miércoles, 19 de septiembre de 2012

Café, ganadería y ambiente


Por: Juan Pablo Ruiz Soto
El Espectador
18 de septiembre de 2012

En un reciente viaje a la zona cafetera, visité la finca de un excafetero que ahora es ganadero y estableció sistemas silvopastoriles, es decir, tiene árboles en sus potreros.

Aún está viva su indignación con la Federación Nacional de Cafeteros (FNC) por la política que obligó a los caficultores a tumbar el sombrío de guamo y otras especies de árboles y arbustos, que acompañaban tradicionalmente el cultivo del café. En los años 80, la FNC, en su afán por incrementar el volumen de producción, decidió que era indispensable quebrar el ecosistema cafetero y destruir el sombrío que, en asocio con el café, albergaba muchos otros productos alimenticios, fijaba nitrógeno, suministraba hojarasca como abono, evitaba plagas y surtía de maderas valiosas. Por imposición de la FNC todo este sistema productivo se vino literalmente al piso y se impulsó el monocultivo con uso intensivo de agroquímicos, para incrementar la producción. Transitoriamente se incrementó, pero luego las plagas se hicieron más frecuentes y costosas de controlar, y se perdió fertilidad en los suelos. Así, el cafetero pasó a cultivar algo más en cantidad, pero a mayor costo y de menor calidad.

El problema de la calidad —un grano de menor tamaño y aroma— se solucionó mezclando el café “modernizado” con el grano procedente de zonas “atrasadas” donde no se había tumbado el sombrío: Huila, Tolima, Santanderes y Nariño. Durante un tiempo, la mezcla fue suficiente para que el café de Colombia pudiese —de la mano de Juan Valdez— conservar su fama como el mejor del mundo. Sin embargo, las cosas empezaron a cambiar y los cafés de calidad de Costa Rica y varios países africanos empezaron a tener mejor precio que el colombiano.

En Colombia, no sólo bajó la calidad del grano sino que, con el tiempo y a pesar de los agroquímicos suministrados, la cantidad también empezó a verse disminuida. A pesar de la negativa inicial de la FNC, fue necesario que el café entrara a diferenciarse por su origen y calidad, para así poder competir con los mejores del mundo. El café que proviene de ecosistemas cafeteros con sombrío es hoy el protagonista de la caficultura colombiana y obtiene los mejores precios. El caficultor que le hizo caso a la FNC, que tumbó el sombrío, busca hoy, a altos costos, retornar al antiguo ecosistema cafetero.

La ganadería tuvo menos éxito exportador que la caficultura y no tuvo incentivos para adoptar el modelo de la Revolución Verde. Dicho modelo propugnaba por cultivos y pasturas homogéneas, sin árboles y con agroquímicos, para alimentar un ganado estabulado que, sin conocer el sol, debería crecer y dar más leche y carne. La ganadería en sistemas silvopastoriles de árboles forrajeros, sombrío para el ganado y protección de suelos, es hoy una oportunidad para el ganadero que quiera entrar en el mercado internacional donde un producto de calidad y amigable relación con el medio natural son mejores argumentos que la cantidad. La Federación Nacional de Ganaderos (Fedegan) está impulsando los sistemas de pasturas con árboles como una de sus estrategias centrales en el proceso de modernización. Esperamos que el país no repita, con la ganadería, los horrores que cometió con la caficultura.

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