El poeta, ensayista, novelista y traductor colombiano, oriundo de Padua, Tolima, William Ospina, está considerado como uno de los poetas y ensayistas más destacados de las últimas generaciones de escritores de Colombia.
En el año 2005 publica la primera novela de una trilogía cuyo título es "Ursúa", en la que aborda la historia de Pedro de Ursúa, conquistador español fundador de la ciudad colombiana de Pamplona. A esta novela le sigue "El País de la Canela", obra recientemente publicada por editorial Norma y donde cuenta el descubrimiento del río Amazonas y finalizará con "La Serpiente sin ojos"
La revista cultural Arcadia, en su número de noviembre, publica una entrevista con William Ospina. En ella, llama la atención una respuesta a una pregunta que le hace el historiador Leonardo Moreno, y donde viene a decir palabras más, palabras menos, que cuando como colombianos, latinos, europeos o lo que seamos, aceptemos nuestro pasado, nuestro componente europeo, indígena, negro, etc, viviremos mejor y nos reconciliaremos con los otros y con nosotros mismos.
Creo que coincide plenamente con una posición Realista Existencial, donde plantea que "partir de una aceptación gozosa supone darnos cuenta de que la única forma posible de existir de los otros y de nosotros es siendo como son, siendo como somos. Si me alegra que existan los demás, me alegra también que sean como son, pues de otro óvulo y otro espermatozoide no habría existido ninguno de los que existimos".
Aquí la respuesta de Ospina a la pregunta de ¿qué papel tendrían la literatura y la historia en el desarrollo de la identidad y de la memoria históricas?
(...) "Nuestra memoria es excesivamente selectiva y excluyente. Ciertas cosas las recordamos mucho y otras no las recordamos en lo más mínimo, y eso no solo deja por fuera sectores de la sociedad que son muy importantes sino que deja por fuera partes de nuestro propio ser, porque nosotros somos irrenunciablemente toda esa memoria. Nuestra memoria tendría que ser compleja, no creo que podamos renunciar a nuestro componente europeo, es tan rico, es tan complejo, es tan maravilloso pertenecer a él… Pero no creo que debamos renunciar a nuestro componente indígena, creo que marca una diferencia, una originalidad en el diálogo con el mundo que es importante. Si echamos a andar una reflexión compleja sobre nuestro pasado, que no pretenda que lo indígena deba borrar lo europeo ni que lo europeo tiene que borrar lo indígena, ni que lo africano tiene que vengarse de todo lo demás, sino entender esa complejidad como una riqueza: viviremos mejor y crearemos un espacio verdadero de reconciliación no solo con los otros, sino con nosotros mismos"
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