miércoles, 28 de agosto de 2013

La cruz de Boyacá



El Espectador
Eduardo Barajas Sandoval
26 de agosto de 2013


Hay Estados que descuidan regiones enteras y las abandonan a su destino, como si fueran parte de otro país.

Ahora, la historia le ofrece otra oportunidad a través de un nuevo reto, de aquellos que han permitido en otras partes la revelación de grandes estadistas: reconstruir el tejido social de Boyacá y configurar un orden de democracia económica que sirva de modelo para todo el país y que permita que los campesinos sean socios de la empresa del desarrollo, en lugar de jugar el papel de sumisos segundones bajo un modelo que los menosprecia y les cierra las puertas. En ese empeño deberían ayudar tantos boyacenses que con experiencia y talento triunfan en otras partes, pero mantienen un pedazo de alma en la tierra noble que los vio nacer.  El Presidente, que recuerda con emoción cómo su padre nació en Tunja, debería convocarlos para dar conjuntamente con ellos una buena muestra de liderazgo. 


Si el problema se trata bajo los esquemas tradicionales de ir a ofrecer raciones de caridad o préstamos para que todo siga igual o peor, sin dar opciones para que la gente se dedique a nuevas actividades, y se pueda conectar mediante asociaciones de pequeños cultivadores con los mercados internacionales, cuyas bondades tanto se pregonan, Boyacá tendrá que seguir con su cruz a cuestas y puede ser el semillero de problemas mayores, que recibirán como herencia generaciones y gobiernos futuros.

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