sábado, 30 de abril de 2016
domingo, 10 de abril de 2016
Abejas y humanos, juntos contra el cambio climático
El País
25 de marzo de 2016
Como aquella pequeña aldea de irreductibles galos
“que resiste todavía y siempre al invasor”, en el árido Nordeste
brasileño, una modesta especie de insectos sobrevive mientras muchas
otras sucumben al calor y a la sequía: las abejas.
Los agricultores de la región perdieron la cuenta de
cuántas reses han muerto en los últimos cinco años por la falta de agua.
Pero las mil colmenas, con entre 60 mil y 120 mil abejas -nativas y
africanas- a cargo de la Asociación de Apicultores de Carnaíba siguen
produciendo.
El Nordeste de Brasil es una región extremadamente sensible al cambio climático,
un fenómeno que tiende a intensificar la sequía y el calor recurrentes
en la zona. Y los insectos polinizadores, a su vez, dan muestra de cómo
está cambiando el clima del planeta.
"Las abejas van a sufrir con las altas temperaturas.
También a causa del calor, las flores en algunas partes del mundo se
están abriendo en diferentes momentos y los insectos no están ahí para
polinizar", explica Nadine Azzu, coordinadora de proyectos de la agencia
de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) y coautora de un reciente estudio sobre la importancia de las abejas en el rendimiento de los cultivos.
El informe concluye que es cada vez más importante
encontrar maneras de mantener a las abejas activas todo el año.
Principalmente porque de los 100 cultivos que proporcionan el 90% de los
alimentos en el mundo, 71 son polinizadas por esos insectos, según la
FAO.
Los apicultores de Carnaíba han encontrado su propio
camino. Tratan de preservar y multiplicar las plantas de la región,
enseñar a los demás agricultores a convivir con las abejas y aprender
incluso de los depredadores naturales de los insectos.
"El hombre no crea la abeja, es ella la que crea al
hombre. Nos ayuda a mantenernos incluso cuando morimos, pues nos da la
cera", dice Luiz Alves Siqueira, presidente de la asociación de
apicultores. "Por más crítico que sea el año, jamás dejamos de
producir", añade.
Si no hay suficiente comida, él y sus colegas cuelgan recipientes en los árboles con una mezcla de miel y agua potable.
“Cuando uno se torna apicultor, también se convierte
en ecologista porque necesita mantener el entorno natural y mejorarlo
aún más", dice Luiz.
En Carnaíba, la producción varía cada año – fueron 9
toneladas de miel en 2014, 8,5 toneladas en 2015 -, pero el resultado es
siempre una miel muy sabrosa. Los apicultores también fabrican
productos como propóleos, cera (utilizada en los cosméticos y la
industria automotriz) y una especie de caviar a base de miel y especias.
La calidad de la producción y la organización de los
apicultores llamaron la atención de instituciones como el gobierno de
Pernambuco y el Banco Mundial, que llevan adelante el programa Prorural.
A través de esta iniciativa, que beneficia a 4.000 familias en todo el
estado de Pernambuco, los apicultores pudieron comprar equipos para
modernizar la producción.
Gracias a esto, ya pueden vender miel y sus derivados
dentro del estado y en el resto del país. "Quizá podremos exportar
algún día", pronostica Luiz.
* Mariana Kaipper Ceratti es productora online del Banco Mundial.
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viernes, 8 de abril de 2016
Un año difícil para el café peruano
El País
Ignacio Medina
7 de abril de 2016
Algunos de los restaurantes más nombrados siguen comprometidos con las grandes marcas de café colombianas
Semillas de café en Perú. HUGHES HERVÉ |
Lima y otras ciudades del Perú viven el café como no lo ha hecho nunca en su historia. El café es la nueva tendencia y muestra sus señas de identidad en las calles de la capital. Los negocios especializados —tostado, venta y servicio de café— se multiplican en distritos como Barranco, Miraflores y San Isidro, arrastrados por el entusiasmo de un grupo de jóvenes y aguerridos profesionales. Son baristas de nuevo cuño, volcados en obtener las mejores prestaciones de cada variedad y cada tostado a través de preparaciones que trascienden al manido café exprés. El fenómeno crece y las producciones de calidad se asoman ya a un buen número de restaurantes. No a todos. Algunos de los restaurantes más nombrados de la movida gastronómica peruana viven el contrasentido de pregonar su peruanidad mientras siguen comprometidos con las grandes marcas de café colombianas e italianas; les pagan la cafetera. La contradicción también anida en las cocinas emergentes.
El éxito en la calle viene del progreso en el campo y del empuje de
los últimos Gobiernos peruanos. El café y el cacao han sido los grandes
instrumentos en el freno a los cultivos de coca y las consecuencias no
se han dejado notar. El país ocupa ya un lugar destacado entre los
mayores productores mundiales de cafés orgánicos.
David Torres es uno de los protagonistas del movimiento de baristas y tostadores artesanos que ha puesto en el mapa las pequeñas producciones de calidad que destila, gota a gota, el mercado local. Por el momento no son tantas, pero crecen cada día. Propietario de Bisetti y Arábiga, los dos cafés limeños que ayudaron desde Miraflores y Barranco a elevar el café a la categoría de moda, David lo contempla desde una perspectiva integral. No se trata sólo de hacer y vender café, sino de hacer un recorrido completo que pasa por el tostado y antes de eso por el trabajo con el productor.
Lo hace en su penúltimo proyecto en nueve comunidades productoras en torno a Curibamba (San Ramón), en la selva central peruana. “Encontramos ese café”, me cuenta, “en estado prácticamente natural, sin mayor intervención del productor más allá de la recolección y en tres años hemos llegado a cafés trabajados por el productor, desde la raíz hasta el producto, que ya cuenta con su propia marca y exporta una parte de su producción a Estados Unidos”.
Le emocionan los cafés producidos por agricultores comprometidos con la calidad. Me habla de Wilson Sucaticona, productor de Puno, “tan meticuloso que no dejaba que nadie salvo él trasladara su café y él mismo se encargaba de bajarlo desde su casa por la colina, saco por saco, haciendo un camino de una hora hasta el punto de acopio”, que se hizo luego famoso con un café llamado Tunki, marca que ya no utiliza y que cayó en el descrédito. También cita a Edith Mesa, pionera en la doble fermentación desde la finca Tasta, en Satipo (selva central), o de una gran cooperativa llamada Cenfrocafé, en San Ignacio, al norte del país, “que convirtió la capacitación de los productores en la clave para desarrollar estándares consistentes de calidad”. “En cualquier caso”, aclara, “hablamos de micro lotes, de producciones muy pequeñas que miran directamente al mercado local”.
Las buenas noticias son cada día más frecuentes. Aún así David no tiene una visión optimista del momento que viven los cafés locales. La falta de una política de Estado coherente —impulsa la plantación de variedades más productivas y resistentes a las plagas pero de baja calidad— o el compromiso de las asociaciones productoras y las cooperativas con el volumen, penalizan el mercado.
De hecho, insiste en que el café peruano vive momentos críticos. “Está siendo empujado”, me explica, “por la bajada de precios del mercado internacional en uno de los momentos más bajos de las últimas décadas (1,2 dólares la libra), condicionados por la sobreproducción en Brasil. Por otro lado, el fenómeno climático de El Niño está trayendo cambios que pueden acabar afectando a la producción, cuando todavía no se acaba de superar la plaga de la roya. Finalmente, el cultivo de coca y el narcotráfico siguen amenazando la producción cafetalera en las zonas con menos implantación del Estado”.
David Torres es uno de los protagonistas del movimiento de baristas y tostadores artesanos que ha puesto en el mapa las pequeñas producciones de calidad que destila, gota a gota, el mercado local. Por el momento no son tantas, pero crecen cada día. Propietario de Bisetti y Arábiga, los dos cafés limeños que ayudaron desde Miraflores y Barranco a elevar el café a la categoría de moda, David lo contempla desde una perspectiva integral. No se trata sólo de hacer y vender café, sino de hacer un recorrido completo que pasa por el tostado y antes de eso por el trabajo con el productor.
Lo hace en su penúltimo proyecto en nueve comunidades productoras en torno a Curibamba (San Ramón), en la selva central peruana. “Encontramos ese café”, me cuenta, “en estado prácticamente natural, sin mayor intervención del productor más allá de la recolección y en tres años hemos llegado a cafés trabajados por el productor, desde la raíz hasta el producto, que ya cuenta con su propia marca y exporta una parte de su producción a Estados Unidos”.
Le emocionan los cafés producidos por agricultores comprometidos con la calidad. Me habla de Wilson Sucaticona, productor de Puno, “tan meticuloso que no dejaba que nadie salvo él trasladara su café y él mismo se encargaba de bajarlo desde su casa por la colina, saco por saco, haciendo un camino de una hora hasta el punto de acopio”, que se hizo luego famoso con un café llamado Tunki, marca que ya no utiliza y que cayó en el descrédito. También cita a Edith Mesa, pionera en la doble fermentación desde la finca Tasta, en Satipo (selva central), o de una gran cooperativa llamada Cenfrocafé, en San Ignacio, al norte del país, “que convirtió la capacitación de los productores en la clave para desarrollar estándares consistentes de calidad”. “En cualquier caso”, aclara, “hablamos de micro lotes, de producciones muy pequeñas que miran directamente al mercado local”.
Las buenas noticias son cada día más frecuentes. Aún así David no tiene una visión optimista del momento que viven los cafés locales. La falta de una política de Estado coherente —impulsa la plantación de variedades más productivas y resistentes a las plagas pero de baja calidad— o el compromiso de las asociaciones productoras y las cooperativas con el volumen, penalizan el mercado.
De hecho, insiste en que el café peruano vive momentos críticos. “Está siendo empujado”, me explica, “por la bajada de precios del mercado internacional en uno de los momentos más bajos de las últimas décadas (1,2 dólares la libra), condicionados por la sobreproducción en Brasil. Por otro lado, el fenómeno climático de El Niño está trayendo cambios que pueden acabar afectando a la producción, cuando todavía no se acaba de superar la plaga de la roya. Finalmente, el cultivo de coca y el narcotráfico siguen amenazando la producción cafetalera en las zonas con menos implantación del Estado”.
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miércoles, 6 de abril de 2016
Importancia del Agua en la Producción del Café
Agua y café....
(...)el mejor café del mundo está debajo de los árboles, debajo de los guamos, debajo de los nogales, debajo de los yarumos...
(...)este 2016, vivimos uno de los peores veranos de los últimos años...
(...) una finca sin agua no tiene valor...
(...) sembrar cordoncillo, bore, guadua, sidra o guatila cerca de los nacimientos...
Si el hombre es un gesto el agua es la historia. Si el hombre es un sueño el agua es el rumbo. Si el hombre es un pueblo el agua es el mundo. Si el hombre es recuerdo el agua es memoria. Si el hombre está vivo el agua es la vida. Si el hombre la pisa el agua salpica. Cuídala como cuida ella de ti. (J.M. Serrat)
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viernes, 1 de abril de 2016
capilla Santa Elena
El Gran cambio de la Capilla de Santa Elena de Barichara.
Frisada y blanqueada en esta pascua de 2016.
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