viernes, 18 de junio de 2010

Saramago dice adiós



Azinhaga, Ribatejo, Portugal, 16 de noviembre de 1922
Tías, Lanzarote, Islas Canarias, 18 de junio de 2010

Residía en Lanzarote desde 1991 tras autoexiliarse como acción de protesta contra la decisión del Gobierno de Aníbal Cavaco Silva, hoy presidente de la República de Portugal, de vetar su nombre como candidato al Premio Literario Europeo.

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Saramago se extingue en Lanzarote

"La vida es como una vela que va ardiendo, cuando llega al final lanza una llama más fuerte antes de extinguirse. Creo que estoy en el período de la llamarada antes de extinguirme"

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- ¿De verdad no piensa usted nunca en la muerte?

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Cuando nací, la esperanza de vida en mi aldea era de 33 años. A los 17 años tuve por primera vez la conciencia de que uno tiene que irse. ¡Lo viví con un pánico total! Iba por la calle y me caía esa idea como una guillotina sobre la cabeza. Me paraba y exclamaba: "¡Coño, coño, me tengo que morir!". Pero, tal como llegó, esa obsesión se fue. Y, con 84 años, no pienso en ello. Hay que desdramatizar, comprendo que es un disgusto para la familia, pero qué quiere usted que hagamos. Como tengo salud, vivo como si tuviera 75 años, que es una edad estupenda. A veces, como 62, que tampoco está mal.

- ¿Y qué le parece su vida?

- Un milagro... si existieran. Soy autodidacta. Mi familia no tenía medios. Ejercí de cerrajero mecánico durante cerca de dos años, con el clásico mono azul, y muchos otros oficios. Mi educación literaria se ha hecho en las bibliotecas públicas, porque en mi casa no tenían un solo libro, mi madre era analfabeta. Nada apuntaba a que yo pudiera tener la trayectoria que he tenido. Escribí una novela a los 25, y luego nada más hasta que, pasados los 50 años, perdí mi trabajo de periodista en el "Diário de Notícias" y decidí que era el momento de consagrarme a la escritura. Cuando me preguntan por qué pasé tantos años sin escribir, respondo sinceramente que no tenía nada que decir.

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La muerte es la inventora de Dios

Hay quien me niega el derecho de hablar de Dios, porque no creo. Y yo digo que tengo todo el derecho del mundo. Quiero hablar de Dios porque es un problema que afecta a toda la humanidad"

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Dios es el silencio del universo

"Tocan las campanas porque pasa un teólogo", dijo con su habitual sentido del humor Saramago. "No", le contesté en el mismo tono, "repican las campanas porque un ateo está a punto de convertirse". "Eso nunca", me respondió. "Ateo he sido toda mi vida y ateo moriré". De inmediato recordé una poética definición de Dios que le recité sin vacilación: "Dios es el silencio del universo, y el ser humano, el grito que da sentido a ese silencio". "Esa definición es mía", reaccionó enseguida el premio Nobel. "Efectivamente, por eso la he citado", le contesté. "Y esa definición está más cerca de un teólogo místico que de un ateo"

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En lucha titánica con Dios

Saramago compartió con Nietzsche la parábola de Zaratustra y el apólogo del Loco sobre la muerte de Dios y quizá pudiera poner su rúbrica bajo dos de las afirmaciones nietzschianas más provocativas: "Dios es nuestra más larga mentira" y "mejor ningún dios, mejor construirse cada uno su destino". Quizá coincida también con Ernst Bloch en que "lo mejor de la religión es que crea herejes" y en que "sólo un buen ateo puede ser un bueno cristiano, sólo un cristiano puede ser un buen ateo". Su vida y su obra fueron una lucha titánica con Dios a brazo partido que terminó en tablas, sin vencedor ni vencido.

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Saramago dice adiós

Aunque el ateísmo de Saramago tiene sus matices, según deja ver en la misma entrevista: "Ateo es sólo una palabra. En el fondo, estoy empapado de valores cristianos, y es verdad que algunos de estos valores coinciden con valores de humanismo. Los acepto. Ahora bien, todo lo que tiene que ver con la creencia en un Dios superior y eterno, que un día me condenará, me parece una chorrada". "Dios, el demonio, el bien, el mal, todo está en nuestra cabeza, no en el cielo o en el infierno, que también inventamos. No nos damos cuenta de que, habiendo inventado a Dios, inmediatamente nos esclavizamos a él", afirmó Saramago.

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Blog de Saramago

Creo que en la sociedad actual nos falta filosofía. Filosofía como espacio, lugar, método de reflexión, que puede no tener un objetivo concreto, como la ciencia, que avanza para satisfacer objetivos. Nos falta reflexión, pensar, necesitamos el trabajo de pensar, y me parece que, sin ideas, no vamos a ninguna parte.

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Exigencia estética y compromiso ético

José Saramago era el más hispano de los escritores portugueses contemporáneos. En eso, aunque sin cambiar de lengua, seguía una larga línea que incluye a autores clásicos como Jorge de Montemayor o Gil Vicente. De un verso de este último, precisamente, había sacado el premio Nobel el título de la novela en la que trabajaba hasta que la enfermedad lo dejó sin fuerzas. Alabardas, alabardas, espingardas, espingardas, de la que llevaba escritas unas 30 páginas, es una reflexión sobre el tráfico de armas a través de la historia de un empleado de una fábrica de armamento.

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Odio teológico contra Saramago

Es evidente que las inolvidables novelas del Nobel portugués tienen la capacidad de absorber al lector "en cuerpo y alma", despiertan su espíritu crítico y, al mismo tiempo, las emociones y la fantasía, incluso ante temas sobre los que la Iglesia jerárquica pretende ejercer un monopolio vigilante, si el órgano oficial del presunto Vicario de Cristo en la Tierra ha sentido la necesidad irrefrenable de vomitar a tambor batiente un vade retro! de injurias incoherentes, con el cuerpo aún caliente, en vez del requiescat in pacem canónico.

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