Por: Santiago Montenegro
El Espectador
EN LOS ÚLTIMOS MESES, HE TENIDO la suerte de visitar tres de nuestras joyas arquitectónicas de la Colonia: Barichara, Villa de Leyva y Santa Fe de Antioquia. En general, las tres localidades están en buen estado, pero hacia adelante requieren más planeación urbanística y una clara estrategia de desarrollo. De las tres, la que mejor está es Barichara. Algunos dicen que es la mejor conservada porque es la de más difícil acceso para los visitantes de las grandes ciudades. Es cierto que queda apartada y la estrechez de la carretera no estimula el viaje. Hay trayectos, como entre Barbosa y San Gil, que dan físico terror. Con un tráfico endemoniado, es increíble que aún no le hayan construido siquiera una tercera calzada para poder sobrepasar en las subidas. Cuando hay colas y trancones, las busetas y las tractomulas no tienen empacho en sobrepasar en las curvas. Pero el estrés y los nervios se contrarrestan, en parte, por los paisajes de la hoya del río Suárez y, al llegar, por la serena belleza de la villa, su orden y limpieza, la amabilidad de sus gentes, sus aposentos cómodos y los precios accesibles. Abundan los paseos a los alrededores, entre los que no hay que dejar de ir a Guane, con su museo paleontológico, y al espectacular parque del Chicamocha. Pero, ya es hora de prohibir el parqueo de los automóviles en la plaza principal y, con respeto, se les podría pedir a varias familias que abran sus casas a los visitantes, como la de los Arenas Prada, un verdadero tesoro. Parte de la ilusión que tenía por conocer la casa de Aquileo Parra se tradujo en frustración porque el encargado se había llevado a Bucaramanga la llave del candado del museo. Pero, desde el patio, pude imaginarme al viejo caudillo y también recordar el discurso de Alberto Lleras, en mayo de 1976, allí mismo, en la conmemoración del centenario del mandato de Parra, cuando pidió a la Providencia que “nos preserve de los caminos tortuosos de otras regeneraciones”.
Santa Fe de Antioquia tiene una magia especial, llena de historia y edificaciones sin igual. Me preocupó muchísimo el estado de la carretera desde Medellín. Aparte del túnel de occidente, que es una gran obra de ingeniería, la vía en varios tramos tiene muchos derrumbes y parcheos. La ingeniería colombiana tiene aquí un gran reto para tratar los taludes. Ya en la ciudad, hay que evitar la invasión de vendedores ambulantes en la plaza principal que no permiten contemplarla en su totalidad, incluyendo algunos puestos de venta bajo unas horrorosas carpas con letreros de gaseosas. Igualmente, muchos almacenes, discotecas y restaurantes parecen tener licencia para poner sus letreros y avisos sin reglas claras ni consideración a unas normas mínimas de tamaño, estética y elegancia. En particular, Comcel parece haberse ensañado contra esta bella reliquia colonial. Uniformizar los andenes ayudaría a los peatones o a quienes deben circular en sillas de ruedas, con caminadores o bastones.
Hay que celebrar que, finalmente, se ha prohibido parquear en la plaza principal de Villa de Leyva. Pero, en los tres lugares es urgente la construcción de parqueaderos en las periferias, para dejar el centro a los peatones y para evitar la congestión, particularmente en fines de semana y durante los puentes. Espero volver pronto a Barichara para poder entrar a la casa de Parra. Esta vez, me cuidaré de llamar por teléfono para asegurarme de que el encargado del museo esté en la villa o para que deje la llave del candado, si va a viajar a Bucaramanga.
PD: Feliç aniversari benvolguts Jaume, Jordi i Guillem
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