El Espectador
Laura Juliana Muñoz
3 de julio de 2013
Los bosques posibilitan el suministro de agua, y de ella depende la mayor parte de la generación de energía eléctrica en Colombia. En esta entrega de Bibo se presenta la importancia de este vínculo para el país y sus principales desafíos.
El Parque Natural Chingaza, Cundinamarca, es una de las principales reservas de agua del país. / Fotos: Oscar Pérez - El Espectador |
Cuando alguien en Colombia enciende la luz de su habitación, prepara un jugo en la licuadora o simplemente navega unos minutos por internet está disfrutando de una de las principales riquezas del país: el enorme potencial hídrico que hace posible la generación de energía hidroeléctrica. Pero sacar provecho de esta energía no sería posible sin otro aliado ecológico fundamental: los bosques, encargados de regular el ciclo del agua.
Los bosques contribuyen en primer lugar a aumentar las tasas de precipitación, ya que los árboles, como parte de su ciclo vital, transportan agua desde las raíces hasta las hojas. Una vez allí, y por efecto del fenómeno conocido como transpiración, las moléculas de agua escapan hacia la atmósfera. Al condensarse en pequeñas gotas que flotan en el aire, alimentan a las nubes y más tarde vuelven en forma de lluvia sobre la superficie terrestre.
Colombia es uno de los diez países con mayor precipitación del mundo. Según el Banco Mundial, ésta alcanza 2.600 milímetros de lluvia al año. El rol de los bosques en este ciclo hídrico se completa al recoger el agua y repartirla por todo el ecosistema. En un suelo erosionado el flujo de agua desbordaría los ríos.
De acuerdo con Guillermo Santos, del subprograma de investigación de Parques Nacionales Naturales (PNN), los bosques garantizan el recurso hídrico porque protegen los afluentes de los ríos y generan unos microclimas que hacen que la humedad se concentre en ellos y que el agua pueda fluir a través de esa estructura y llegar a los ríos. En un terreno sin árboles el viento corre y se lleva la poca humedad que pueda haber, mientras que los bosques atrapan el aire y la humedad que viene con él.
En términos energéticos, la mayoría del agua aprovechable viene de las montañas, lo cual facilita su almacenamiento en las represas de las centrales hidroeléctricas. Cuando se abren las compuertas subterráneas, el agua cae por efecto de la gravedad sobre unas turbinas que empiezan a girar. Luego, los transformadores convierten ese movimiento en energía eléctrica. De ahí, por medio de las redes de transmisión, la energía llega a los hogares e industrias colombianos.
Los ecosistemas de montaña, como los bosques de niebla y los páramos, otorgan grandes beneficios a los embalses. Además de regular el flujo del agua, recogen las pequeñas gotas de la neblina a través de una vegetación especializada (por ejemplo, con pelos en las hojas o cubierta de musgo). Luego el líquido desciende de la montaña y forma ríos que hacen posible llenar los embalses. La cobertura vegetal también evita la erosión del suelo y que el agua transporte así sus materiales sólidos. Esto disminuye la sedimentación en los embalses, que puede dañar sus turbinas y restarles capacidad de almacenar agua.
De acuerdo con un estudio del King’s College de Londres, publicado este año en la revista científica Ecosystem Services, los bosques de niebla son los responsables de filtrar cerca de la mitad del agua superficial disponible en las cuencas de represas tropicales.
Otra razón por la cual estos bosques juegan un papel clave en la generación de energía es la precipitación que atraen, un 43% más alta que la lluvia promedio en estas cuencas.
El agua realiza un viaje de múltiples paradas antes de llegar a los hogares colombianos a través de nubes, bosques, montañas, ríos y represas. Si ese camino se interrumpe también se detendrá el flujo del 77% de la energía eléctrica que mueve al país.
Es por esto que la deforestación constituye un problema que debe preocupar a todos los ciudadanos y todos los sectores económicos. Sin bosques saludables, el ciclo del agua, y por lo tanto todo el ciclo de la vida en un ecosistema, se ve alterado. De acuerdo con un informe del Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam), en el año 2005 había 60’213.607 hectáreas de bosques en Colombia. En 2010 ya se habían perdido 1’191.803 hectáreas. Es decir que hubo una deforestación al año de 238.361 hectáreas, un área cercana al tamaño del departamento del Atlántico. Las zonas más afectadas fueron los Andes y la Amazonia.
Las causas de la pérdida de bosques en el país son principalmente la expansión de la frontera agrícola y la colonización, seguidas por la producción maderera no sostenible, el consumo de leña, los incendios forestales y los cultivos de uso ilícito. El aumento de la deforestación también va de la mano del aumento de la población con patrones de consumo cada vez mayores, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). A pesar de que casi la mitad del territorio terrestre de Colombia está cubierto por bosques, si éstos se siguen degradando escasearán los recursos hídricos.
* Con asesoría de Javier Sabogal, oficial de Políticas de Cambio Climático y Energía, y Juliana Correa, consultora, de WWF.
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