. Aun para algunos profesionales de la salud, el conocimiento y las recomendaciones sobre el consumo de café o sus componentes proviene de fuentes poco confiables.

Las razones para tanta confusión son comunes a otros hábitos. Lo más frecuente es una comprensión incompleta de las múltiples causas o factores que interactúan o favorecen la aparición de un síntoma o una enfermedad.

Veamos algunas asociaciones comunes: el café causa diabetes. No sólo no existe ningún estudio que lo demuestre, sino que se ha documentado recientemente, en grandes y rigurosos estudios, que los individuos que consumen más café tienen menor riesgo de desarrollar diabetes mellitus tipo 2.

¿Por qué la malinterpretación? Muchos individuos acompañan el café con un delicioso y mortal cigarrillo, que duplica el riesgo de diabetes y docenas de enfermedades. O al menos con una buena porción de pastelería rica en grasas y harinas que se asocian con sobrepeso y obesidad, los principales factores de riesgo para la diabetes. El café sin cigarrillo y con un peso normal puede protegernos de esta enfermedad.

Tampoco se ha podido demostrar un efecto negativo del café sobre la presión arterial. Más aún, las personas que consumen más café padecen menos de “stroke” o accidentes cerebrovasculares, el desenlace más temido para un paciente hipertenso.

En cuanto a las arritmias cardíacas y los síntomas digestivos, hay todo un esfuerzo de la investigación por aclarar las cosas. Hasta el momento no hay evidencia científica clara que permita concluir efectos nocivos del café en estos temas. La sensibilidad de cada persona a los efectos biológicos de la cafeína y los numerosos antioxidantes y sustancias activas contenidas en una tasa de café deben ser consideradas a la hora de dar una recomendación médica.

Por último, vale la pena resaltar los efectos favorables del café sobre el rendimiento físico y mental. La estimulación del sistema nervioso provoca mejores niveles de atención, concentración y velocidad de reacción que pueden ser críticos para un conductor, un operario, un ejecutivo o para un deportista competitivo.

John Duperly ** MD PhD. Especialista en medicina interna y doctorado en medicina del deporte. @johnduperly


viernes, 21 de noviembre de 2014

cambiar





domingo, 16 de noviembre de 2014

La misión cafetera


El Espectador
Eduardo Sarmiento
15 de noviembre de 2014

Los resultados de los estudios de la Misión Cafetera fueron presentados por el director como conclusiones finales.  

Agarrón entre Misión Cafetera y productores del grano
Los directivos de la Federación de Cafeteros, los encargados de ponerlos en ejecución, han revelado una abierta discrepancia con los análisis y propuestas.

En las presentaciones del estudio no se incluye una descripción histórica de la Federación y la política cafetera. En razón de que el café es altamente inelástico y que Colombia está entre los principales productores mundiales, el país disponía de un poder de mercado que le permitía influir en los precios internacionales. En este contexto, se consolidó el acuerdo mundial de consumidores y productores orientado a regular la producción y la oferta mundial para obtener los máximos ingresos cafeteros.

La intervención en la política cafetera se realizaba con el Estatuto 444 que contemplaba un severo control de cambios mediante la junta monetaria. El papel de la Federación, que era especialmente administrativo, quedó a la deriva con el desmonte del Acuerdo Mundial del Café y la creación del Banco de la República. Las funciones de control de cambios pasaron a la Federación y las ejercen los ministros que asisten al Comité de Cafeteros.

El desmonte del Acuerdo Mundial 1989 fue el primer golpe de la apertura económica. En la creencia de que la competencia les rendiría mejores frutos al país y los productores, las naciones productoras y consumidoras acordaron prescindir de la intervención directa. La determinación ocasionó un deterioro de los precios internacionales del café y una severa reducción en los ingresos de los países productores. En Colombia significó el desplome de la producción, los ingresos y los niveles de vida de las zonas cafeteras.

La Comisión plantea borrón y cuenta nueva. Propone recortar en forma drástica las facultades administrativas de la Federación y eliminar las políticas de intervención cafetera con el argumento que interfieren el mercado y reducen la competencia. Sin mayor recato, se revive el discurso neoliberal que sirvió para el desafortunado desmonte del Acuerdo Cafetero Mundial.

Es cierto que las múltiples funciones de la Federación no dejan de ser formas para justificar la burocracia y los compromisos regionales. Sin embargo, no debe confundirse con las decisiones de política cafetera pública, entre las cuales, se destacan el precio de adquisición de las cosechas, la participación en las exportaciones y el subsidio para elevar el precio interno del café.

El país todavía tiene poder de mercado. El abandono de la intervención de la Federación en el precio de compra y en las exportaciones significaría entregarlo a los agentes privados en detrimento de los intereses nacionales y de la mayoría de los productores. El subsidio es cuento aparte. El Gobierno lo estableció como compensación a la cuantiosa revaluación y luegolo amplió para superar el paro cafetero y afianzarse en las elecciones. Los responsables de los desaciertos en materia de aplicación y selección de beneficiarios son los ministros con asiento en el Comité de Cafeteros.

Lo peor que puede ocurrir es que a los errores del Acuerdo Cafetero Mundial y del Comité de Cafeteros se agregue la entrega del poder de mercado a los intereses privados. El estudio de la Misión, que fue mal presentado y tiene la tarea de evaluar al Gobierno que lo contrató, debe empezar por separar las funciones administrativas de la Federación y la política cafetera. Las primeras deben ser materia de un estatuto que defina las funciones del organismo y las necesidades personales a la luz de las nuevas realidades mundiales y nacionales del café, en tanto que la política cafetera está en mora de trasladarse a los organismos de decisión macroeconómica.



viernes, 14 de noviembre de 2014

Barichara es el punto de encuentro este puente festivo


Revista Semana
14 de noviembre de 2014

Para preservar las tradiciones culturales santandereanas y promover el emprendimiento, este viernes empieza Barichara, punto de encuentro III, un encuentro público y gratuito.

El evento Barichara punto de encuentro III abre este viernes su tercera edición. Después de enfocar las discusiones y talleres alrededor de la panela y del maíz en sus ediciones anteriores, esta se enfocará en el CAFÉ. Alrededor del tema, el evento presenta artesanías, artes plásticas y visuales, música popular y clásica, y se discutirá sobre ciencia y gastronomía. Todo en un marco de confrontación sana y de diálogo como la forma de cumplir el objetivo.

Los invitados especiales son el joven pianista David Córdoba, el jazzista santandereano Oscar Acevedo, la neuróloga Patricia Montañez, Luís Fernando Vélez, gerente general de Amor Perfecto, los cafeteros de Santander, la comunidad de Barichara y artistas santandereanos.

También vale destacar que participaran las Escuelas Taller de Colombia- Herramientas de Paz. Centros de capacitación en donde jóvenes en estado de vulnerabilidad reciben formación en oficios tradicionales necesarios para la conservación y puesta en valor del patrimonio cultural.


El evento es organizado por Dalita Navarro y su equipo de colaboradores. 



jueves, 13 de noviembre de 2014

Hablemos de café


El Espectador
Juan Manuel Ospina
12 de noviembre de 2014


http://caricaturahomez.blogspot.com/
Hablar de café es en buena medida hablar de Colombia, pues como pocas actividades económicas esta ha conformado el rostro del país, con su carga de verdad y fantasía: su comercio exterior, su paisaje rural – patrimonio de la humanidad -, su “cultura de ladera” única en el mundo; su clase media en formación, verdadero centro de gravedad de un escenario rural polarizado entre muchos pobres y algunos ricos; en fin, ha sido gran generador de empleo y de ingresos, tanto que la actividad económica del país oscilaba al compás del ciclo de las cosechas cafeteras.

Hoy ya ni la caficultura ni el país son los mismos de entonces, pero lejos se está de celebrar su entierro o de pretender que ésta pueda continuar como si nada hubiera pasado. Necesita, como tantas cosas en el país, “ponerse al día” para avanzar sin perder la esencia de lo que somos y hemos sido como sociedad.

Colombia ya no es (solamente) café pero seguirá siendo cafetera; encontrar ese punto de equilibrio, es encontrar el camino. Hoy eso es posible dadas las perspectivas de un nuevo protagonismo de lo agrario y rural en el país, en medio del malestar existente en el mundo cafetero y de los desafíos que implica la búsqueda de una salida definitiva a nuestra vieja confrontación interna. Por esas razones, la “Misión para la competitividad de la caficultura colombiana” es pertinente y es importante; sus conclusiones no pueden terminar en el anaquel de las buenas intenciones, rápidamente olvidadas por obra y gracia de la mejora (¿coyuntural?) del precio internacional del grano y del ajuste cambiario de un peso que estaba peligrosamente sobrevaluado.

La Federación de Cafeteros, una institución con alma colombiana como pocas, reclama a gritos repensarla y reestructurarla para ponerla a tono con los nuevos tiempos; se volvió anacrónica, con pinta de elefante blanco. Su actualización es la piedra angular de la nueva caficultura colombiana, por la sencilla razón que una y otra han estado indisolublemente ligadas por noventa años. Su control del Fondo Nacional del Café, que debe redefinirse, le permitió reinar sin restricción alguna. La nueva Federación ha de centrarse en los comités departamentales y municipales federados, debidamente empoderados para ser los interlocutores del gobierno que habrá de sustituirlos en la tarea de financiar y suministrar los bienes públicos que requieren los caficultores como productores, sus comunidades y regiones – educación, vías terciarias, salud, vivienda, seguridad y justicia -.

En acuerdo con el poder público, habrán de determinar un plan de mediano plazo de organización de la nueva geografía regional cafetera, de acuerdo con su historia y su potencial y vocación productiva, para garantizar empleos e ingresos a sus pobladores en una economía regional crecientemente diversificada, gracias a un manejo sostenible de ecosistemas complejos con actividades productivas de caficultura técnica y de producciones agropecuarias complementarias demandantes de fuerza de trabajo, para aprovechar mejor su potencial productivo. Igualmente habrán de definir y operar un mecanismo de estabilización del ingreso del productor -¿una franja de precios de compra del grano establecido a partir de los costos de producción y teniendo en cuenta las oscilaciones del precio internacional? -, que permita ahorrar ingresos en los períodos de precios altos y compensarlo en las coyunturas de precios bajos. No es un subsidio al ingreso sino una estabilización del mismo, para contrarrestar sus perturbadoras oscilaciones. Los recursos - ¿administrados por un fondo de estabilización de ingresos, el nuevo Fondo Nacional del Café? – sería administrado conjuntamente por el gobierno nacional y la Federación.

Los comités y la Federación tendrían dos grandes responsabilidades específicas, financiadas con recursos públicos mediante convenio con el gobierno nacional: la investigación y la transferencia de conocimientos, a cargo de Cenicafé o su equivalente, y el apoyo a la formación de cooperativas regionales para la compra directa del grano y la comercialización de los principales insumos. La Federación como tal se retira de la actividad comercial.

Son ideas realizables y conformes a los lineamientos conocidos del trabajo de la Misión. Los cafeteros y el país lo reclaman y no dan espera.

lunes, 10 de noviembre de 2014

hay que intentarlo...





domingo, 9 de noviembre de 2014

¿Por qué el café de Colombia es el mejor café del mundo?




El mundo ya sabe que el café de Colombia es delicioso, pero acaso, ¿locales y foráneos conocen de dónde viene este delicioso sabor? Para que puedas disfrutar mucho más tu próxima taza de café colombiano, aquí te traemos todo lo que debes saber sobre el Café de Colombia.


Ganadora Taza de la Excelencia 2014





Carmen Cecilia Montoya Patiño, caficultora del municipio de Urrao, Antioquia, fue la ganadora de Taza de la Excelencia 2014, el concurso de café más importante de Colombia.


sábado, 8 de noviembre de 2014

La caída del imperio cafetero


El Espectador
Salomón Kalmanovitz
26 de octubre de 2014

EN 1976, Héctor Melo publicó un libro titulado El imperio clandestino del café.

Portada
Allí argumentaba que la Federación de Cafeteros constituía un Estado dentro del Estado, que era dominante en todas sus organizaciones económicas, desde el Banco de la República al Ministerio de Hacienda. La llamada Escuela de Manizales había llenado muchas posiciones estratégicas de los gobiernos desde los años veinte del siglo pasado, en tanto el café proveía el 80% de las divisas (hoy es el 3,2%) que penosamente racionaba el país después de culminado el largo auge de posguerra.

Las políticas económicas eran favorables al gremio: se trataba de devaluar la tasa de cambio, sin preocuparse por la inflación; su alianza con los industriales del Triángulo de Oro, constituido por Medellín, Cali y Bogotá, concentraba el desarrollo económico en ellas, a costa de la región Caribe y del resto del país.

Si las bonanzas eran de los cafeteros, las crisis debíamos sufragarlas los contribuyentes. Los impuestos al café no entraban al cofre común sino a las arcas de la Federación, que los distribuía entre sus comités departamentales y municipales para dotarse de vías, acueductos, electricidad, educación y salud. Este reparto evidenciaba que carecíamos de democracia económica, o sea, de ciudadanos iguales frente a la tributación y al gasto, de acuerdo con la capacidad de cada cual y de las necesidades regionales representadas en el Congreso.

Tampoco éramos ni somos una democracia liberal, sino más bien un Estado corporativo en donde los gremios “conciertan” con el Gobierno para llevar sus iniciativas al Congreso. Allí, la representación surge de clientelas que organizan los mandos medios, dirigidos por una oligarquía hereditaria que se desliza por la puerta giratoria entre Gobierno y gremios.

Liquidado el pacto internacional de cuotas en 1989, la Federación tuvo que enfrentar un mundo nuevo y duro que nunca pudo descifrar; no quiso aflojar el monopolio sobre la producción y la atención al cafetero que se le había entregado durante 60 años de hegemonía. Era un mercado global de intensa competencia que exigía flexibilidad, en el que era necesario reducir costos y diversificar la oferta. Había que introducir variedades resistentes y no contar con la preferencia del mundo a favor del suave colombiano. Al tiempo que Vietnam multiplicaba su producción por diez y Brasil la duplicaba, Colombia la reducía en 50%. La Federación prohíbe al día de hoy la siembra de variedades robustas y hasta hace poco rehusaba permitir la exportación de cafés especiales, donde se concentra la demanda del público más pudiente.

La Comisión de Estudios del Café encontró situaciones de alto riesgo moral en el comportamiento de la Federación: participa comercialmente en el mercado que regula, exigiéndoles a sus competidores información con la que puede aventajarlos; recibe subsidios del Gobierno, pues la contribución cafetera no alcanza para financiar su burocracia, lo cual incentiva la toma de malas decisiones pues no tienen costo para su dirigencia; utiliza sus redes clientelistas para presionar al Gobierno a que entregue subsidios a los productores, especialmente a los más grandes, pero no tanto como para causar desórdenes, algo que aprovechó el movimiento Dignidad Cafetera para desplazarla de la negociación con el Gobierno durante el último paro. Hoy, la debilidad de la Federación permite que el Gobierno nombre a su gerente.

viernes, 7 de noviembre de 2014

La Federación Nacional de Cafeteros se moderniza


El Espectador
Marcela Meléndez. Investigadora de Econ Estudio.
23 de octubre de 2014

Hay al menos tres razones por las que impulsar la competitividad de la caficultura colombiana requiere modernizar la institucionalidad cafetera. 

La primera es que en el mundo que surge con el rompimiento del Pacto Cafetero —de competencia, variedades múltiples, mercados de nicho—, Colombia ha perdido liderazgo. La industria no se adaptó con agilidad a las nuevas condiciones del mercado, por la rigidez de políticas e instituciones que tampoco se adaptaron a la nueva realidad con la velocidad necesaria.

La segunda es que la actividad de la industria no se desarrolla en un terreno plano de competencia: hay un agente que es a la vez competidor, diseñador de políticas y regulador del mercado, que no enfrenta el mismo nivel de riesgo en sus decisiones de negocio que sus competidores porque está amparado por recursos públicos (de nuestros impuestos) y que no enfrenta las mismas obligaciones tributarias que sus competidores.

La tercera es que en el sector cafetero la política de desarrollo productivo y la política social se han confundido en la práctica y esto ha contribuido a restar efectividad a los dos tipos de intervenciones.

¿Cómo es el mundo de la Federación Nacional de Cafeteros (FNC) moderna? Es uno en que los exportadores de café quedan sujetos solamente a los requisitos generales de todo exportador y ya no tienen que registrar sus transacciones ante la FNC, su competidor en el mercado, ni ser autorizados por ella para realizarlas. Y los estándares de calidad asociados con la marca “Café de Colombia” ya no son una barrera para la exportación: todo el café colombiano que encuentra demanda puede exportarse.

La actividad comercial de la FNC moderna queda sujeta al mismo régimen tributario que el de cualquier actor privado y la FNC moderna no es responsable del diseño de la política cafetera. Interactúa, como cualquier otro actor privado, con las autoridades gubernamentales competentes para poner a consideración sus peticiones. Tampoco es responsable del diseño ni de la ejecución de la política social que se dirige a los caficultores.

La contribución cafetera se destina exclusivamente a la inversión en investigación y desarrollo para la caficultura y a financiar servicios de asistencia técnica para los caficultores. Un brazo de la FNC, independiente del brazo comercial, que opera bajo un nuevo esquema de gobierno corporativo, asume la responsabilidad de potenciarlas. Los recursos de la parafiscalidad no financian la burocracia del gremio, no sirven para apalancar su negocio privado y no están disponibles para que se haga política con ellos en las regiones.

¿Sigue la FNC moderna existiendo como gremio y como jugador en los mercados del café? Por supuesto. ¿Sigue haciéndolo desde una situación de ventaja frente a sus competidores con origen en condiciones especiales, herencia de otros tiempos? No. La FNC moderna se adapta al terreno plano de competencia para contribuir a la transformación del campo y a darle una cara distinta al país en la etapa del posconflicto.


Misión productividad y competitividad


El Espectador
*José Manuel Restrepo Abondano
1 de noviembre de 2014

Café de Colombia.

Se conocieron las primeras conclusiones de la Misión Rural que lideró José Antonio Ocampo, así como la Misión Cafetera que estuvo a cargo de Juan José Echavarría. 
Se conocieron las primeras conclusiones de la Misión Rural que lideró José Antonio Ocampo, así como la Misión Cafetera que estuvo a cargo de Juan José Echavarría.

Ambas abordan uno de los temas más complejos para el desarrollo productivo del país, como es el estado del sector rural y la urgencia de ajustes a un sector productivo que dista mucho del nivel ideal de competitividad.

Lo primero que debemos reconocer es el papel clave que ha jugado en nuestra historia y que debería jugar dicho sector agrícola y particularmente el cafetero en el desarrollo regional, en la generación de empleo y en exitosas historias locales. Aún recordamos de jóvenes las conversaciones con nuestros abuelos cafeteros sobre las dificultades que ellos tenían, o las clases de café en Colegios y Universidades. Era normal por ejemplo en una facultad de economía la clase de Economía y Política Cafetera, dada la importancia de dicho producto en nuestra economía política. En contrasentido a esta realidad, también recordamos la ausencia de una verdadera cultura de consumo de café que hizo que por años nos acostumbrásemos al “café filtrado” malo y con muy poca concentración.

La misión rural y los borradores de la cafetera tienen por lo menos tres grandes conclusiones. De un lado, la existencia de un sector que se ha venido acostumbrando a un modelo asistencialista, sin que dichas prebendas tuviesen relación directa con la productividad. En segundo lugar, el deterioro o ausencia de institucionalidad en el sector agrícola, que se demuestra en muy poco acceso a crédito, nulas posibilidades de desarrollo tecnológico, talento humano muy mal formado, entre otros asuntos. Finalmente un crecimiento en los niveles de pobreza y marginalidad rural, que tienden a pauperizar la vida campesina y desincentivarla, al punto que las generaciones más jóvenes aspiran a dejar el campo para llegar a las ciudades y si es necesario vender las parcelas o tierras que ellos heredan de sus mayores.


Curiosamente, en el sector cafetero buena parte del diagnóstico anterior no existió o por lo menos era menos evidente. La institucionalidad fue siempre fuerte a través de la Federación de Cafeteros y Comités Departamentales, en donde los productores acudían a créditos, tecnología, insumos, semillas, capacitación e incluso acompañamiento. Igualmente, el sector cafetero se sucedía en zonas bastante menos pobres, en donde incluso la propia producción motivaba mayores niveles de prosperidad. Existía eso sí un alto nivel de asistencialismo, que se soportaba en pactos nacionales o internacionales de precios, que garantizaban la compra de cosechas y con ello el ingreso medio del agricultor.

Lo que es común a todo el sector agrícola y ahora también al cafetero, es que este modelo de poca provisión de bienes, públicos y paternalista, terminó por minar la competitividad, aparte de construir una institucionalidad que monopolizó todas las funciones, en un típico ejemplo de una regulación perversa desde el punto de vista de economía política. La Federación termina compitiendo, exportando, regulando y diseñando políticas publicas, y termina siendo juez y parte de un modelo productivo. Para muchos, terminó siendo un Estado dentro del Estado.

Por el otro lado, los pequeños productores, bajo la modalidad de mercados ficticios, con precio y/o cantidad de compra garantizados, sobreviven basados en dichos privilegios, con muy poco incentivo a mejorar y más recientemente protegidos económicamente por un programa de protección al ingreso cafetero que benefició a un 10% de cafeteros, que se llevaron el 60% de dichos recursos.

La realidad es que lo que nos hace falta ahora en este sector y particularmente en el del café es una misión productiva y competitiva, que se atreva a evaluar la viabilidad rentable de dicho negocio, así como su perspectiva de futuro. Que evalúe posibilidades de darle valor agregado al mismo, que revise todo el sistema de regulación y de institucionalidad y que sin temor alguno y así reciba rayos y centellas, tenga la valentía de recomendar un curso de acción para un sector productivo que, sin los subsidios y beneficios, ve una reducción dramática de ingresos año tras año, derivada de mayores costos y menores oportunidades en los mercados internacionales, así como una reducción en la participación en los mercados del mundo.

*JOSÉ MANUEL RESTREPO ABONDANO
jrestrep@gmail.com / @jrestrp

Café amargo


El Espectador
Armando Montenegro
25 de octubre de 2014

Como se trata de documentos serios, fruto del trabajo de académicos distinguidos, las descalificaciones ligeras y acaloradas están fuera de lugar. Los afectados deberían discutir con argumentos.

¿Qué dijo la Misión en materia institucional? De la lectura del estudio realizado por Eduardo Lora, Marcela Meléndez y Mariano Tommasi queda claro que su mensaje central consiste en que la estructura actual de la Federación de Cafeteros es un vestigio de un mundo que ya no existe. Insisten en la rigidez de la entidad, los dañinos controles que impone y sus mecanismos desuetos que han terminado por convertirla en un obstáculo para el progreso de la caficultura. Por ello, Colombia, según las cifras del trabajo, ha cedido su liderazgo y, en sus palabras, “la pérdida de supremacía en los mercados internacionales es el resultado de esa dificultad de adaptación, en gran parte explicada por la rigidez de políticas e instituciones que tampoco se han adaptado a la nueva realidad a la velocidad necesaria”.

Debido al enredo y la falta de claridad de sus funciones, los autores señalan que “la FNC es una institución caracterizada por su poca transparencia... Los recursos públicos y privados son en alguna medida fungibles al interior de las contabilidades del Fondo, la FNC y las empresas de su propiedad (se pierde la noción de qué es público y qué es privado...)”. Dicen, además, que la Federación no responde a las necesidades y demandas de los cafeteros de base: “La FNC goza de una gran autonomía frente a sus afiliados, a quienes rinde cuentas apenas de forma laxa y poco transparente”. Explican por ello el vigor de la llamada Dignidad Cafetera.

A la luz de estos diagnósticos, la reforma de la Federación es inaplazable. Al respecto, las recomendaciones de establecer la libertad de exportar café y retirar los palos de las ruedas de las operaciones de los exportadores y otros agentes privados deberían llevarse a cabo en forma inmediata. Estas reformas, planteadas hace décadas, son indispensables.

El rediseño institucional que plantea la Misión, en cambio, merece discusiones adicionales. Los autores bosquejan dos interesantes esquemas alternativos para reemplazar al que hoy rige a la Federación, que seguramente evolucionarán hacia un modelo más elaborado.

El estudio, en mi concepto, no presenta la crítica que merece la parafiscalidad, un verdadero engendro constitucional colombiano que consiste en privatizar el recaudo y el manejo de recursos públicos en manos de un puñado de dirigentes gremiales, con escasa vigilancia y control por parte del Estado, sin mayor transparencia (como bien lo anota la Misión), muchas veces a espaldas o en contra de los intereses de los mismos productores que pagan los impuestos privatizados.

Una manera adecuada de manejar los recursos públicos en el marco de la parafiscalidad es exigir que el presupuesto de los gastos cafeteros (o ganaderos) se apruebe en el Congreso de la República (como el de regalías) y se ejecute por medio de contratos anuales o bianuales entre el Gobierno y los gremios. Los gastos se reconocerían únicamente contra acciones ejecutadas —pago contra entrega—, tal como recomiendan las mejores prácticas. Así no se perdería el rastro de la plata.

Superindustria protege la Denominación de Origen a “Café de Santander”


Hernando Galeano/VANGUARDIA LIBERAL
En el mercado internacional Colombia compite con 59 países productores de café y la Denominación de Origen para el grano de Santander es un valor agregado que le da competitividad.
(Foto: Hernando Galeano/VANGUARDIA LIBERAL)

Este contenido ha sido publicado originalmente en Vanguardia.com en la siguiente dirección: http://www.vanguardia.com/economia/local/276793-el-cafe-de-santander-con-denominacion-de-origen. Si está pensando en hacer uso del mismo, recuerde que es obligación legal citar la fuente y por favor haga un enlace hacia la nota original de donde usted ha tomado este contenido. Vanguardia.com - Galvis Ramírez y Cía. S.A.


Bucaramanga (Santander), 2 de septiembre de  2014.
  • La Superindustria también delegó a la Federación Nacional de Cafeteros la administración de la denominación de origen “Café de Santander” que se suma a las de “Café de Colombia” “Café de Nariño”, “Café de Cauca” y “Café de Huila”.
  • El “Café Santander” es la quinta Denominación de Origen para este producto y la novena para productos agroalimentarios que se protege en Colombia por parte de la Superintendencia de Industria y Comercio.
  • El acto de entrega se realizó en una ceremonia llevada a cabo ante los miembros del Comité de Cafeteros de Santander, durante el Programa SIC Móvil Bucaramanga que se desarrolla en esta ciudad.
 Mediante Resolución No 50042 del 25 de agosto de 2014, la Superintendencia de Industria y Comercio concedió la protección de la Denominación de Origen a “Café de Santander” y delegó a la Federación  Nacional de Cafeteros la facultad para administrar dicha Denominación así como lo hizo con “Café de Colombia”, “Café de Nariño”, “Café de Cauca” y “Café  de Huila”, que protegen intelectualmente a dichos cafés.


En el acto de entrega que se realizó en una ceremonia llevada a cabo ante los miembros del Comité de Cafeteros de Santander, y en desarrollo del Programa “SIC Móvil Bucaramanga”, el Superintendente de Industria y Comercio, Pablo Felipe Robledo, manifestó: “Reitero las palabras del señor Presidente Juan Manuel Santos, cuando el año pasado le delegamos a la Federación Nacional de Cafeteros, la administración de las Denominaciones de Origen y manifestó que este tipo de actuaciones significan un gran avance en la estrategia para el posicionamiento y para la generación de valor agregado de estos cafés regionales como lo es el Café Santander”, dijo Robledo.

Por su parte, el Director Ejecutivo del Comité de Cafeteros de Santander, Néstor Serrano, manifestó que “Esta es una nueva prueba de los beneficios de la institucionalidad cafetera, del trabajo mancomunado que hacemos extensionistas, científicos y el personal del Comité de Cafeteros y de la Federación con los productores para desarrollar estrategias de largo plazo que fortalezcan nuestra competitividad”.

El proceso para obtener la protección del “Café de Santander” como Denominación de Origen fue iniciado por la Federación Nacional de Cafeteros en 2007 con un exigente proyecto de investigación y caracterización liderado por su Centro de Investigaciones de Café (CENICAFÉ), el Comité de Cafeteros de Santander, el Servicio de Extensión del Departamento y Almacafé.

Café Santander, un café especial 

La Zona Cafetera de Santander se caracteriza principalmente por tener un sistema de producción tecnificado bajo sombra lo que permite que las temperaturas tiendan a ser más homogéneas, favoreciendo un desarrollo más lento del fruto, promoviendo acumulación de azucares y generando una cosecha concentrada que facilita la recolección homogénea de los frutos en su óptimo grado de madurez. Esta estructura del cultivo, así como sus suelos, se traducen en  que el “Café Santander” se caracteriza por tener una taza limpia y  balanceada  con cuerpo medio – alto; acidez media, con sabores dulces, herbales, frutales y con ligeras sensaciones cítricas. En su fragancia se perciben notas dulces y herbales. 

La Federación Nacional de Cafeteros representa los intereses de más de 500.000 familias productoras de café a nivel nacional. En Santander, el total de productores cafeteros suman 32.437, de los cuales, 67,26% se encuentran formalmente vinculados a la Federación. De acuerdo con registros de inscripción de las trilladoras, tostadoras y Fábricas de Café Soluble existentes en el país, al primero de diciembre de 2013, se registran en Santander 9 trilladoras, y 9 tostadoras.

Con esta decisión de la Superindustria, aquellos productores, transformadores y comercializadores que deseen usar la denominaciones de origen protegidas tanto para el “Café Santander” como para los cafés de Huila, Cauca o Nariño, deberán acudir, única y exclusivamente, a la Federación Nacional de Cafeteros, quien previa verificación técnica de las calidades del producto, otorgará la autorización de uso reflejada en el “Sello Oficial de Denominación de Origen Protegida”. Igualmente, se empodera a dicha agremiación para adelantar todas las acciones legales necesarias para proteger la reputación de estos productos que durante tanto tiempo han construido los caficultores de estos departamentos y cuyas características especiales determinó el reconocimiento.

Historia de Tradición

La tradición cafetera en Santander comienza en 1774, se dice que el Café entró a Colombia por esta región. La historia reseña a los señores Bernabé Ordoñez y Francisco Puyana quienes sembraron las primeras semillas provenientes de Venezuela y desde entonces la laboriosidad, disciplina y preocupación por la buena calidad ha caracterizado a los productores cafeteros santandereanos que han llevado este producto a ser reconocido en varias oportunidades como el mejor entre sus congéneres.

Las Denominaciones de Origen 

Las Denominaciones de Origen son signos distintivos que identifican productos reconocidos o famosos por tener una calidad o características específicas que se deben únicamente a su lugar de origen y a la forma tradicional de producirlo por parte de sus habitantes. A la fecha, la Superindustria ha declarado la protección de 21 denominaciones de origen colombianas, entre ellas, el “Queso Paipa” y el “Queso Caquetá”, así como productos artesanales tales como “Tejeduría Zenú” (famosa por su “Sombrero Vueltiao”). 

De esta manera, la protección intelectual (derechos de propiedad industrial) implica que nadie puede usar esa Denominación de Origen para identificar productos iguales o similares, cuando éstos no provengan del verdadero lugar y/o no contengan las calidades que le han dado la reputación al producto protegido. 

Para poder usar una Denominación de Origen, el productor, extractor o transformador debe solicitar la correspondiente autorización, demostrando que su producto proviene de la zona original y que cumple con los requisitos de calidad que llevaron a dicho reconocimiento. Esta solicitud debe presentarse ante la Superindustria, pero esta Entidad puede delegar esa función en aquellas entidades públicas o privadas que cumplan las condiciones que garanticen la correcta administración de la Denominación de Origen, tales como: representatividad de sus beneficiarios o la capacidad técnica para adelantar todas las acciones de control para el correcto uso de la denominación de origen. 

Las denominaciones de Origen colombianas que han sido protegidas por la Superintendencia de Industria y Comercio como autoridad de la Propiedad Industrial en nuestro país son las siguientes:


  • Café de Colombia (desde 2005)
  • Café de Nariño (desde 2011)
  • Café de Cauca (desde 2011)
  • Café de Huila (desde 2013)
  • Queso del Caquetá (desde 2011)
  • Queso Paipa (desde 2011)
  • Cholupa del Huila (desde 2007)
  • Bizcocho de Achira del Huila (desde 2012)
  • Cestería en Rollo de Guacamayas (desde 2009)
  • Tejeduría San Jacinto (desde 2011)
  • Sombrero Aguadeño (desde 2011)
  • Sombreros de Sandoná (desde 2011)
  • Tejeduría Zenú (desde 2011)
  • Tejeduría Wayuu (desde 2011)
  • Cerámica del Carmen de Viboral (desde 2011)
  • Cerámica Artesanal de Ráquira Colombia (desde 2010)
  • Mopa Mopa Barniz de Pasto (desde 2011)
  • Clavel de Colombia (desde 2011)
  • Rosa de Colombia (desde 2012)
  • Crisantemo de Colombia (desde 2012)

Geisha, la última estrella del cafetal


Ignacio Medina
El País
6 de noviembre de 2014

La planta es originaria del sur de Etiopía, pero fueron los cafetales latinoamericanos los que le dieron fama y fortuna.


Antonio Pitty cultiva plantas de geisha en Panamá. /  Alberto Lowe (REUTERS)
Lo mires por donde lo mires, el geisha no es un café al uso. Ni la planta ni el resultado resisten la menor comparación. En su primera aparición en público —una cata durante la convención de la Asociación de Cafés Especiales de EE UU (SCAA), en 2004— más de uno descalificó la muestra. "No sabe a café", dijeron. Hubo críticas de algunos y llamó la atención de otros. Más bien parecía un té: ligero, con poco cuerpo y suave, mostraba aromas florales hasta entonces desconocidos en un café y notas cítricas muy definidas. Para hacerlo más breve: elegante, delicado y muy, muy perfumado.

Es la última estrella del café, se llama geisha y nació en la región de Gesha, al sur de Etiopía, donde todavía se puede encontrar, aunque debió esperar a crecer en los cafetales latinoamericanos para hacer fama y fortuna. Su condición de planta de porte alto, más complicada de manejar, y su bajo rendimiento —puede llegar a producir la quinta parte de lo que ofrecen otras variedades— nunca estimularon el cultivo. Ni siquiera cuando llegó a un centro de investigación en Turrialba, Costa Rica, en 1952. Tampoco en Panamá, donde creció durante cuarenta años sin que nadie le prestara demasiada atención.

Aquella muestra sometida a cata por la SCAA procedía de un lugar de la cordillera central panameña llamado Boquete, en Chiriquí, donde fue introducido en 1963 por Pachi Sarracín, entonces director técnico de Hacienda La Esmeralda y luego fundador de Don Pachi Estate. Hasta entonces, sólo era una de las variedades llegadas a Panamá en la búsqueda de plantas resistentes a la roya, una enfermedad que bloquea la planta durante tres cosechas. Ese día, la historia dio un giro radical.


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Desde entonces, la comunidad cafetera tiene un ojo puesto en Panamá y el otro en las dos subastas electrónicas que se organizan cada año bajo el lema "The Best of Panamá". La última, celebrada el pasado mes de agosto, entronizó el café en verde obtenido por Mama Cata en la finca Cantares, en Volcán, una de las zonas productoras de Chiriquí. El lote ganador cotizó a 150 dólares la libra (453,59 gramos); algo más de 330 dólares por kilo. La cifra puede parecer estratosférica, pero se queda corta. El record absoluto —350,25 dólares por libra— lo tiene desde julio de 2013 un café natural de Hacienda La Esmeralda. Saza Cofee (Japón) y Haya Gourmet (Taiwan) compartieron el derroche.

Los geishas panameños tienen sus principales mercados en Taiwán, Japón, Corea, Australia y Estados Unidos, aunque algunas marcas extienden sus mercados. Una de las pioneras, Don Pachi Estate, creada por Pachi Sarracín y gestionada por su hijo Francisco, exporta a 27 países. Entre ellos Japón, donde es proveedor de la familia imperial.

Panamá concentra su producción de geisha en la provincia de Chiriquí. Son 450 hectáreas, repartidas por Boquete, Volcán, Renacimiento y Cerro Punta, las que proporcionan las mejores referencias: Don Pachi Estate, Hacienda La Esmeralda, Mama Cata, Elida Estate, Finca Auromar —el Camilina de este año tiene vida propia—, El Burro Raíces, Carmen Estate y Finca Hartmann. Son el principio de una fiebre que empieza a contagiar Latinoamérica. Ecuador, Costa Rica, Colombia, Perú y Jamaica le han hecho un hueco en sus cafetales. No consiguen las mismas calidades que los panameños, pero abren la puerta a un mercado que empieza a hablar nuevos lenguajes: microlotes, cafés especiales, origen, finca, productor...

Los precios marcan el camino de la exportación. Hasta hace un año, era complicadísimo encontrar una taza de geisha en Ciudad de Panamá. El compromiso de la nueva hornada de cocineros panameños con la despensa local deriva hoy pequeñas partidas hacia restaurantes y cafés. La principal referencia es Unido (Edifico Le Mare, Coco del Mar y American Trade Hotel, en el Casco Viejo, ambos en Ciudad de Panamá), el café de Alberto Bermúdez y Mario Castrellón. Para trabajar el geisha hay que entender la naturaleza de un café que exige el trato sutil y respetuoso propio de las infusiones. Todo lo alejaba de la cafetera exprés hasta que en Unido equivocaron un tostado y trasladaron a un espresso la magia floral de la gran estrella cafetera.


¿Podrá Santos aplicarle el TLC al café?




Intervención del senador Jorge Enrique Robledo en la sesión de la Comisión Quinta del Senado, a propósito del Informe Echavarria sobre café, 5 de noviembre de 2014.