sábado, 22 de febrero de 2014

Un pequeño olvido


El Espectador
Diana Castro Benetti
21 de febrero de 2014

Resulta difícil existir pero no debería serlo. 

Inventamos roles y vamos remodelando las máscaras para hacernos más difícil lo que puede ser fácil. Es difícil, por ejemplo, ser empleado, amigo o gerente y empresario. Es difícil ser madre, hija o directora. Es difícil expresar el talento o ajustarse a la norma. Muy difícil resulta ser la sonrisa, una amargura o la ausencia. Más difícil aún es servir a muchos como para algunos lo es mantener el camino de la ética. Resulta arduo llenarnos de títulos y luego vivir los conceptos. Más difícil resulta cargar con las opiniones que no son las nuestras o las acciones recordadas desde un pasado distante. Soñar el futuro siempre será cosa de insuperables imaginarios como todas las utopías.

Pero lo que realmente resulta muy complejo es soltar el peso de lo que atiborra para darle cabida a la sencillez. Vivir sin pretensiones o en un mundo de lo suficiente, de lo simple, de lo apenas necesario, es la más ardua tarea para quienes se han decidido por otros itinerarios. Muy difícil resulta decir no a los lujos, a las ventas, a los ofrecimientos superfluos o a lo soñado en forma de amores fáciles, de riquezas rápidas o de poderes de ostentación.

Hoy es de lo más difícil vivir despacio y cocinando a fuego lento. Es difícil darle tiempo a las miradas de los hijos o a los abrazos de los amigos. Es difícil entrar en el tiempo de la escucha del alma de un desconocido y más difícil aún percibir los sonidos del viento en cualquier bulliciosa ciudad. Y todos los días resulta más espinoso aún estar del lado de lo frágil, lo débil, lo flexible o lo sincero. No debería ser complejo. Pero lo es.

Mundo moderno hecho al gusto de un caminar presuroso y a la medida de la complejidad de cada cual. 

Excitante, intenso, agresivo y con brillo de lentejuelas, ofrece los obstáculos y los desafíos a la moda de la temporada para que cada quien escoja el vértigo de su mejor talla. Pequeños mareos y dolorosas ataduras que hoy hacen difícil lo fácil. Una vida que de cotidiano sólo tiene la ilusión y casi siempre la irrealidad y el delirio. Así, nos fuimos alejando de lo corriente y lo común, de lo cierto y de lo poco para dejar que el mundo agarre el atajo de lo rápido y veloz, del exceso y los originales escándalos.

Pero de entre todas las dificultades hay una que tenemos bien escondida en el rincón de la genética o detrás de toda membrana celular. Casi como en un reino lejano y mágico, se nos olvidó ser simples y serenos pero, por encima de todo, se nos olvidó ser inofensivos los unos para los otros.


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