jueves, 18 de noviembre de 2010
100 años de la muerte de León Tolstói
Para muchos rusos, la muerte del escritor Lev (o León) Tolstói hace 100 años significó el fin de una época. Cuando en 1910 murió el autor de los reconocidos clásicos "Guerra y paz" (en traducción de Lydia Kúper editado por El Aleph y del taller de Mario Muchnik) y "Anna Karénina" (Editada por Alba y en traducción de Víctor Gallego Ballestero) en la modesta casa de un guardia ferroviario en Astapovo, el país perdió uno de sus mayores pensadores, un referente moral.
La muerte le llegó un 20 de noviembre, según el calendario occidental. Sin embargo, en Rusia, donde aún regía el calendario prerrevolucionario, fue el 7 de noviembre. Hoy, los medios rusos recuerdan llenos de respeto el fallecimiento del genio y utopista social a los 82 años, que en su época ya era reconocido a nivel mundial.
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Así se registraba, en La Vanguardia, diario español, la muerte de Tolstói el sábado 3 de noviembre de 1910.
Por fin -como se dijo en una noticia, famosa por su ingenuidad — ha muerto Tolstói. Era tiempo, para salvar su fama de un posible menoscabo. Los periódicos empezaban á irritarse con él. Dos ó tres veces había circulado la noticia de su muerte y el interesado no ponía la debida diligencia en confirmarla. Esto es imperdonable desde fcl punto de vista periodístico.
Publicar la noticia del fallecimiento de un hombre célebre, registrar Diccionarios enciclopédicos, enjaretar artículos bibliográficos y que luego resulte que el sujeto de estos honores fúnebres sigue viviendo como:si tal cosa, es una decepción que no inclina á la benevolencia á los periódicos. Alguno daba ya á entender que Tolstói era un farsante. Y los más moderados dejaban traslucir este pensamiento: ¿pero cuando acaba de morirse este hombre?
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Era Tolstói una de las figuras más originales de nuestro tiempo, quizás porque no era de nuestro tiempo, aunque en él materialmente viviese. Tampoco era por completo de nuestro, medio europeo, de nuestra civilización occidental, aunque de ella se hubiese nutrido abundantemente. Algo del alma asiática y algo de las épocas de plasticidad religiosa, de creación de religiones y herejías late en sus obras escritas y en su conducta, en su obra vivida. Porque en Tolstói se daba esa dualidad del pensamiento y la acción que no es frecuente en filósofos y poetas, hasta el punto de que hay quien considera divorciados ambos géneros de actividad y ve en el uno, en el pensamiento, como un narcótico del otro.
De estos dos Tolstói, que no eran fases contradictorias de un mismo sujeto, sino manifestaciones muy conformes y bien acopladas, conocemos y comprendemos, sin duda, al escritor. El otro Tolstói, el reformador de Iasnaia Poliana, el apóstol, digámoslo así, de una religión y una política religiosa, nos es mucho menos conocido, aunque el Tolstói escritor nos lo ilustre y explique en cierta medida.En estos sujetos hay siempre zonas psicológicas obscuras. Sería menester haber conocido personalmente al pensador ruso, haber visitado los lugares en que ejerció su acción. Aunque se dice que el estilo es el hombre, los libros no nos dan á conocer Bino muy superficialmente á los autores. En la literatura, por espontánea y sincera que parezca, hay siempre mucho artificio, mucho fingimiento, aunque sea involuntario, cierto «mimetismo» profesional. De ahí la contradicción que muchas veces hallamos entre la biografía verdadera de un autor y el retrato moral que hemos inducido de sus obras. De todas maneras y con las reservas que impone la deficiencia de los materiales fehacientes de información, ¡I Tolstói no deja la impresión de haber sido y un farsante, un bussa suidos, lleno de pasión por la notoriedad, ansioso de dar que hablar. En su biografía hay rasgos que parecen indicar que era sincero, que su obra ó sus intentos de apóstol, obedecían á una convicción arraigada. Uno de ellos, es que su intento de mejorar la condición de los campesinos, de hacer una especie de república cristiana, entendida al modo que sentía Tolstói el cristianismo, venía de muy lejos, de los años de su juventud, y ha perseverado hasta el fin de sus días. Probablemente Tolstói era un místico activo, un espíritu muy religioso que vagó, entregado á la interpretación individual, sin el freno y el apoyo de una ortodoxia.
Este segundo Tolstói, el Tolstói apóstol, fue quizá más importante en Rusia que el Tolstói escritor. Pero esta importancia, muy verosímil en un pueblo poco culto, semioriental todavía en muchas cosas, era local y pasajera. Sin sus obras literarias y sus ensayos y divagaciones filosóficicas, Tolstói no hubiera sido conocido apenas en Occidente y no hubiese ejercido influencia sobre una multitud de espíritus. La personalidad literaria será lo que sobreviva de él. Dentro de cincuenta ó cien años—no es menester más largo plazo—se recordará de Tolstói la pintura mural histórica de La Guerra y la Paz, la mejor de sus novelas, en que ya apunta el espíritu panteísta y místico del autor, entre la agitación y el estruendo de las batallas contra Napoleón; el conmovedor é intenso humanitarismo de Resurrección, la misteriosa aversión al amor mundano de La Sonata de Kreutzer, donde el amor y la muerte se dan su enigmático abrazo; la estética de puritano de ¿Qué es el Arte? y otras de sus obras, pero muy pocos pararán la atención ni aun sabrán que Tolstói fue un reformador ó un predicador de religión y de política social y religiosa. Esta otra personalidad de Tolstói se irá desvaneciendo con el tiempo.
De la eficacia de esa obra social ó de ese intento,—que más tuvo al parecer de intento que de obra,—tampoco podemos juzgar á distancia con conocimiento de causa. ¿Qué efecto duradero han producido las doctrinas y ejemplo de Tolstói entre los campesinos rusos? ¿Cuál entre loa propietarios agrarios y entre las clases cultas de la sociedad rusa? ¿Qué acción moralizadora ó disolvente se ha derivado de ahí? Creo que todo esto es muy problemático y dudoso para un espectador occidental. Lo más probable es que esa influencia haya sido contradictoria y que su parte más sana haya consistido en la virtud de un ejemplo de sencillez y de bondad.
Hay que reconocer, con todo, que la filosofía de Tolstói, simpática y bella á trozos, para leída, era disolvente y atacaba á la civilización en su raíz. Su doctrina de la no resistencia al mal, su aspiración á una sencillez rudimentaria en que los hombres viviesen del trabajo manual, su vago cristianismo primitivo, divorciado de las necesidades de los tiempos y de la evolución histórica de las Iglesias, podrían servir de pauta á una pura existencia de místico ó de asceta, pero la sociedad que las apadrinara y practicase, si posible fuera una tal locura colectiva, entraría en un camino de regresión y de ruina. Es una filosofía para excepcionales, de que hay muchos antecedentes en las heregías y á la que da valor moral lo que ha conservado de la esencia del cristianismo. En realidad Tolstói no era un hombre del siglo XIX y del siguiente, sino un aparecido de los primeros siglos de nuestra era. Mucho se podría añadir á este breve apunte.
ANDEENIO.
Tolstói y el cine:
Guerra y Paz (1956) King Vidor. USA-Italia. El espléndido ramillete de intérpretes que aparecen en esta adaptación es lo mejor de este irregular pero disfrutable film sobre la invasión napoleónica en Rusia. Entre otros, intervienen Henry Fonda, Audrey Hepburn, Mel Ferrer, Anita Ekberg, Vittorio Gassman y Herbert Lohm.
Guerra y Paz (1968) Sergei Bondarchuk. Rusia. La mejor y más costosa adaptación de la extensa novela de Tolstói. La película dura más de ocho horas en su versión original, aunque hay otras versiones de poco más de cinco horas. Con Ludmilla Savelyeva, Vyacheslav Tihonov e Hira Ivanov Golovko.
Ana Karenina (1927) de Edmund Goulding. Greta Garbo protagoniza esta conocida y trágica novela de Leon Tolstói, que la propia actriz sueca realizaría ocho años después en versión sonora. Con John Gilbert, Brandon Hurst y Phillipe de Lacey.
Anna Karenina (1935) Clarence Brown. Después de conseguir el éxito con la adaptación muda realizada por Edmund Goulding, Greta Garbo repitó el papel de Ana Karenina en esta película co-protagonizada por Fredric March y Basil Rathbone.
Ana Karenina (1948) de Julien Duvivier. Producción británica protagonizada por Vivien Leigh en el papel de la mujer adúltera Ana Karenina, personaje central de la obra más popular del escritor ruso Leon Tolstói. Con Ralph Richardson, Hugh Dempser y Kieron Moore.
Ana Karenina (1997) de Bernard Rose. Adaptación del clásico de Tolstói con Sophie Marceau en el papel protagonista. Co-protagonizan Sean Bean, James Fox, Fiona Shaw, Alfred Molina y Mia Kirshner.
Ana Karenina (2000) de David Blair. Serie británica de cuatro episodios con el protagonismo de Helen McCrory y Kevin McKidd.
La última estación (2009) Escrita y dirigida por Michael Hoffman. Alemania-Rusia-Inglaterra. Reparto: James McAvoy, Christopher Plummer, Paul Giamatti, Helen Mirren, Anne-Marie Duff, Kerry Condon, Patrick Kennedy, John Sessions, Tomas Spencer, David Masterson
El Dinero (1983) de Robert Bresson. Adaptando un relato de Tolstói, esta película cuenta las fatalidades que le suceden a un joven a causa de un billete falso. Este fue el último y meritorio trabajo del director Robert Bresson. Protagonizan Christian Patey, Sylvie van der Elsen y Michel Briguet.
León Tólstoi (1984) Sergeï Guerassimov. Biografía.
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