sábado, 14 de noviembre de 2009

Atención, silencio


De Antonio Muñoz Molina
El País


(...) Sara Maitland, una mujer a la vez religiosa y activista de izquierdas, feminista militante, recién convertida al catolicismo, hizo un descubrimiento que en el fondo se parece al de Gallagher, y se dedicó igual que ella a explorarlo y a escribir sobre él: ella, que llevaba toda la vida hablando, argumentando, defendiendo la urgencia de las mujeres por levantar la voz en público, se encontró sola en una casa vacía y descubrió el don del silencio. Después de tanta agitación, de tantas palabras, de vivir en el aturdimiento continuo y cotidiano del ruido, Sara Maitland se detuvo un momento a prestar una atención tan aguda como la que estaba ejercitando Winifred Gallagher y decidió que el silencio no iba a ser una desgracia, el espacio en blanco marcado tan sólo por huellas de ausencias, sino el lugar en el que de ahora en adelante quería habitar. (...)

(...) Hay algo de desasosiego y fanatismo en su búsqueda, en sus retiros de varias semanas en casas aisladas de toda cercanía humana y batidas por el viento en páramos escoceses, en su gradual exigencia de mayores profundidades de silencio, que acaba llevándola al lugar más silenciosamente desolado de todos, el desierto del Sinaí, donde los profetas bíblicos y los ermitaños del cristianismo primitivo escucharon voces terribles y tuvieron visiones de tentación y apocalipsis. En sus rigurosas soledades Sara Maitland estudia las soledades abismales de otros: la de Cristo en los cuarenta días y cuarenta noches que pasó en ese mismo desierto, la del almirante Byrd, que vivió seis meses solo y en la oscuridad del invierno polar en una cabaña de la Antártida, la de los navegantes solitarios que daban la vuelta al mundo en pequeños veleros, la del náufrago Alexander Selkirk, que pasó solo cinco años en la isla de Juan Fernández e inspiró a Daniel Defoe las aventuras de Robinson Crusoe, la de los monjes tibetanos que se retiran a una gruta del Himalaya para sumergirse en una meditación que tiene algo de catalepsia. (...)

(...) Tomo notas, con los dos libros abiertos, en un pupitre espacioso de la biblioteca pública, junto a un ventanal inundado por la luz pálida de la mañana de noviembre. Aprendo a estar atento, leyendo a Winifred Gallagher, pero he de estarlo a la vez a lo que leo y a la gente que pasa junto a la ventana, a las acacias de hojas diminutas que brillan al sol con un amarillo de mostaza. Gracias a Sara Maitland soy más consciente de la calidad del silencio que me hace falta para trabajar con placer y provecho, pero también del rumor de las presencias que me hacen compañía, envolviéndome en su cobijo cálido: voces amortiguadas mezclándose, el balbuceo de un bebé en brazos de una madre lectora, el ruido hueco de un teclado en el que alguien escribe. Atención y silencio vuelven memorable el presente.

Attention and the Focused Life. Winifred Gallagher. Penguin Press, 2009. 256 páginas.
A Book of Silence.
Sara Maitland. Granta Books, 2009. 320 páginas.


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