lunes, 8 de marzo de 2010

renovarse o morir


La sorpresiva caída de la producción de café en 2009 ha tenido un alto costo para Colombia en términos de relevancia y credibilidad en el mercado internacional. Es el momento de repensar el modelo cafetero del país.


Un nuevo modelo

El café colombiano lo tiene todo para salir adelante en este siglo, pero hay que empezar por cambiar el modelo mental predominante. El modelo cafetero colombiano fue creado para un mundo muy diferente al actual, cuando existía un pacto de cuotas entre países productores y consumidores. Lo importante era producir un café de buena calidad para exportación, sin tener en cuenta las características particulares de los cafés de las distintas regiones (ojo Santander). La generación masiva de divisas dependía del pacto y por ello el café estaba en el centro de la agenda del Gobierno. El desarrollo de un mercado interno de café exigente no estaba en la mira de nadie.

El pacto de cuotas se acabó, pero las rutinas y las estructuras siguen siendo muy similares a las del pasado. La estructura de la producción permite hacer un desarrollo de la caficultura colombiana acorde con las demandas actuales en materia de sostenibilidad, (cafés especiales). Sin embargo, esto involucra una mayor complejidad y difícilmente puede lograrse con un esquema basado en las necesidades del pasado. El cambio en el café tiene que comenzar por una renovación de la cultura. Tendría que ocurrir una transformación en la visón de los cultivadores que les lleve a tener mayor conciencia de las oportunidades que se pueden derivar a partir del hecho de contar con el mejor café del mundo, un café que puede diferenciarse dependiendo de su origen y valorizarse de esta manera. De hecho, antes de que existiera el pacto de cuotas, el café colombiano se vendía en el exterior con precios diferentes según el origen.

Las oportunidades existen, especialmente para el café cultivado en pequeñas fincas. Las grandes fincas en la parte central del país están desapareciendo rápidamente, porque el costo de oportunidad de sembrar café en tierras costosas es muy alto. De la misma manera, el costo de la mano de obra es también alto, pues es muy difícil conseguir que la gente que vive cerca a las ciudades quiera ir a recoger café.

El dilema, entonces, está en que las mejores oportunidades para el futuro de la caficultura se encuentran precisamente en las fincas pequeñas, que son las que podrían obtener las mayores ventajas a partir del café de origen. Estos cultivadores, sin embargo, son precisamente los que tienen menor ingreso y educación y los que encuentran más difícil trabajar a través de redes y alianzas para penetrar los mercados internacionales.

El problema no es de corto plazo y el reto es gigantesco. Es necesario que la Federación asuma la necesidad de liderar estos cambios y para ello es indispensable una revisión a fondo de sus propias prácticas, para que se convierta en una organización más ágil y con mayores capacidades a fin de responder a las demandas internacionales. La experiencia del año pasado no puede repetirse. La agenda de acción está clara y, en principio, no debería haber obstáculos insalvables para moverse hacia este objetivo. El primer paso consistiría en reconocer que el mundo cambió. A partir de ahí se podría construir el futuro.

Leer el artículo completo en: Café ¿cuál estrategia?

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