Fuente: Xavier Aldekoa, blog de África
Su primer día de vida definió a Siphiwo Ntshebe. En la Sudáfrica del apartheid, cuando no había mucha esperanza para los bebés prematuros negros, sus padres celebraron su irrupción anticipada y sus ganas de vivir con un nombre premonitorio: Siphiwo significa regalo o don en lengua xhosa. Aquel recién nacido se aferró con fuerza a su destino desde el principio. Con apenas cinco años, Ntshebe acompañaba a su madre a su lugar de trabajo, donde escuchaba absorto y durante horas piezas de ópera y música clásica. Al volver a su casa en Port Elizabeth, imitaba esas canciones de voz líquida y notas doradas para los invitados de sus padres. Aquel pequeño soñaba en voz alta que algún día cantaría ante el mundo entero. Estaba a unos días de cumplir su anhelo. Sudáfrica le había escogido para actuar en la ceremonia inaugural del próximo Mundial de fútbol que echará a rodar el 11 de junio. Pero el destino le reservaba una jugarreta cruel. El pasado lunes (24 de mayo), tras una semana de cuidados en el hospital, Siphiwo Ntshebe murió a causa de una meningitis. La noticia heló por unos instantes la alegría que se vive estos días en un país ansioso porque empiece la primera Copa del Mundo en suelo africano. Ntshebe estaba considerado como una de las figuras más prometedoras de la ópera y un embajador de la nueva Sudáfrica que nació bajo el abrigo de Nelson Mandela. Hace unos años, el propio Mandela lo agasajó con una cariñosa carta y le estrechó su mano para subrayar que Ntshebe ya era un símbolo nacional. En la misiva, el héroe antiapartheid se hacía eco de los aplausos internacionales recibidos por el tenor. “Apreciamos tu esfuerzo y estamos muy orgullosos de enseñarle al mundo a un joven sudafricano con tanto talento que, a pesar de las dificultades del pasado, ha escogido trabajar duro por un futuro mejor. Nos haces sentir orgullosos de tus habilidades”, escribió Mandela.
La referencia al trabajo duro de Madiba hacía justicia a la biografía de Ntshebe. A pesar de su talento innato y precoz –fue un vecino quien le puso el nombre de “Pavarotti negro” al escuchar sus ensayos de crío en el jardín-, no tuvo fácil abrirse paso al estrellato. De la mano de su admirado abuelo, un reverendo en una barriada a las afueras de Eastern Cape, actuó en pequeñas iglesias y pequeñas óperas locales. Hasta la adolescencia no tuvo la posibilidad de desarrollar su talento musical. A los 16 años, un cazatalentos se quedó prendado de su voz y le ofreció una beca para unirse a la coral de la Universidad de Ciudad del Cabo. De nuevo, Ntshebe se aferró con las dos manos a su oportunidad. Al poco, se hizo merecedor de otra beca para un programa de jóvenes artistas en Australia –fue el primero de su extensa familia en viajar al extranjero, recordó una vez- y, en 2004, dio el salto: ganó una plaza de posgrado para estudiar en el prestigioso Royal College of Music de Londres y, al acabar, actuó ante personalidades como la Reina de Inglaterra, Desmond Tutú o el propio Mandela. El 11 de junio, quería presentar ante el mundo la canción que abre su disco debut: “Hope” (esperanza).
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