jueves, 6 de febrero de 2014

Fedecafé: ¿café vs. árboles?


El Espectador
Juan Pablo Ruíz Soto
4 de febrero de 2014

Toda crisis deja lecciones y esta, profunda y estructural, que vive la caficultura colombiana debe llevar a un acto explícito de contrición por parte de la Federación Nacional de Cafeteros (FNC). 

café bajo sombra
Hace cuarenta años, cuando recorríamos el Eje Cafetero, se observaba un lindo y continuo bosque que ondulaba sobre las fuertes pendientes. Debajo del denso bosque crecía el café arábigo no modificado, cuyas plantas se cargaban con lindas y grandes pepas rojas que una vez procesadas se convertían en el mejor café del mundo. Pero llegó la roya y la fiesta bajó su volumen. En su afán por incrementar la producción, la FNC impulsó el café caturra a plena exposición solar, una variedad de arábigo resistente a la roya, que se sembraba en mayor densidad y producía más café por hectárea. Mágico; usando la misma área, aumentaría el volumen de producción y exportaríamos más café.

La fiesta parecía recomponerse y la FNC se convirtió en un deforestador de oficio. El cultivo que ellos llamaban “café tecnificado” exigía renovar las plantas de café, sembrar caturra y tumbar los árboles que daban sombra: “Si no tumba los árboles, no hay crédito para la tecnificación”, decían los técnicos de la FNC. El paisaje de bosque ondulado cambió por el de surcos de plantas de caturra. Mientras en Colombia se imponía el “café tecnificado”, intensivo en agroquímicos, el mercado mundial empezó a valorar los cafés especiales, entre ellos el orgánico y los amigables con la biodiversidad.

En el Eje Cafetero el paisaje se empobreció: los suelos se degradaban, aparecían cárcavas de erosión mientras árboles, pájaros, insectos y frutales desaparecían, para dar paso al monocultivo de “café tecnificado”. Por el costo de los agroquímicos, las utilidades también empezaron a desaparecer. Entonces, la FNC desarrolló la variedad Colombia, promoviéndola como resistente a la roya. Pero llegó la broca, que atacaba más fuerte al café sin sombra. El café colombiano perdía precio, mientras los cafés certificados ganaban precio y mercado.

Y llegó el cambio climático con climas extremos. Las lluvias torrenciales, al no encontrar la barrera de los árboles, impactan con fuerza el suelo y lo arrastran, acelerando la erosión. En la época seca, la carencia del sombrío estresa aún más las matas de café, que sufren expuestas al sol.

Ante el cambio climático y la dinámica de los mercados, la FNC tiene que cambiar su enfoque. El café con sombrío que combina árboles y otros cultivos es un ecosistema resiliente, más propicio para adaptarse al cambio climático, que protege suelos, evita la erosión y recupera la biodiversidad. La FNC, con un proyecto de café y biodiversidad, empieza a dar sus primeros pasos. Los subsidios deben cambiar y ser mayores para quienes están reconstruyendo el paisaje cafetero y protegiendo su suelo; no para quienes lo están destruyendo. El paisaje cafetero es patrimonio de la humanidad y el turismo se proyecta como la principal actividad económica donde, además del café, los turistas vienen a ver pájaros y biodiversidad; no cárcavas de erosión.

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