lunes, 18 de marzo de 2013

En el centenario de José A. Morales


Tiple, canto y protesta

El Espectador
17 de marzo de 2013
Fernando Araújo Vélez

Con una serie de actividades que incluyen conciertos y exposiciones iconográficas, Santander celebra su vida y obra.

José A. Morales
Fue él, debió ser él quien llegó con el alma enferma de sufrimiento y le pidió un aguardiente a una tal señora doña Rosario, una tarde-noche cualquiera más de 50 años atrás. Fue él quien le contó su historia mientras se fumaba un tabaco de esos baratos, con uno y otro y otro trago, y confesó que otros, los otros, los otros de arriba y de siempre y de la aristocracia, no sabían lo que era la vida cuando se llevaba “plena de odio y olvido”. Fue él quien cantó “Hoy que vuelvo a tus lares trayendo mis cantares / y con el alma enferma de tanto padecer / quiero pueblito viejo morirme aquí, en tu suelo, / bajo la luz del cielo que un día me vio nacer”.

Fue él, José A. Morales, quien decía y cantaba: “Ayer me echaron del pueblo por que me negué a jirmar, / la sentencia que el alcalde a yo me hubo de implantar, / por que tuve con mi mano al patrón que castigar, / cuando quiso a mi jamilia, quiso a mi jamilia llegármela a irrespetar”. Fue él quien concluía y denunciaba “Por que uno es probe y carece, / de jincas como el patrón, / tan creyendo que por eso, / también nos jalta el honor. / Entonces hay que enseñarles, que en cuestiones del amor, / tuiticos semos iguales, y tenemos corazón”.

Sus personajes eran él, fueron él. Él y sus tristezas, él y su humildad, él y su inconformismo, él y sus amores. Sus biógrafos dijeron que había nacido el 19 de marzo de 1913 en El Socorro, Santander, y que falleció en Bogotá, el 22 de septiembre de 1978. Que comenzó componiendo canciones ligeras y tangos, que su primer gran maestro fue José de Jesús Vargas, y que de su mano y de la mano de otros músicos empezó a crear en ritmos de pasillo y de bambuco. En los años 50 se alió con Darío Garzón y Eduardo Collazos, y con ellos, y por ellos, con el sello de Sonolux como plataforma, José A. Morales compuso por aquellos tiempos y en los 60 Pueblito viejo, María Antonia, Ayer me echaron del pueblo, Perdón y olvido, Cenizas al viento, Yo también tuve 20 años, Campesina santandereana, y decenas de canciones más que surgieron del campo y de la montaña santandereanos, que eran del pueblo y para el pueblo.

Él escribía y creaba y una vez cantó en un disco que se tituló Canta un tiple. Garzón y Collazos, y luego Javier Solís, y Silva y Villalba, y María Dolores Pradera, y más tarde Raphael, y otros tantos, interpretaban sus obras, que se multiplicaban en cientos de voces e incluso en una película de 1982, dirigida por Jorge Gaitán, Ayer me echaron del pueblo.

“A partir de la nostálgica letra de la canción que la inspira —decía la sinopsis—, ilustra la historia de una familia que se ve obligada a abandonar el campo y huir hacia la gran ciudad, debido a las presiones de un poderoso terrateniente que los despoja de sus tierras. Vencidos por las dificultades que les presenta la difícil supervivencia, abocan el destino trágico de muchos desplazados: el hombre, del subempleo a la delincuencia; la mujer, del servicio doméstico a la prostitución, y los hijos a la tormentosa vida de los niños de la calle”.

El pueblo, y su pueblo, El Socorro; los campesinos y el campo; las injusticias; la nostalgia de lo que había sido y no volvería a ser... La vida, en fin, la vida de todos los días seguía siendo su tema. La vida de las pequeñas cosas. Como escribió Egberto Bermúdez en la revista Credencial: “Su temática recordaba otros textos de canciones que tocaban la situación del campo colombiano, que atravesaba un profundo proceso de cambio, y denunciaba en un lenguaje directo y lleno de giros campesinos las injusticias de la aún no superada condición servil del campesino de muchas regiones del país”. El proceso de cambio en el campo prosiguió su marcha, más allá de las denuncias de Morales y de algunos otros. Su estilete rasgaba, pero no alcanza a herir. Sus canciones eran himnos cantados y repetidos en miles de tabernas por los años de los años, pero se convirtieron más en fiesta que en puñal. Morales cantaba sus penas y sus protestas, pero esas penas y esas protestas terminaban diluidas en alcohol, y con los años acabaron enterradas. La publicidad, la industria de los discos, los nuevos grupos, el made in Usa y sus dólares, las influencias foráneas, el mercadeo, los registros de sintonía, el dinero que todo lo compra, incluidos los programadores de las emisoras, el olvido de las raíces en escuelas y conservatorios, el complejo de inferioridad, el sistema y sus intereses y los intereses del poder, el olvido programado y la eterna indiferencia las enterraron.


 


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