No se curó, solo sehizo escritora
El País
04 de mayo de 2012
Javier Rodríguez Marcos
Lo importante de Anne Sexton no es que se tomara dos vodkas y, con un tercero en la mano, se pusiera el abrigo de piel de su madre, se encerrara en el garaje, encendiera la radio y pusiera en marcha el motor del coche.
Lo importante no es que sus poemas hablen de la menstruación y la masturbación, del odio a los hijos y del amor por ellos, de la cárcel que puede llegar a ser una casa (vale decir, hogar).
Ni que escribiera: “Muy serena en los cócteles, / mientras que en mi cabeza / estoy experimentando una operación a corazón abierto”.
Lo importante no es que el psiquiatra le recomendara que escribiera poemas y terminara ganando el premio Pulitzer. Y siendo jurado del premio Pulitzer.
Ni su fascinación por Sylvia Plath.
Ni que la aparición en España de la Poesía completa de Plath (Bartleby Ediciones.
Traducción de Xoan Abeleira) coincidiera con la publicación de su libro del Pulitzer, Vive o muere (Ediciones Vitruvio. Traducción de Julio Mas Alcaraz).
Ni que las dos tomaran martinis en el Ritz de Boston.
Ni que José Luis Gallero incluyera a ambas en su antológica Antología de poetas suicidas (Árdora).
Lo importante de Anne Sexton no es que avisara: "Mis admiradores creen que me he curado; pero no, sólo me he hecho poeta".
Lo importante es que escribiera poemas como Coraje, incluido en la poesía completa de Anne Sexton que la editorial Linteo publicará próximamente en traducción de José Luis Reina Palazón. Lo cuenta él mismo en el último número (¡el 101-102!) de la impagable revista Turia, que en sus 500 páginas incluye siete poemas de Sexton muy bien presentados por su traductor.
Anne Sexton
CORAJE
Es en las pequeñas cosas donde lo vemosEl primer paso del niño,
tan imponente como un terremoto.
La primera vez que vas en bicicleta,
tambaleándote por la acera.
La primera paliza cuando tu corazón
fue de viaje todo solo.
Cuando te llamaron llorón
o pobre o gordo o loco
y te hicieron un extraño,
cuando bebiste su veneno
y lo ocultaste.
Más tarde,
cuando miraste a la muerte de bombas y balas
no lo hiciste con una bandera
lo hiciste sólo con un sombrero, para
cubrir tu corazón.
Tú no has acariciado la debilidad en ti
a pesar de que estaba allí.
Tu coraje fue un pequeño carbón
que has seguido tragándote.
Si te ha salvado tu compañero
y murió haciéndolo
entonces su coraje no fue coraje,
fue amor; amor tan simple como jabón de afeitar.
Más tarde,
si tú has soportado una gran desesperación,
lo hiciste solo,
en tus venas corría el fuego,
quitándote la costra de tu corazón,
estrujándolo como un calcetín.
Después, hermano mío, has espolvoreado tu pena,
le has dado un masaje de espaldas,
la has tapado con una manta,
y cuando ha dormido un ratito
despertó a las alas de las rosas
y estaba transformada.
Después
cuando llegues a la vejez y a su conclusión natural
tu coraje se mostrará en pequeñeces,
cada primavera será una espada que tú afiles,
aquellos que tú ames vivirán en una fiebre de amor,
y tú regatearás con el calendario
y en el último momento
cuando la muerte abra la puerta trasera
te pondrás tus pantuflas de felpa
y te irás.
(Traducción de José Luis Reina Palazón)
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