lunes, 20 de febrero de 2012

Los tiempos están cambiando





por Héctor Abad Faciolince
El Espectador
19 de febrero de 2012

La película tiene el color de mi infancia: los años 60.

La reconstrucción es perfecta: la ropa, los muebles, las calles, los carros, el corte de pelo y, sobre todo, el quiebre en las costumbres cotidianas, el progreso moral que se dio en esa década. The Help (Historias cruzadas, aunque debería llamarse Servicio doméstico o Criadas y Señoras), como en su momento La cabaña del tío Tom, señalan un cambio de época. En ambos casos las tintas se recargan un poco, la realidad maniquea de blancos y negros tiene algo esquemático y sentimental, pero es precisamente eso lo que permite que todos entendamos claramente el problema. Exagerar, muchas veces, es la mejor forma de hacerse entender.

Trato de explicarme: la novela de Harriet Beecher Stowe (publicada en 1852) sirvió para que el gran público norteamericano entendiera por qué era urgente abolir la esclavitud y por qué había una ética superior en los abolicionistas que en los partidarios de mantener el esclavismo. Cuando Lincoln, durante la Guerra Civil, conoció a Stowe, dice la leyenda que exclamó: “¡Conque usted es la mujercita que inspiró esta gran guerra!”. Y es que las novelas son más importantes de lo que los críticos piensan: las novelas consiguen desarrollar la imaginación moral de las personas; hacen que los lectores se salgan de sí mismos y vean la realidad desde el punto de vista del otro.

Las buenas películas consiguen lo mismo y The Help nos sitúa en un momento en que se dan pasos que parecen pequeños, pero que son gigantescos en el camino de la civilización. Cuando hablan del siglo XX, los intelectuales —con sus eternos lentes de color macabro para ver el 900— suelen fijar su atención en la primera mitad: Hitler, Mussolini, Stalin, las dos grandes guerras, Hiroshima y Nagasaki: una carnicería tras otra. Se les olvida señalar que todos aquellos dictadores fueron derrotados y que las bombas nucleares nunca se han repetido. No sólo la segunda mitad del siglo XX, hasta hoy, es la más Larga Paz de la historia moderna (entre los países ricos), sino que ha sido el escenario de una revolución extraordinaria: la de los derechos civiles, la revolución humanitaria.

En un momento clave de la película se oye una canción, la canción que para muchos fue el himno del movimiento por los derechos civiles (por la liberación de la mujer y la libertad de los gays, contra la segregación de los negros y el maltrato infantil): “The Times They Are A-Changin’,” de Bob Dylan. La canción le avisa a todo el mundo (congresistas, políticos, escritores, padres de familia) que los tiempos están cambiando y que los perdedores van a empezar a ganar.

Lo que en The Help es historia pasada de los años 60 estadounidenses, en Colombia es presente. El problema ético del servicio doméstico ha sido siempre un tormento en mi cabeza. He escrito mucho sobre “las muchachas del servicio”, como se les dice aquí, y ellas están tan presentes en mi imaginación y en mis libros como mis hermanas. El buen trato, el salario decente, las prestaciones sociales legales, el horario adecuado, los descansos, no atenúan la culpa. Viven en nuestras casas, en familia, pero no son de la familia, y obedecen; hay una relación subordinada. Y algo más grave: quizás echarlas, prescindir de ellas, sea incluso más infame que contratarlas, al menos aquí, hoy. Ver esta película nos refresca esa culpa y aviva el dilema moral.

Cuentan que cuando Uribe visitó a ese extraño presidente de Estados Unidos que fue Jimmy Carter, dos cosas lo sorprendieron: que le pidiera que no aspirara por segunda vez a la reelección y que él mismo le hiciera y le sirviera el café en la cocina, pues no tenía empleada del servicio. Esa visión desapegada del poder (y del servicio) indica que de nuevo “los tiempos están cambiando”. Nosotros, como siempre, vamos detrás. Yo, por lo pronto, he invitado a Rosa, la muchacha que viene a mi casa tres veces por semana, para que vaya a ver la película con una amiga.


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