martes, 30 de diciembre de 2008

Una peseta al año...


Un 30 de diciembre del año 1965, siete personas que regresaban de Santiago de Compostela rumbo a Madrid, para pasar fin de año, se detuvieron a repostar en una gasolinera. Entre todos juntaron el poco dinero que les quedaba y el 'ecónomo' se guardó 1 peseta, por si surgía algun imprevisto, eso sí, pensando para sus adentros que con eso no alcanzaría para nada.

Al pasar por Trujillo (Cáceres), decidieron entrar a conocer el pueblo. Uno de ellos, el ecónomo, observando a una monja jerónima que limpiaba la entrada de un palacio (El de San Carlos), le llamó la atención y se acercó a hablar con ella.

Resultó que las monjas habían dejado su monasterio que estaba en la parte alta del pueblo y estaban instaladas en el Palacio de San Carlos, cedido por sus propietarios.

Las jerónimas invitaron a los visitantes para que fueran a conocer su monasterio. A la vuelta de la visita, entusiasmado por la belleza y las posibilidades del lugar, la superiora les ofreció si lo querían en alquiler.

El ecónomo pensó que sería imposible pagar un alquiler de un lugar como aquel. Fue entonces cuando la superiora les propuso tomar el lugar en las mismas condiciones en que ellas estaban en el Palacio de San Carlos.

- Y cuáles son esas condiciones?, preguntó el ecónomo, acostumbrado a lidiar con la escasez.

- Pues mira, nosotras pagamos una peseta al año, así que les pedimos a ustedes, si les interesa el Monaterio, que también nos paguen una peseta al año.

El ecónomo perplejo y con lágrimas en los ojos pensó que había sido bastante incrédulo al creer que con aquella peseta que había guardado en su bolsillo, no alcanzaría para nada.

Pagaron el primer año y siguieron rumbo a Madrid, tal y como tenían planeado. A la salida de Trujillo se detuvieron para contemplar la ciudad por última vez y pensaron que por qué no pasar la noche en su nueva morada, así que dieron media vuelta y corrieron a pedir las llaves del Monasterio a la superiora.

Le preguntaron a esta si le extrañaba que hubiesen vuelto, a lo que la monja respondió que lo que le estrañaba era que hubiesen marchado.

Durante años, un 30 de diciembre, como hoy, estuvieron pagando religiosamente aquella peseta hasta que las monjas, años después, tuvieron que regresar a su morada.

Este fue el gérmen de lo que hoy conocemos como la 'Murtra'.

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